Mae, hoy me levanté, me serví el cafecito y, mientras le daba scroll al celular, me topé con la caricatura del día de Mecho. No era una de esas que te saca una risa, sino una que te da justo en el clavo, un balde de agua fría con sabor a realidad. El titular que la acompañaba era lapidario: "70 % de los ticos tiene poca o ninguna confianza en que el Gobierno resuelva inseguridad". ¡Qué despiche! Leer eso a las 6 de la mañana es para que a uno se le atragante el gallo pinto. No es una cifra más, es el sentir de la calle hecho estadística, la conversación que uno tiene en la pulpería o con los compas del brete, pero puesta en blanco y negro para que duela más.
Y es que, seamos honestos, ¿a quién le extraña esa vara? La confianza no es un chunche que se compra en el súper, se gana con acciones, y la percepción general es que en esa materia el plan se fue al traste hace rato. Uno escucha los discursos, las promesas de "mano dura", los planes con nombres rimbombantes que anuncian cada dos por tres, pero la realidad en la acera de uno es otra. Es la vecina a la que le bajan el celular en la parada de bus, el compa al que le tachan la casa por tercera vez o la simple decisión de pensarla dos veces antes de salir a caminar cuando ya se metió el sol. Esa desconexión entre la palabrería y el día a día es la que alimenta ese 70 %.
El problema es que esto ya parece un círculo vicioso. El Gobierno sale a decir que están trabajando, que las cifras van a mejorar y que tienen una nueva estrategia. Pero pareciera que en cada intento se jalan una torta más grande que la anterior. Se anuncian más policías, pero no se les ve en los barrios calientes. Se habla de tecnología, pero los sistemas de emergencia a veces fallan. Es como si estuviéramos colectivamente salados. La gente ya no espera soluciones, sino que reza para que el próximo afectado no sea uno o alguien de la familia. Y cuando la fe se le pierde a las instituciones que deberían cuidarte, ¿qué queda? Queda el cinismo, la resignación y, por supuesto, ese 7 de cada 10 que ya tiró la toalla.
Esta falta de confianza es más peligrosa de lo que parece. No solo se trata de sentir miedo, sino de cómo empezamos a cambiar nuestras vidas por culpa de ese miedo. La gente invierte en cámaras, en alambres navaja, en alarmas... convertimos nuestras casas en pequeñas fortalezas. Dejamos de ir a ciertos lugares, modificamos nuestras rutinas y, sin darnos cuenta, le cedemos el espacio público a la delincuencia. El "pura vida" se nos está convirtiendo en un "pura vida, pero con cuidado". Y esa erosión de la normalidad, esa pérdida de la tranquilidad que tanto nos enorgullecía, es quizás la consecuencia más triste de todas.
Al final, la caricatura de Mecho no es solo un dibujo; es un espejo que nos refleja una frustración nacional. Ese 70 % no es un ataque político, es un grito de auxilio de una ciudadanía que se siente a la deriva en un tema tan básico como la seguridad. Diay, la pregunta que nos queda en el aire es bastante incómoda y va más allá de solo quejarse. Como ciudadanos y miembros de este foro, ¿creen que esta desconfianza tiene vuelta atrás, o ya esta vara se nos fue completamente de las manos? ¿Qué tendría que pasar para que ese número empiece a bajar?
Y es que, seamos honestos, ¿a quién le extraña esa vara? La confianza no es un chunche que se compra en el súper, se gana con acciones, y la percepción general es que en esa materia el plan se fue al traste hace rato. Uno escucha los discursos, las promesas de "mano dura", los planes con nombres rimbombantes que anuncian cada dos por tres, pero la realidad en la acera de uno es otra. Es la vecina a la que le bajan el celular en la parada de bus, el compa al que le tachan la casa por tercera vez o la simple decisión de pensarla dos veces antes de salir a caminar cuando ya se metió el sol. Esa desconexión entre la palabrería y el día a día es la que alimenta ese 70 %.
El problema es que esto ya parece un círculo vicioso. El Gobierno sale a decir que están trabajando, que las cifras van a mejorar y que tienen una nueva estrategia. Pero pareciera que en cada intento se jalan una torta más grande que la anterior. Se anuncian más policías, pero no se les ve en los barrios calientes. Se habla de tecnología, pero los sistemas de emergencia a veces fallan. Es como si estuviéramos colectivamente salados. La gente ya no espera soluciones, sino que reza para que el próximo afectado no sea uno o alguien de la familia. Y cuando la fe se le pierde a las instituciones que deberían cuidarte, ¿qué queda? Queda el cinismo, la resignación y, por supuesto, ese 7 de cada 10 que ya tiró la toalla.
Esta falta de confianza es más peligrosa de lo que parece. No solo se trata de sentir miedo, sino de cómo empezamos a cambiar nuestras vidas por culpa de ese miedo. La gente invierte en cámaras, en alambres navaja, en alarmas... convertimos nuestras casas en pequeñas fortalezas. Dejamos de ir a ciertos lugares, modificamos nuestras rutinas y, sin darnos cuenta, le cedemos el espacio público a la delincuencia. El "pura vida" se nos está convirtiendo en un "pura vida, pero con cuidado". Y esa erosión de la normalidad, esa pérdida de la tranquilidad que tanto nos enorgullecía, es quizás la consecuencia más triste de todas.
Al final, la caricatura de Mecho no es solo un dibujo; es un espejo que nos refleja una frustración nacional. Ese 70 % no es un ataque político, es un grito de auxilio de una ciudadanía que se siente a la deriva en un tema tan básico como la seguridad. Diay, la pregunta que nos queda en el aire es bastante incómoda y va más allá de solo quejarse. Como ciudadanos y miembros de este foro, ¿creen que esta desconfianza tiene vuelta atrás, o ya esta vara se nos fue completamente de las manos? ¿Qué tendría que pasar para que ese número empiece a bajar?