Maes, en serio. A veces uno ve las noticias y no sabe si está viendo el Plenario Legislativo o un capítulo repetido de La Lucha Libre, con todo y máscaras y llaves prohibidas. La vara esta semana con la renuncia del ahora ex (o no tan ex) vicepresidente Stephan Brunner fue un espectáculo digno de estudio. Tenemos a los dos Rodrigos, Chaves y Arias, agarrados del pelo en media avenida Central, figurativamente hablando, por un trámite que, históricamente, ha sido más simple que pedir un casado en una soda. Pero no, aquí nos encanta complicar las cosas, y de paso, montar un show que deja a todo el mundo con cara de “¿Idiay?”.
El primer acto de este sainete lo protagonizó, cómo no, el presidente Chaves. Salió con los tacos de frente, como ya es costumbre, a repartir filazos. Calificó la jugada de Rodrigo Arias y la Asamblea como una “vergüenza nacional”, un “autoritarismo vergonzoso” y la “mayor hipocresía de la historia”. ¡Casi nada! Según Chaves, aceptar la renuncia de un vice es un mero formalismo: se recibe la carta, se lee, y punto final. Se acabó el brete. Pero esta vez, el Congreso decidió que era buen momento para desempolvar el mazo y someter la decisión a votación. Para el presi, esto no fue más que un “puro revanchismo” de Arias, a quien prácticamente acusó de limpiarse con la Constitución. Una rabieta de campeonato que, si bien tiene un punto válido, también suena a la excusa perfecta para seguir alimentando la novela de su pleito personal con el presidente del Congreso.
Ahora, vamos al otro lado de la barricada. En Cuesta de Moras, los diputados, en lugar de solo decir “ok, enterados, que le vaya bien a don Stephan en su búsqueda de curul”, montaron todo un foro de críticas. La sesión se convirtió en un paredón donde la oposición aprovechó para sacarle todos los trapos sucios a Brunner, desde propuestas de impuestos fallidas hasta una póliza medio extraña para el gabinete. Y diay, con 45 votos a favor y cero en contra, le dieron el “sí” a la renuncia. El problema es que, en su afán de hacer política, parece que a todos se les olvidó leer el reglamento. Con esa votación, lo que lograron fue jalarse una torta monumental, porque crearon un precedente que no existía y que, como veríamos después, no tenía ni pies ni cabeza.
Y cuando ya el circo estaba montado y los payasos habían hecho su gracia, llega el árbitro que sí importa en esta mejenga: el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Con la calma y la autoridad de quien sí se sabe las reglas, el TSE salió a poner orden. En un comunicado que es básicamente un jalón de orejas público, le recordaron al Congreso que la renuncia es un acto unilateral. ¿Qué significa eso en español? Que a Brunner le bastaba con decir “renuncio” y presentar la carta. No necesitaba el permiso de 45 diputados para hacerlo. El TSE fue clarísimo: la votación fue un acto “innecesario” y, para rematar, procedieron a anularla. ¡Qué torta! Todo el teatro legislativo, las acusaciones y los discursos se fueron al traste por no revisar la jurisprudencia básica. Un papelón en toda regla.
Al final, esta vara deja un montón de preguntas en el aire y un sabor amargo. La renuncia de Brunner, que debía ser un trámite administrativo, se convirtió en el campo de batalla más reciente entre Zapote y Cuesta de Moras. Un capítulo más de la lucha de egos que define nuestra política actual. Queda claro que el ambiente para las elecciones de 2026 ya está que arde y cualquier excusa es buena para medir fuerzas y lanzarse indirectas (y directas). La pregunta para el foro es: más allá del despiche legal, ¿quién creen que sale más golpeado de esta situación: Chaves por el berrinche mediático, o Arias y el Congreso por jalarse semejante torta constitucional? ¿O al final los que perdemos somos los ciudadanos, que tenemos que ver este espectáculo en primera fila?
El primer acto de este sainete lo protagonizó, cómo no, el presidente Chaves. Salió con los tacos de frente, como ya es costumbre, a repartir filazos. Calificó la jugada de Rodrigo Arias y la Asamblea como una “vergüenza nacional”, un “autoritarismo vergonzoso” y la “mayor hipocresía de la historia”. ¡Casi nada! Según Chaves, aceptar la renuncia de un vice es un mero formalismo: se recibe la carta, se lee, y punto final. Se acabó el brete. Pero esta vez, el Congreso decidió que era buen momento para desempolvar el mazo y someter la decisión a votación. Para el presi, esto no fue más que un “puro revanchismo” de Arias, a quien prácticamente acusó de limpiarse con la Constitución. Una rabieta de campeonato que, si bien tiene un punto válido, también suena a la excusa perfecta para seguir alimentando la novela de su pleito personal con el presidente del Congreso.
Ahora, vamos al otro lado de la barricada. En Cuesta de Moras, los diputados, en lugar de solo decir “ok, enterados, que le vaya bien a don Stephan en su búsqueda de curul”, montaron todo un foro de críticas. La sesión se convirtió en un paredón donde la oposición aprovechó para sacarle todos los trapos sucios a Brunner, desde propuestas de impuestos fallidas hasta una póliza medio extraña para el gabinete. Y diay, con 45 votos a favor y cero en contra, le dieron el “sí” a la renuncia. El problema es que, en su afán de hacer política, parece que a todos se les olvidó leer el reglamento. Con esa votación, lo que lograron fue jalarse una torta monumental, porque crearon un precedente que no existía y que, como veríamos después, no tenía ni pies ni cabeza.
Y cuando ya el circo estaba montado y los payasos habían hecho su gracia, llega el árbitro que sí importa en esta mejenga: el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Con la calma y la autoridad de quien sí se sabe las reglas, el TSE salió a poner orden. En un comunicado que es básicamente un jalón de orejas público, le recordaron al Congreso que la renuncia es un acto unilateral. ¿Qué significa eso en español? Que a Brunner le bastaba con decir “renuncio” y presentar la carta. No necesitaba el permiso de 45 diputados para hacerlo. El TSE fue clarísimo: la votación fue un acto “innecesario” y, para rematar, procedieron a anularla. ¡Qué torta! Todo el teatro legislativo, las acusaciones y los discursos se fueron al traste por no revisar la jurisprudencia básica. Un papelón en toda regla.
Al final, esta vara deja un montón de preguntas en el aire y un sabor amargo. La renuncia de Brunner, que debía ser un trámite administrativo, se convirtió en el campo de batalla más reciente entre Zapote y Cuesta de Moras. Un capítulo más de la lucha de egos que define nuestra política actual. Queda claro que el ambiente para las elecciones de 2026 ya está que arde y cualquier excusa es buena para medir fuerzas y lanzarse indirectas (y directas). La pregunta para el foro es: más allá del despiche legal, ¿quién creen que sale más golpeado de esta situación: Chaves por el berrinche mediático, o Arias y el Congreso por jalarse semejante torta constitucional? ¿O al final los que perdemos somos los ciudadanos, que tenemos que ver este espectáculo en primera fila?