Seamos honestos, maes. ¿Hay algo que grite "Costa Rica, siglo XXI" con más ironía que esa ruedita que gira y gira hasta el infinito en una página del gobierno? Hoy me topé con el texto fuente que inspira este desahogo: "Loader. Espere mientras se verifica su solicitud…". Y sí, con ese error de codificación y todo. Inmediatamente sentí esa punzada familiar en el estómago, esa mezcla de resignación y ganas de tirar la compu por la ventana. ¡Qué despiche! Es el símbolo universal de la burocracia tica versión 2.0: la misma espera de siempre, pero ahora con la falsa promesa de la inmediatez digital. Es la versión moderna de "vuelva mañana" o "el sistema está caído", solo que ahora el sistema está "verificando su solicitud" por tiempo indefinido.
Lo más frustrante de toda esta vara es que nos vendieron la idea del Gobierno Digital como la panacea. ¡Se acabaron las filas! ¡Trámites desde la comodidad de su casa! Y en teoría, suena genial. El problema es que la ejecución se siente como si hubieran contratado al primo que "sabe de compus" para montar la infraestructura crítica del país. Desde sacar una cita en el EBAIS hasta intentar pagar el marchamo a última hora, la experiencia de usuario es un campo minado. Interfaces que parecen diseñadas en los noventa, botones que no llevan a ninguna parte y, por supuesto, el infame "loader" que se convierte en el protagonista de nuestro tiempo perdido. Uno se pregunta si detrás de todo ese brete hay un plan real o si simplemente van parchando un chunche sobre otro.
Y es que el costo no es solo el tiempo. Es la ansiedad. Es esa sensación de impotencia total. Estás ahí, a las 11:50 p.m. del día que vence el plazo, con todos los documentos listos, y después de llenar veinte campos, la página se guinda. ¡Qué sal! No hay a quién llamar, no hay a quién reclamarle. Eres tú contra un código mal escrito. Mientras uno puede pedir un Uber, ver una película en Netflix o hacer una transferencia bancaria en segundos con apps que funcionan de maravilla, los servicios por los que pagamos impuestos parecen estancados en una era digital prehistórica. La brecha entre la agilidad del sector privado y la torpeza del sector público nunca ha sido tan evidente ni tan molesta.
Aquí es donde uno, como periodista y ciudadano, empieza a hilar más delgado. ¿Esto es simplemente incompetencia técnica o hay algo más? El fondo de la vara es que estos sistemas cuestan millones. Son contratos, licitaciones, consultorías. ¿Quién está supervisando la calidad de lo que se entrega? ¿Quién se hace responsable cuando una plataforma de la que dependen miles de personas simplemente no funciona? Parece que en algún punto de la cadena de mando, alguien se jaló una torta monumental, y ahora somos todos los que pagamos las consecuencias. No es solo un "error 404", es un error de visión, de planificación y, sobre todo, de respeto por el tiempo del ciudadano.
Al final, esa promesa de modernización y eficiencia se siente como un plan que se fue al traste. Pasamos de la frustración de la fila física a la frustración del clic inútil, y no estoy seguro de cuál es peor. Al menos en la fila uno podía conversar con el de la par y quejarse en conjunto. Ahora la queja es silenciosa, individual, frente a una pantalla que nos ignora. La tecnología debería ser una herramienta para liberarnos de la burocracia, no una nueva jaula digital. Pero bueno, esa es mi opinión después de ver ese "loader" por enésima vez.
Maes, ¿soy solo yo o a ustedes también los tiene al borde del colapso esta situación? ¿Cuál ha sido el peor trámite en línea que se han tenido que fumar? ¡Cuenten sus historias de terror en el foro!
Lo más frustrante de toda esta vara es que nos vendieron la idea del Gobierno Digital como la panacea. ¡Se acabaron las filas! ¡Trámites desde la comodidad de su casa! Y en teoría, suena genial. El problema es que la ejecución se siente como si hubieran contratado al primo que "sabe de compus" para montar la infraestructura crítica del país. Desde sacar una cita en el EBAIS hasta intentar pagar el marchamo a última hora, la experiencia de usuario es un campo minado. Interfaces que parecen diseñadas en los noventa, botones que no llevan a ninguna parte y, por supuesto, el infame "loader" que se convierte en el protagonista de nuestro tiempo perdido. Uno se pregunta si detrás de todo ese brete hay un plan real o si simplemente van parchando un chunche sobre otro.
Y es que el costo no es solo el tiempo. Es la ansiedad. Es esa sensación de impotencia total. Estás ahí, a las 11:50 p.m. del día que vence el plazo, con todos los documentos listos, y después de llenar veinte campos, la página se guinda. ¡Qué sal! No hay a quién llamar, no hay a quién reclamarle. Eres tú contra un código mal escrito. Mientras uno puede pedir un Uber, ver una película en Netflix o hacer una transferencia bancaria en segundos con apps que funcionan de maravilla, los servicios por los que pagamos impuestos parecen estancados en una era digital prehistórica. La brecha entre la agilidad del sector privado y la torpeza del sector público nunca ha sido tan evidente ni tan molesta.
Aquí es donde uno, como periodista y ciudadano, empieza a hilar más delgado. ¿Esto es simplemente incompetencia técnica o hay algo más? El fondo de la vara es que estos sistemas cuestan millones. Son contratos, licitaciones, consultorías. ¿Quién está supervisando la calidad de lo que se entrega? ¿Quién se hace responsable cuando una plataforma de la que dependen miles de personas simplemente no funciona? Parece que en algún punto de la cadena de mando, alguien se jaló una torta monumental, y ahora somos todos los que pagamos las consecuencias. No es solo un "error 404", es un error de visión, de planificación y, sobre todo, de respeto por el tiempo del ciudadano.
Al final, esa promesa de modernización y eficiencia se siente como un plan que se fue al traste. Pasamos de la frustración de la fila física a la frustración del clic inútil, y no estoy seguro de cuál es peor. Al menos en la fila uno podía conversar con el de la par y quejarse en conjunto. Ahora la queja es silenciosa, individual, frente a una pantalla que nos ignora. La tecnología debería ser una herramienta para liberarnos de la burocracia, no una nueva jaula digital. Pero bueno, esa es mi opinión después de ver ese "loader" por enésima vez.
Maes, ¿soy solo yo o a ustedes también los tiene al borde del colapso esta situación? ¿Cuál ha sido el peor trámite en línea que se han tenido que fumar? ¡Cuenten sus historias de terror en el foro!