Diay maes, a veces uno piensa que ya lo vio todo en las calles de Chepe, pero siempre, siempre aparece un personaje que redefine por completo la palabra “desubicado”. Anoche en Escazú tuvimos un ejemplo de libro. Resulta que un conductor, que al parecer venía de una fiesta muy intensa en su propio carro, decidió que las señales de tránsito y el sentido común eran meros adornos en el paisaje urbano. ¡Qué despiche se armó por una imprudencia que pudo terminar en tragedia!
La situación es casi de comedia, si no fuera por lo increíblemente peligrosa que fue. Imagínense la escena: una patrulla de la Policía Municipal de Escazú está tranquilamente orillada, con las luces puestas, seguramente atendiendo alguna otra vara o simplemente en su ronda. De pronto, un carro se acerca y, en lugar de seguir la vía como cualquier ser humano funcional, al conductor le parece una idea brillante y refrescante girar y mandarse contravía. ¡Justo en la jupa de los oficiales! O sea, hay que tener un nivel de desconexión con la realidad verdaderamente olímpico para jalarse una torta de ese calibre. El video de las cámaras de seguridad no miente, es la crónica de una detención anunciada.
Como era de esperarse, los policías no se quedaron viendo el espectáculo. Inmediatamente le dieron seguimiento al “genio” del volante. Cuando por fin logran alcanzarlo, le hacen las señales para que se detenga, pero el compa, que seguro iba piloteando en modo automático, tardó un buen rato en procesar que la fiesta se le había acabado. Cuando finalmente para el chunche, empieza la segunda parte del show. Los oficiales le piden que se baje y el mae, según el reporte, estaba en Narnia. No coordinaba, no entendía las órdenes… un poema a la irresponsabilidad. Claramente, no estaba ni para amarrarse los zapatos, mucho menos para manejar.
Aquí es donde la historia deja de ser un vacilón y se pone seria. Ante el estado evidente del sujeto, los oficiales hicieron lo que correspondía: se lo llevaron directo a un centro médico. Ahí, la ciencia no perdona y el examen de sangre confirmó lo que era obvio a kilómetros: el hombre estaba hasta la tusa, manejando bajo los efectos del alcohol. Con la prueba en mano, no había más que hablar. El caso pasó directo a la Fiscalía, y ahora este campeón tendrá que enfrentarse a las consecuencias legales de su “aventura” nocturna, que por un puro milagro no le costó la vida a él o a algún inocente que tuviera la mala suerte de cruzársele.
Esta vara nos deja pensando, ¿verdad? Uno ve estas noticias casi todas las semanas y no deja de sorprender. Es la misma historia de siempre: alguien que cree que “controla”, que “no es para tanto”, y que pone en riesgo a todo el mundo. Por suerte, esta vez el brete de la policía y la tecnología de las cámaras funcionaron y solo quedó en una anécdota y un problemón legal para el conductor. Pero, maes, la cosa pudo ser muy diferente. Más allá de la multa y los puntos, ¿qué creen ustedes que se necesita para que a la gente le entre en la cabeza que manejar así es jugar ruleta rusa con la vida de todos? ¿Más educación, castigos más serios, o simplemente hay gente que no entiende?
La situación es casi de comedia, si no fuera por lo increíblemente peligrosa que fue. Imagínense la escena: una patrulla de la Policía Municipal de Escazú está tranquilamente orillada, con las luces puestas, seguramente atendiendo alguna otra vara o simplemente en su ronda. De pronto, un carro se acerca y, en lugar de seguir la vía como cualquier ser humano funcional, al conductor le parece una idea brillante y refrescante girar y mandarse contravía. ¡Justo en la jupa de los oficiales! O sea, hay que tener un nivel de desconexión con la realidad verdaderamente olímpico para jalarse una torta de ese calibre. El video de las cámaras de seguridad no miente, es la crónica de una detención anunciada.
Como era de esperarse, los policías no se quedaron viendo el espectáculo. Inmediatamente le dieron seguimiento al “genio” del volante. Cuando por fin logran alcanzarlo, le hacen las señales para que se detenga, pero el compa, que seguro iba piloteando en modo automático, tardó un buen rato en procesar que la fiesta se le había acabado. Cuando finalmente para el chunche, empieza la segunda parte del show. Los oficiales le piden que se baje y el mae, según el reporte, estaba en Narnia. No coordinaba, no entendía las órdenes… un poema a la irresponsabilidad. Claramente, no estaba ni para amarrarse los zapatos, mucho menos para manejar.
Aquí es donde la historia deja de ser un vacilón y se pone seria. Ante el estado evidente del sujeto, los oficiales hicieron lo que correspondía: se lo llevaron directo a un centro médico. Ahí, la ciencia no perdona y el examen de sangre confirmó lo que era obvio a kilómetros: el hombre estaba hasta la tusa, manejando bajo los efectos del alcohol. Con la prueba en mano, no había más que hablar. El caso pasó directo a la Fiscalía, y ahora este campeón tendrá que enfrentarse a las consecuencias legales de su “aventura” nocturna, que por un puro milagro no le costó la vida a él o a algún inocente que tuviera la mala suerte de cruzársele.
Esta vara nos deja pensando, ¿verdad? Uno ve estas noticias casi todas las semanas y no deja de sorprender. Es la misma historia de siempre: alguien que cree que “controla”, que “no es para tanto”, y que pone en riesgo a todo el mundo. Por suerte, esta vez el brete de la policía y la tecnología de las cámaras funcionaron y solo quedó en una anécdota y un problemón legal para el conductor. Pero, maes, la cosa pudo ser muy diferente. Más allá de la multa y los puntos, ¿qué creen ustedes que se necesita para que a la gente le entre en la cabeza que manejar así es jugar ruleta rusa con la vida de todos? ¿Más educación, castigos más serios, o simplemente hay gente que no entiende?
