Mae, uno pasa la mitad de la vida quejándose. Que la calle está hecha leña, que el parque está en el olvido, que qué feo se ve todo. Y diay, la queja es válida, pero seamos honestos, casi siempre se queda en eso: pura hablada. Por eso, cuando uno se topa con una historia como la de los vecinos de Vientos Frescos, en Tejar de Cartago, la vara cambia. Esta gente se cansó del bla bla bla, se arrolló las mangas y decidió ponerle color al asunto, literalmente. Agarraron los postes de luz, esos chunches de cemento que uno ni vuelve a ver, y los están convirtiendo en obras de arte. Una iniciativa que, para qué, está ¡qué chiva!
La que nos cuenta la vara es Paola Brenes, una de las ocho personas que prendió la mecha de este movimiento. La idea era simple pero potente: ¿por qué esperar a que alguien más venga a arreglar nuestro entorno si podemos empezar nosotros? Se pusieron de acuerdo, hicieron un grupo y empezaron a buscar quién les podía echar una mano con la parte artística. Así fue como dieron con Alexánder López Rylyuk, un artista que ya tiene su buena fama por intervenciones urbanas. El mae, que es un carga en el tema, no solo llegó a pintar, sino que les enseñó cómo hacerlo de forma participativa. El plan no era que un artista llegara a hacer su obra, sino que la comunidad entera se apropiara del proyecto. ¡Qué nivel!
Claro, como todo en Tiquicia, la cosa no es solo de agarrar una brocha y listo. Aunque ya llevan tres postes pintados y se ven espectaculares, el objetivo final es intervenir los nueve que hay en el barrio. Para lograrlo, tuvieron que armar un proyecto formal y presentarlo a la Municipalidad de Cartago. Ahorita están en ese limbo burocrático, esperando que les den luz verde y, ojalá, una manita con los materiales. Es el paso lógico: empezar con recursos propios para demostrar que la iniciativa va en serio y luego buscar el apoyo institucional para hacerla crecer. Ojalá en la muni se pongan las pilas y vean el tesoro que tienen entre manos, porque este tipo de organización vale oro.
Y es que aquí es donde el asunto se pone profundo. Esto va mucho más allá de tener unos postes bonitos. Como dice la misma Paola, se trata de darle identidad al barrio, de fortalecer los lazos entre vecinos que a veces ni se conocen. Es un acto de rebeldía cívica contra el descuido y la inseguridad. Es decir: "Este es nuestro espacio y lo vamos a cuidar nosotros". En un Cartago que, como muchas otras partes del país, ha visto cómo se deterioran sus espacios públicos, esta gente está dando un ejemplo clarísimo. Están recuperando el sentido de pertenencia, una pincelada a la vez, demostrando que mejorar el entorno es una responsabilidad compartida.
Al final del día, el mensaje de Paola y sus vecinos es directo a la yugular para el resto de nosotros: dejen de esperar, organícense y hagan algo, aunque sea pequeño. A veces uno cree que se necesita un presupuesto millonario o el permiso de mil instituciones para cambiar las cosas, pero esta gente demuestra que lo primero que se necesita son ganas y organización. Este proyecto en Vientos Frescos no solo está embelleciendo las calles; está tejiendo comunidad, inspirando a otros y recordándonos que el poder de cambiar nuestro entorno está, muchas veces, en nuestras propias manos. Es un recordatorio de que la comunidad tiene una fuerza increíble cuando se cansa de quejarse y empieza a bretear.
Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Conocen casos parecidos en sus barrios? O mejor aún, ¿qué pequeña acción se les ocurre que podría empezar a cambiarle la cara a la comunidad de ustedes? ¡Cuenten a ver!
La que nos cuenta la vara es Paola Brenes, una de las ocho personas que prendió la mecha de este movimiento. La idea era simple pero potente: ¿por qué esperar a que alguien más venga a arreglar nuestro entorno si podemos empezar nosotros? Se pusieron de acuerdo, hicieron un grupo y empezaron a buscar quién les podía echar una mano con la parte artística. Así fue como dieron con Alexánder López Rylyuk, un artista que ya tiene su buena fama por intervenciones urbanas. El mae, que es un carga en el tema, no solo llegó a pintar, sino que les enseñó cómo hacerlo de forma participativa. El plan no era que un artista llegara a hacer su obra, sino que la comunidad entera se apropiara del proyecto. ¡Qué nivel!
Claro, como todo en Tiquicia, la cosa no es solo de agarrar una brocha y listo. Aunque ya llevan tres postes pintados y se ven espectaculares, el objetivo final es intervenir los nueve que hay en el barrio. Para lograrlo, tuvieron que armar un proyecto formal y presentarlo a la Municipalidad de Cartago. Ahorita están en ese limbo burocrático, esperando que les den luz verde y, ojalá, una manita con los materiales. Es el paso lógico: empezar con recursos propios para demostrar que la iniciativa va en serio y luego buscar el apoyo institucional para hacerla crecer. Ojalá en la muni se pongan las pilas y vean el tesoro que tienen entre manos, porque este tipo de organización vale oro.
Y es que aquí es donde el asunto se pone profundo. Esto va mucho más allá de tener unos postes bonitos. Como dice la misma Paola, se trata de darle identidad al barrio, de fortalecer los lazos entre vecinos que a veces ni se conocen. Es un acto de rebeldía cívica contra el descuido y la inseguridad. Es decir: "Este es nuestro espacio y lo vamos a cuidar nosotros". En un Cartago que, como muchas otras partes del país, ha visto cómo se deterioran sus espacios públicos, esta gente está dando un ejemplo clarísimo. Están recuperando el sentido de pertenencia, una pincelada a la vez, demostrando que mejorar el entorno es una responsabilidad compartida.
Al final del día, el mensaje de Paola y sus vecinos es directo a la yugular para el resto de nosotros: dejen de esperar, organícense y hagan algo, aunque sea pequeño. A veces uno cree que se necesita un presupuesto millonario o el permiso de mil instituciones para cambiar las cosas, pero esta gente demuestra que lo primero que se necesita son ganas y organización. Este proyecto en Vientos Frescos no solo está embelleciendo las calles; está tejiendo comunidad, inspirando a otros y recordándonos que el poder de cambiar nuestro entorno está, muchas veces, en nuestras propias manos. Es un recordatorio de que la comunidad tiene una fuerza increíble cuando se cansa de quejarse y empieza a bretear.
Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Conocen casos parecidos en sus barrios? O mejor aún, ¿qué pequeña acción se les ocurre que podría empezar a cambiarle la cara a la comunidad de ustedes? ¡Cuenten a ver!