iguanas
EXILIADO
[Saludos! Hace rato pensaba en escribir algunas historias por acá pero no sabía como postearlas sin llegar a ser soez en el relato y que pueda ser entretenido para que pueda ser usado con su imaginación. Advierto que trata de tema consanguíneo, así que si le molesta el tema siéntase en la libertad de pasar de lado. Si le causa curiosidad o le gusta el relato, siéntase en la libertad de comentar si desea una siguiente entrega y lo que le ha provocado, lo que siente cuando lo leyó.]
Tendría yo unos 14 años, en plena cúspide de la pubertad. Nunca me consideré un chavalo especialmente atractivo, de hecho hasta ése momento seguía siendo muy introvertido y, lo seguiría siendo por algún tiempo.
Como todo adolescente de esas edades, ya habían ciertas hormonas haciendo estragos y provocando reacciones fisiológicas que a veces eran incontrolables, sumado a la posibilidad de adquirir cierto material adulto del que tenía alguna que otra facilidad para encontrar y pasar mis momentos de soledad e intimidad, todo adquirido a través de compañeros del cole. [“¡no sé cómo llegaron a mi, lo juro!” Fue lo que dije años después a mamá cuando me los encontró]
Era una época complicada, recuerdo. Intentaba ligar con compañeras y conocidas pero como dije, no era del gusto de ninguna, ellas preferían el típico chico popular o los matones. Un tipo normal como yo, introvertido, amante de los videojuegos y de uno que otro deporte, algunos no muy populares como el básquet, el tiro deportivo o la fórmula 1 o que hablara de conflictos bélicos, historia o de mis sueños de viajar [aunque obviamente a esas edades no había presupuesto ni para una coca cola con papas], no eran interesantes temas para jovencitas de 14 años.
Fue bastante frustrante estar casi terminando el primer año de cole y no haber tenido ni “un piquito” o “un aprete” o tan siquiera haber conseguido una amistad fémina mientras que otros compañeros comentaban de sus escapadas, de sus hazañas y “jugadas”; habían, como en muchos casos “jetones” pero en otros casos ya los compañeros tenían amistades que, en mi caso, eran imposibles de conseguir.
Recuerdo que para fin de año nos reuníamos en la familia, mis padres con mis tíos y mis primos con migo. Siempre habían sido especialmente cercanos y cuando éramos pequeños disfrutábamos jugando mucho. Éste año fue totalmente diferente, si bien nos reunimos como siempre a jugar, los juegos habían cambiado, ahora jugábamos a Magic the Gathering, Pókemon, Yu Gi Ho, entre otros juegos de cartas. Mi prima menor ése año por terminar cumplió 13 y desde que la observé entrar por la puerta de la casa sentí esa sensación que provocan las hormonas a esa edad reaccionando. Recuerdo que comenzaba a tener una figura más de muchacha que, no le había observado nunca antes ni me había pasado por la mente, su piel tersa y blanca con sus mejillas dulcemente rosadas, todo arropado en una vestimenta juvenil por allá de finales de los 90’s, ella era un poco más alta que yo también y algo desarrollada para su edad; recuerdo también durante esa reunión estar hipnotizado y perder todos las partidas que jugamos, mientras intentaba observar sus pechos un poco más grandes por entre la blusa. Ella, no se percató obviamente, pues tenía otra mentalidad pero para mí había sido un gran impacto y no podía creer: me había “enamorado” de mi prima y por supuesto, sentía pena.
Ese día estuve todo embobado, no sé en qué momento hablaron los primos mayores de hacer un paseo todos a la costa y visitar lugares que yo ni puta idea tenía que existían a esa edad. Hablaron de realizarlo a inicios de año, tipo enero o febrero [porque antes las vacaciones eran tooodo diciembre, enero y febrero, entraba uno ya a mitad de marzo y ¡ojo! Caía semana Santa al ratico. Eran épocas algo diferentes].
La cosa es que llegó el momento del paseo, mi prima vistiendo para ir a la playa me tuvo intranquilo todo el viaje, desde el abrazo y beso de saludo hasta sus shorts durante le viaje. Nunca había estado tan cerca de una chica de mi edad aproximada que me resultara tan atractiva; todo un gran dilema. Recuerdo en algún momento que, sin ánimo de “samuelear” se inclinó para tomar algo que se le había caído de las manos y pude ver un lunar en su muslo, en la parte interna que siempre me pareció muy sensual. El paseo duraba unos 4 días [se terminó alargando semana y media] pero siempre todos andábamos en “pelota”, los primos mayores [que rondaban los 25 años] protegiendo a los menores como yo para evitar algún accidente por lo que, era difícil realmente tener un momento privado, con migo mismo.
Uno de los días del paseo, me separé un poco del grupo ya que, estábamos en unas pozas de un río y con la excusa de ir a orinar [para no orinar en la poza] me fui un “momentico” a solas. Tenía varios días de “tensión juvenil” con mi prima, que a partir de este momento llamaremos simplemente como “In”, y por fin tenía un momento a solas para desahogar esa tensión y hacerme a la idea de que allí moría la cosa, como una de las fantasías de esas que vi con complicidad de los compañeros del colegio en alguna revista o café internet. Por cierto, no recuerdo hasta ese momento haber aguantado una presión similar, simplemente para esas épocas si tenía un momento privado [que eran bastantes en casa] me masturbaba usando la imaginación o con ayuda de material facilitado, pero en ese paseo había sido imposible pues siempre había alguien cerca, hasta ese momento.
Naturalmente me tuve que haber tomado algún tiempo, hasta me senté en una roca y cuando terminaba la sensación de “calambre” recuerdo haber inclinado la cabeza hacia atrás, con esa sensación de adormilamiento que da después de…. Y con el rabillo del ojo veo a In, parada a un par de metros de distancia, vestida con su traje de baño naranja de una sola pieza que abrazaba sus pechos juveniles y resaltando su cadera en plena formación; alzó su mano izquierda en cuanto cruzamos miradas, llevándosela a la boca, como pellizcándose el labio inferior pero cerca de la comisura de la boca. Pudieron ser unos 2 o 3 segundos de silencio e inmovilidad, done el sonido del ambiente se vuelve ensordecedor cuando no hay palabras mientras yo estaba que me moría de la vergüenza con la sensación también de vacío en el estómago también. Deseaba que la roca donde estaba sentado se desprendiera y me dejase caer al río, no sin antes aplastarme. El silencio fue roto por un sonido ahogado de ella, de sorpresa casi que al mismo tiempo que uno de mis primos mayores comenzó a gritar a la distancia porque le parecía sospechoso que durara tanto orinando. Ella se volteó dio unos pasos devolviéndose por donde había venido y gritó simplemente que ya me había encontrado, que por allí venía. Mientras tanto, yo con el mayor de los apuros ni podía acomodarme bien la pantaloneta porque seguía erecto.
Ella se devolvió y poco después yo, ninguno tocamos el tema durante el resto del paseo, fue muy incómodo. Tanto así que, casi no nos dirigíamos palabra y ella evitaba cualquier acercamiento. Me sentía culpable, tal vez había herido su inocencia, me sentí tan mal como cuando los compañeros hablaban de cosas de chicos de las cuales no podía aportar yo ninguna experiencia pero con el agravante que la había cagado enormemente con mi prima y la vergüenza que eso significaba para mí. También me asomaba la posibilidad que si mis tíos se enteraran, me matarían.
Una vez terminado el paseo, nos dependíamos en la terminal de buses donde nuestros padres nos recogían y nos separábamos cada uno para su casa. Llegó el momento con el que sufrí un par de días: ¿con qué cara me despedía yo de ella? Aún recuerdo la sensación de vergüenza que me recorría ese día, tenía las manos frías y me sudaba la frente, hasta recuerdo que un primo me lo dijo cuando le di un apretón de mano. El momento llegaba, yo me despedía nerviosamente de todos allí y quedamos de últimos, ella notablemente nerviosa me dijo: “no se ha despedido de mí”. Recuerdo una sonrisa nerviosa de ella y me acerqué para darle un besito inocente, de los que se les da a los familiares, nada raro porque no tenía mente para ello, sin embargo, ella me rodeó con sus brazos, me presionó contra su pecho y me dijo suavecito: “tranquilo, yo me asusté también”.
Fue como un golpe de desconcierto: pesaba la vergüenza y después de esa frase me quedé con la sensación de no saber dónde estaba parado, quién era o lo que había ocurrido, pero me tranquilizó.
Tendría yo unos 14 años, en plena cúspide de la pubertad. Nunca me consideré un chavalo especialmente atractivo, de hecho hasta ése momento seguía siendo muy introvertido y, lo seguiría siendo por algún tiempo.
Como todo adolescente de esas edades, ya habían ciertas hormonas haciendo estragos y provocando reacciones fisiológicas que a veces eran incontrolables, sumado a la posibilidad de adquirir cierto material adulto del que tenía alguna que otra facilidad para encontrar y pasar mis momentos de soledad e intimidad, todo adquirido a través de compañeros del cole. [“¡no sé cómo llegaron a mi, lo juro!” Fue lo que dije años después a mamá cuando me los encontró]
Era una época complicada, recuerdo. Intentaba ligar con compañeras y conocidas pero como dije, no era del gusto de ninguna, ellas preferían el típico chico popular o los matones. Un tipo normal como yo, introvertido, amante de los videojuegos y de uno que otro deporte, algunos no muy populares como el básquet, el tiro deportivo o la fórmula 1 o que hablara de conflictos bélicos, historia o de mis sueños de viajar [aunque obviamente a esas edades no había presupuesto ni para una coca cola con papas], no eran interesantes temas para jovencitas de 14 años.
Fue bastante frustrante estar casi terminando el primer año de cole y no haber tenido ni “un piquito” o “un aprete” o tan siquiera haber conseguido una amistad fémina mientras que otros compañeros comentaban de sus escapadas, de sus hazañas y “jugadas”; habían, como en muchos casos “jetones” pero en otros casos ya los compañeros tenían amistades que, en mi caso, eran imposibles de conseguir.
Recuerdo que para fin de año nos reuníamos en la familia, mis padres con mis tíos y mis primos con migo. Siempre habían sido especialmente cercanos y cuando éramos pequeños disfrutábamos jugando mucho. Éste año fue totalmente diferente, si bien nos reunimos como siempre a jugar, los juegos habían cambiado, ahora jugábamos a Magic the Gathering, Pókemon, Yu Gi Ho, entre otros juegos de cartas. Mi prima menor ése año por terminar cumplió 13 y desde que la observé entrar por la puerta de la casa sentí esa sensación que provocan las hormonas a esa edad reaccionando. Recuerdo que comenzaba a tener una figura más de muchacha que, no le había observado nunca antes ni me había pasado por la mente, su piel tersa y blanca con sus mejillas dulcemente rosadas, todo arropado en una vestimenta juvenil por allá de finales de los 90’s, ella era un poco más alta que yo también y algo desarrollada para su edad; recuerdo también durante esa reunión estar hipnotizado y perder todos las partidas que jugamos, mientras intentaba observar sus pechos un poco más grandes por entre la blusa. Ella, no se percató obviamente, pues tenía otra mentalidad pero para mí había sido un gran impacto y no podía creer: me había “enamorado” de mi prima y por supuesto, sentía pena.
Ese día estuve todo embobado, no sé en qué momento hablaron los primos mayores de hacer un paseo todos a la costa y visitar lugares que yo ni puta idea tenía que existían a esa edad. Hablaron de realizarlo a inicios de año, tipo enero o febrero [porque antes las vacaciones eran tooodo diciembre, enero y febrero, entraba uno ya a mitad de marzo y ¡ojo! Caía semana Santa al ratico. Eran épocas algo diferentes].
La cosa es que llegó el momento del paseo, mi prima vistiendo para ir a la playa me tuvo intranquilo todo el viaje, desde el abrazo y beso de saludo hasta sus shorts durante le viaje. Nunca había estado tan cerca de una chica de mi edad aproximada que me resultara tan atractiva; todo un gran dilema. Recuerdo en algún momento que, sin ánimo de “samuelear” se inclinó para tomar algo que se le había caído de las manos y pude ver un lunar en su muslo, en la parte interna que siempre me pareció muy sensual. El paseo duraba unos 4 días [se terminó alargando semana y media] pero siempre todos andábamos en “pelota”, los primos mayores [que rondaban los 25 años] protegiendo a los menores como yo para evitar algún accidente por lo que, era difícil realmente tener un momento privado, con migo mismo.
Uno de los días del paseo, me separé un poco del grupo ya que, estábamos en unas pozas de un río y con la excusa de ir a orinar [para no orinar en la poza] me fui un “momentico” a solas. Tenía varios días de “tensión juvenil” con mi prima, que a partir de este momento llamaremos simplemente como “In”, y por fin tenía un momento a solas para desahogar esa tensión y hacerme a la idea de que allí moría la cosa, como una de las fantasías de esas que vi con complicidad de los compañeros del colegio en alguna revista o café internet. Por cierto, no recuerdo hasta ese momento haber aguantado una presión similar, simplemente para esas épocas si tenía un momento privado [que eran bastantes en casa] me masturbaba usando la imaginación o con ayuda de material facilitado, pero en ese paseo había sido imposible pues siempre había alguien cerca, hasta ese momento.
Naturalmente me tuve que haber tomado algún tiempo, hasta me senté en una roca y cuando terminaba la sensación de “calambre” recuerdo haber inclinado la cabeza hacia atrás, con esa sensación de adormilamiento que da después de…. Y con el rabillo del ojo veo a In, parada a un par de metros de distancia, vestida con su traje de baño naranja de una sola pieza que abrazaba sus pechos juveniles y resaltando su cadera en plena formación; alzó su mano izquierda en cuanto cruzamos miradas, llevándosela a la boca, como pellizcándose el labio inferior pero cerca de la comisura de la boca. Pudieron ser unos 2 o 3 segundos de silencio e inmovilidad, done el sonido del ambiente se vuelve ensordecedor cuando no hay palabras mientras yo estaba que me moría de la vergüenza con la sensación también de vacío en el estómago también. Deseaba que la roca donde estaba sentado se desprendiera y me dejase caer al río, no sin antes aplastarme. El silencio fue roto por un sonido ahogado de ella, de sorpresa casi que al mismo tiempo que uno de mis primos mayores comenzó a gritar a la distancia porque le parecía sospechoso que durara tanto orinando. Ella se volteó dio unos pasos devolviéndose por donde había venido y gritó simplemente que ya me había encontrado, que por allí venía. Mientras tanto, yo con el mayor de los apuros ni podía acomodarme bien la pantaloneta porque seguía erecto.
Ella se devolvió y poco después yo, ninguno tocamos el tema durante el resto del paseo, fue muy incómodo. Tanto así que, casi no nos dirigíamos palabra y ella evitaba cualquier acercamiento. Me sentía culpable, tal vez había herido su inocencia, me sentí tan mal como cuando los compañeros hablaban de cosas de chicos de las cuales no podía aportar yo ninguna experiencia pero con el agravante que la había cagado enormemente con mi prima y la vergüenza que eso significaba para mí. También me asomaba la posibilidad que si mis tíos se enteraran, me matarían.
Una vez terminado el paseo, nos dependíamos en la terminal de buses donde nuestros padres nos recogían y nos separábamos cada uno para su casa. Llegó el momento con el que sufrí un par de días: ¿con qué cara me despedía yo de ella? Aún recuerdo la sensación de vergüenza que me recorría ese día, tenía las manos frías y me sudaba la frente, hasta recuerdo que un primo me lo dijo cuando le di un apretón de mano. El momento llegaba, yo me despedía nerviosamente de todos allí y quedamos de últimos, ella notablemente nerviosa me dijo: “no se ha despedido de mí”. Recuerdo una sonrisa nerviosa de ella y me acerqué para darle un besito inocente, de los que se les da a los familiares, nada raro porque no tenía mente para ello, sin embargo, ella me rodeó con sus brazos, me presionó contra su pecho y me dijo suavecito: “tranquilo, yo me asusté también”.
Fue como un golpe de desconcierto: pesaba la vergüenza y después de esa frase me quedé con la sensación de no saber dónde estaba parado, quién era o lo que había ocurrido, pero me tranquilizó.