Maes, uno a veces piensa que ciertas zonas son más tranquilas, que la cosa está más controlada, pero diay, parece que en todo lado se cuecen habas. ¿La última? Allá por el Coyol de Alajuela. Este lunes, la gente de dos barrios, Los Olivos y La Amistad, se despertó con un despliegue de la Policía de Control de Drogas (PCD) que dejó a más de uno con el café a medio tomar. La razón: reventaron un búnker que, según las autoridades, era el dolor de cabeza de la comunidad.
Y es que la vara no era para menos. Imagínense el escenario: un desfile constante de gente extraña a toda hora, el riesgo de que le jalen el celular a uno por un par de piedras de crack y esa sensación de inseguridad que se te mete hasta los huesos. Según el Ministerio de Seguridad, el grupito que operaba ahí tenía montado un verdadero despiche. No solo vendían la droga, principalmente crack, sino que el negocio atraía toda una fauna de delitos asociados. Los vecinos ya estaban hasta la coronilla con los hurtos y asaltos que se habían vuelto pan de cada día.
Pero aquí es donde hay que quitarse el sombrero. Cuando las cosas se hacen bien, se hacen bien. La PCD no llegó a batear. Montaron una investigación, identificaron a los responsables y coordinaron un operativo que fue un verdadero nivel. Involucraron a la Unidad Canina (¡claramente los perritos hicieron su brete!), a la gente de Inteligencia y hasta a la Fuerza Pública para asegurar el perímetro. Cayeron con todo en dos allanamientos simultáneos para que a los maes no les diera chance ni de esconder los chereques.
Y hablando de chereques, la cosecha no estuvo nada mal. Los oficiales decomisaron casi 300 dosis de crack listas para la venta, un poco de marihuana, como 84 rojitos en efectivo (la platica del día, seguro), y la cereza del pastel: un revólver con sus respectivas municiones. Pero lo más importante fue el resultado humano: cuatro detenidos. Y aquí es donde la vara se pone interesante. No eran unos novatos. El presunto líder, un tal Núñez Cabrera de 31 años, ya tenía su mancha por la Ley de Licores. Pero sus compinches son toda una colección de joyas: uno de 23 con siete causas por tenencia de drogas; otro de 29 con ¡16 anotaciones por lo mismo! más un historial por robo con violencia; y el más joven, de 20, que ya le seguía los pasos a los demás.
Ahora, como siempre, la pelota queda en la cancha del Ministerio Público. Los cuatro sujetos ya fueron entregados y están a la espera de que un juez decida qué medidas les tocan. Y aquí es donde les lanzo la pregunta a ustedes, la gente pensante de este foro: viendo los expedientes de estos maes, que son más largos que una semana sin quincena, ¿creen que esta vez sí los dejen guardados un buen rato? ¿O es que el sistema está tan saturado que en un par de meses los vemos de nuevo en las andadas? ¡Los leo!
Y es que la vara no era para menos. Imagínense el escenario: un desfile constante de gente extraña a toda hora, el riesgo de que le jalen el celular a uno por un par de piedras de crack y esa sensación de inseguridad que se te mete hasta los huesos. Según el Ministerio de Seguridad, el grupito que operaba ahí tenía montado un verdadero despiche. No solo vendían la droga, principalmente crack, sino que el negocio atraía toda una fauna de delitos asociados. Los vecinos ya estaban hasta la coronilla con los hurtos y asaltos que se habían vuelto pan de cada día.
Pero aquí es donde hay que quitarse el sombrero. Cuando las cosas se hacen bien, se hacen bien. La PCD no llegó a batear. Montaron una investigación, identificaron a los responsables y coordinaron un operativo que fue un verdadero nivel. Involucraron a la Unidad Canina (¡claramente los perritos hicieron su brete!), a la gente de Inteligencia y hasta a la Fuerza Pública para asegurar el perímetro. Cayeron con todo en dos allanamientos simultáneos para que a los maes no les diera chance ni de esconder los chereques.
Y hablando de chereques, la cosecha no estuvo nada mal. Los oficiales decomisaron casi 300 dosis de crack listas para la venta, un poco de marihuana, como 84 rojitos en efectivo (la platica del día, seguro), y la cereza del pastel: un revólver con sus respectivas municiones. Pero lo más importante fue el resultado humano: cuatro detenidos. Y aquí es donde la vara se pone interesante. No eran unos novatos. El presunto líder, un tal Núñez Cabrera de 31 años, ya tenía su mancha por la Ley de Licores. Pero sus compinches son toda una colección de joyas: uno de 23 con siete causas por tenencia de drogas; otro de 29 con ¡16 anotaciones por lo mismo! más un historial por robo con violencia; y el más joven, de 20, que ya le seguía los pasos a los demás.
Ahora, como siempre, la pelota queda en la cancha del Ministerio Público. Los cuatro sujetos ya fueron entregados y están a la espera de que un juez decida qué medidas les tocan. Y aquí es donde les lanzo la pregunta a ustedes, la gente pensante de este foro: viendo los expedientes de estos maes, que son más largos que una semana sin quincena, ¿creen que esta vez sí los dejen guardados un buen rato? ¿O es que el sistema está tan saturado que en un par de meses los vemos de nuevo en las andadas? ¡Los leo!
