Maes, seamos honestos, la vara en la educación pública ya venía color de hormiga, pero los últimos casos de güilas consumiendo sustancias en escuelas y colegios ya son la tapa del frasco. Lo que pasó en Naranjo y Palmares no son hechos aislados, son dos bombillos rojos parpadeando que nos gritan en la cara que este despiche se nos está saliendo de las manos. Ya no es el vinito de consagrar a escondidas; ahora hablamos de guaro al 90%, vapes que parecen marcadores y retos virales que normalizan inhalar cualquier chunche con tal de ganar likes. ¿En qué momento llegamos a esto?
Lo primero es entender el porqué. Según los cargas del IAFA, no es que los güilas de ahora "salieron malos", es pura ciencia. Diay, resulta que el cerebro de un adolescente es como una compu potentísima pero sin el antivirus ni el firewall instalados. La parte que nos frena, la que nos dice "mae, mejor no", la que piensa en las consecuencias, todavía está en construcción. Un experto lo ponía así de fácil: mientras un adulto se pregunta "¿es bueno para mí?", un adolescente funciona con el sistema operativo de "quiero ver qué pasa". Si a esa impulsividad pura le sumamos sustancias que generan placer inmediato, tenemos una bomba de tiempo. Y esa bomba, lamentablemente, está haciendo tictac en los pasillos de nuestros colegios.
Vean si no la torta de Naranjo. Una güila de ¡diez años! se jaló el numerito de llevar una gaseosa con alcohol al 90% a la escuela. El resultado: dos compañeritas intoxicadas y en condición grave en el hospital. ¡Diez años, maes! A esa edad uno se preocupaba por si le salía el tazo de la suerte, no por terminar en emergencias por una intoxicación etílica. Y para rematar, la misma chiquita agredió a la maestra. Esto va más allá de una simple travesura; es un reflejo de problemas mucho más profundos que, de fijo, empiezan en la casa y que el sistema educativo, ya de por sí ahogado en sus propios problemas, no sabe cómo manejar.
Y después, el video de Palmares. ¿Se acuerdan? El mae inhalando un polvo blanco en medio de un supuesto reto, con los compas gritándole "¡dele, dele!". Y aquí la vara se pone más extraña. El IAFA dice que calma, que podría ser Limoncho. Pero seamos serios, ¿importa si era cocaína o un dulce ácido? El gesto, la simulación, la presión del grupo, la necesidad de grabarlo todo para redes sociales... todo el cuadro es un síntoma de que algo anda muy, muy mal. Que un güila crea que es "tuanis" o "carga" simular que se mete un pase, sea de lo que sea, nos dice que la normalización del consumo ya les ganó la partida en su imaginario.
Al final, los expertos del IAFA dicen algo clave: cuando uno como tata o encargado se da cuenta de una vara así, el peor error es llegar en plan inquisidor. Nada de "¡sos un marihuanero!". La jugada es bajar las revoluciones y preguntar: "¿Todo bien? ¿Necesitás ayuda?". Porque muchas veces, esto no es una moda, es un escape. Un escape a problemas en la casa, al estrés del cole, a un corazón roto o a la simple necesidad de pertenecer. No se trata de alcahuetear, sino de entender. Mi pregunta para el foro es esta: ¿Dónde se está quebrando la cadena? ¿Es culpa de los papás que andan en mil varas, del MEP que no da abasto, de las redes sociales que venden esta basura como algo cool o es un despiche de todo un poco? ¿Ustedes qué opinan?
Lo primero es entender el porqué. Según los cargas del IAFA, no es que los güilas de ahora "salieron malos", es pura ciencia. Diay, resulta que el cerebro de un adolescente es como una compu potentísima pero sin el antivirus ni el firewall instalados. La parte que nos frena, la que nos dice "mae, mejor no", la que piensa en las consecuencias, todavía está en construcción. Un experto lo ponía así de fácil: mientras un adulto se pregunta "¿es bueno para mí?", un adolescente funciona con el sistema operativo de "quiero ver qué pasa". Si a esa impulsividad pura le sumamos sustancias que generan placer inmediato, tenemos una bomba de tiempo. Y esa bomba, lamentablemente, está haciendo tictac en los pasillos de nuestros colegios.
Vean si no la torta de Naranjo. Una güila de ¡diez años! se jaló el numerito de llevar una gaseosa con alcohol al 90% a la escuela. El resultado: dos compañeritas intoxicadas y en condición grave en el hospital. ¡Diez años, maes! A esa edad uno se preocupaba por si le salía el tazo de la suerte, no por terminar en emergencias por una intoxicación etílica. Y para rematar, la misma chiquita agredió a la maestra. Esto va más allá de una simple travesura; es un reflejo de problemas mucho más profundos que, de fijo, empiezan en la casa y que el sistema educativo, ya de por sí ahogado en sus propios problemas, no sabe cómo manejar.
Y después, el video de Palmares. ¿Se acuerdan? El mae inhalando un polvo blanco en medio de un supuesto reto, con los compas gritándole "¡dele, dele!". Y aquí la vara se pone más extraña. El IAFA dice que calma, que podría ser Limoncho. Pero seamos serios, ¿importa si era cocaína o un dulce ácido? El gesto, la simulación, la presión del grupo, la necesidad de grabarlo todo para redes sociales... todo el cuadro es un síntoma de que algo anda muy, muy mal. Que un güila crea que es "tuanis" o "carga" simular que se mete un pase, sea de lo que sea, nos dice que la normalización del consumo ya les ganó la partida en su imaginario.
Al final, los expertos del IAFA dicen algo clave: cuando uno como tata o encargado se da cuenta de una vara así, el peor error es llegar en plan inquisidor. Nada de "¡sos un marihuanero!". La jugada es bajar las revoluciones y preguntar: "¿Todo bien? ¿Necesitás ayuda?". Porque muchas veces, esto no es una moda, es un escape. Un escape a problemas en la casa, al estrés del cole, a un corazón roto o a la simple necesidad de pertenecer. No se trata de alcahuetear, sino de entender. Mi pregunta para el foro es esta: ¿Dónde se está quebrando la cadena? ¿Es culpa de los papás que andan en mil varas, del MEP que no da abasto, de las redes sociales que venden esta basura como algo cool o es un despiche de todo un poco? ¿Ustedes qué opinan?