Maes, hay que aceptarlo: el ingenio del tico a veces agarra para el monte de una forma impresionante. Uno siempre oye historias de estafas, pero la de estos personajes que montaron una supuesta empresa de jardinería para extorsionar gente en Heredia y Alajuela es de otro nivel. ¡Qué nivel de despiche! Nueve personas acaban de ser condenadas por una vara que parece sacada de una película de muy bajo presupuesto, pero con consecuencias bien reales para las víctimas. Y es que el método que usaban era tan simple como perverso, jugando con la confianza de la gente que solo quería tener el patio bonito.
El toco era de película, se los juro. Imagínense la escena: los maes llegaban muy quitados de pena a una choza, ofrecían servicios de jardinería o fumigación con un verbo que ya quisiera tener un político. Te sacaban un "contrato" todo meco y te ofrecían el producto a un precio regalado por litro. Obviamente, la gente decía que sí, ¿quién no? El problema es que una vez adentro, empezaba el verdadero "brete" de ellos. Hacían un show de que rociaban el producto por todo lado y, al final, ¡BAM! Le salían con un cuento chino de que habían gastado galones y galones del supuesto químico mágico. La factura pasaba de ser un monto razonable a una millonada absurda.
Y aquí es donde la vara se pone fea de verdad, porque no era una simple estafa. Cuando el dueño de la casa, como es lógico, se negaba a pagar semejante salvajada, los tipos cambiaban el chip. Ya no eran los jardineros "buena gente", sino un grupo de maes feos, atravesados, y lo más importante: dentro de su choza. Aprovechaban el portillo que les habían abierto para amenazar e intimidar a las víctimas hasta que soltaban la harina. Y diay, la gente, con el susto metido en el cuerpo y viendo a esos tipos adueñados de su sala, terminaba aflojando la plata. Una jugada cobarde que se aprovechaba sobre todo de la vulnerabilidad de las personas en su propio hogar.
Al final, el chistecito les costó a 13 familias un perjuicio económico de más de 10 melones. ¡Diez millones de colones! Desde pagos de ₡200.000 hasta un caso donde le sacaron ₡5.000.000 a una sola persona. Por dicha, la justicia esta vez se movió. Para no alargar la novela, los nueve imputados decidieron evitarse el show del juicio y se sometieron a un procedimiento abreviado. En otras palabras, aceptaron la torta que se jalaron y negociaron la pena. El resultado: 99 años de cárcel repartidos entre todos. Hay un par de apellidos Calderón Romero que se repiten bastante, así que parece que era un negocito familiar. Al que más le fue mal le clavaron 27 años, una pena que ojalá sirva de algo.
Pero lo más jodido de toda esta situación, más allá de la plata, es cómo nos obliga a vivir con una desconfianza constante. Antes uno le abría la puerta al que venía a leer el medidor del agua o al que ofrecía un servicio sin pensarlo dos veces. Ahora, hasta el mae que quiere podarle el zacate se vuelve un sospechoso. Esta gente no solo robó plata, se robó un poquito de esa tranquilidad que tanto nos enorgullecía. Por eso, ahora la pregunta del millón para el foro: Más allá de la obvia desconfianza, ¿qué mañas o filtros usan ustedes para dejar entrar a alguien a su casa a hacer un brete? ¿Piden cédulas, buscan la empresa en redes, le piden referencias hasta al gato? Porque mae, ¡qué sal! uno ya no puede estar tranquilo ni en la propia choza.
El toco era de película, se los juro. Imagínense la escena: los maes llegaban muy quitados de pena a una choza, ofrecían servicios de jardinería o fumigación con un verbo que ya quisiera tener un político. Te sacaban un "contrato" todo meco y te ofrecían el producto a un precio regalado por litro. Obviamente, la gente decía que sí, ¿quién no? El problema es que una vez adentro, empezaba el verdadero "brete" de ellos. Hacían un show de que rociaban el producto por todo lado y, al final, ¡BAM! Le salían con un cuento chino de que habían gastado galones y galones del supuesto químico mágico. La factura pasaba de ser un monto razonable a una millonada absurda.
Y aquí es donde la vara se pone fea de verdad, porque no era una simple estafa. Cuando el dueño de la casa, como es lógico, se negaba a pagar semejante salvajada, los tipos cambiaban el chip. Ya no eran los jardineros "buena gente", sino un grupo de maes feos, atravesados, y lo más importante: dentro de su choza. Aprovechaban el portillo que les habían abierto para amenazar e intimidar a las víctimas hasta que soltaban la harina. Y diay, la gente, con el susto metido en el cuerpo y viendo a esos tipos adueñados de su sala, terminaba aflojando la plata. Una jugada cobarde que se aprovechaba sobre todo de la vulnerabilidad de las personas en su propio hogar.
Al final, el chistecito les costó a 13 familias un perjuicio económico de más de 10 melones. ¡Diez millones de colones! Desde pagos de ₡200.000 hasta un caso donde le sacaron ₡5.000.000 a una sola persona. Por dicha, la justicia esta vez se movió. Para no alargar la novela, los nueve imputados decidieron evitarse el show del juicio y se sometieron a un procedimiento abreviado. En otras palabras, aceptaron la torta que se jalaron y negociaron la pena. El resultado: 99 años de cárcel repartidos entre todos. Hay un par de apellidos Calderón Romero que se repiten bastante, así que parece que era un negocito familiar. Al que más le fue mal le clavaron 27 años, una pena que ojalá sirva de algo.
Pero lo más jodido de toda esta situación, más allá de la plata, es cómo nos obliga a vivir con una desconfianza constante. Antes uno le abría la puerta al que venía a leer el medidor del agua o al que ofrecía un servicio sin pensarlo dos veces. Ahora, hasta el mae que quiere podarle el zacate se vuelve un sospechoso. Esta gente no solo robó plata, se robó un poquito de esa tranquilidad que tanto nos enorgullecía. Por eso, ahora la pregunta del millón para el foro: Más allá de la obvia desconfianza, ¿qué mañas o filtros usan ustedes para dejar entrar a alguien a su casa a hacer un brete? ¿Piden cédulas, buscan la empresa en redes, le piden referencias hasta al gato? Porque mae, ¡qué sal! uno ya no puede estar tranquilo ni en la propia choza.