Maes, honestamente, hay noticias que uno lee y piensa ‘ok, qué bien’, y hay otras que te sacan una sonrisa y te hacen decir ‘¡qué nivel!’. La vara que pasó en el Cerro Chirripó este setiembre es, sin duda, de las segundas. Porque una cosa es hablar de patriotismo desde un escritorio con aire acondicionado, y otra muy diferente es ganárselo a puro pulmón, con frío, lluvia y barro hasta en la cédula. Un grupo de estudiantes y atletas se mandaron a la cima más alta de Tiquicia, no solo para tomarse la foto, sino para hacer historia llevando la Luz de la Independencia a los 3.821 metros de altura.
La excusa era perfecta: celebrar los 50 años del Parque Nacional Chirripó. Pero el resultado fue mucho más que un simple acto protocolario. Pónganse en los zapatos de esos güilas del Liceo de Canaan y de los atletas que los acompañaron. Salieron de San Gerardo de Rivas y se enfrentaron a una subida que, para los que la conocemos, sabemos que no es ningún chiste. No era un día de sol radiante y cielos despejados. El reporte dice que les tocó frío, lluvia y un barrial. Y aún así, después de tres horas y media de darle duro, llegaron al albergue de Los Crestones con la luz intacta, donde la gente los recibió con banderas y aplausos. ¡Eso, mae, eso es tenerla clara!
Ahora, aquí viene la parte que me pareció un toque genial, la pura inteligencia tica en acción. Obviamente, no se puede subir con una antorcha de fuego de verdad al Parque Nacional. ¡Imaginen el problemón si se prende algo! Sería la ironía más grande de la historia. Diay, ¿qué hicieron? Adaptarse. Cambiaron la llama por un chunche de tecnología LED. Y aunque suene menos romántico, el simbolismo es el mismo, o quizás hasta más potente. No se trataba del fuego, se trataba de la luz. Se trataba de llevar esa idea de independencia y libertad hasta el punto más cercano al cielo que tenemos en este país, y lo lograron sin poner en riesgo nuestros bosques. Eso es pensar con la cabeza.
Y el toque humano, mae... ¡qué carga esta gente! Esto no fue una carrera de relevos fría y mecánica. El último kilómetro fue el más emotivo, con la luz pasando de mano en mano, como un verdadero esfuerzo colectivo. El foco se lo llevó Vanessa Jiménez, una estudiante y atleta que, según cuentan, se caminó 17 kilómetros desde su comunidad, Sitio Gilda, solo para unirse al trayecto y ser parte de la historia. Cuando le preguntaron, la mae dijo que se sentía feliz de representar a su pueblo. No es para menos, ¡qué nivel de compromiso! Historias como la de ella son las que le dan alma a estos eventos y demuestran que el patriotismo no está en desfiles, sino en el esfuerzo.
Al final, esta vara es más que una simple noticia bonita. Es un recordatorio de que a veces, para llevar una luz (literal o simbólica) a lo más alto, lo que se necesita es un montón de gente dispuesta a pegarse el brete, sin importar el clima o los obstáculos. Les quedó a cachete la celebración y, de paso, nos dejaron una postal increíble y un ejemplo tuanis para todos. Me parece que es de esas noticias que nos hinchan un poquito el pecho de orgullo.
Mi pregunta para el foro es esta: Más allá de lo tuanis del evento, ¿qué creen que significa un acto así para el patriotismo de las nuevas generaciones? ¿Son estas las 'celebraciones' que necesitamos, más de acción y menos de discurso? ¡Los leo!
La excusa era perfecta: celebrar los 50 años del Parque Nacional Chirripó. Pero el resultado fue mucho más que un simple acto protocolario. Pónganse en los zapatos de esos güilas del Liceo de Canaan y de los atletas que los acompañaron. Salieron de San Gerardo de Rivas y se enfrentaron a una subida que, para los que la conocemos, sabemos que no es ningún chiste. No era un día de sol radiante y cielos despejados. El reporte dice que les tocó frío, lluvia y un barrial. Y aún así, después de tres horas y media de darle duro, llegaron al albergue de Los Crestones con la luz intacta, donde la gente los recibió con banderas y aplausos. ¡Eso, mae, eso es tenerla clara!
Ahora, aquí viene la parte que me pareció un toque genial, la pura inteligencia tica en acción. Obviamente, no se puede subir con una antorcha de fuego de verdad al Parque Nacional. ¡Imaginen el problemón si se prende algo! Sería la ironía más grande de la historia. Diay, ¿qué hicieron? Adaptarse. Cambiaron la llama por un chunche de tecnología LED. Y aunque suene menos romántico, el simbolismo es el mismo, o quizás hasta más potente. No se trataba del fuego, se trataba de la luz. Se trataba de llevar esa idea de independencia y libertad hasta el punto más cercano al cielo que tenemos en este país, y lo lograron sin poner en riesgo nuestros bosques. Eso es pensar con la cabeza.
Y el toque humano, mae... ¡qué carga esta gente! Esto no fue una carrera de relevos fría y mecánica. El último kilómetro fue el más emotivo, con la luz pasando de mano en mano, como un verdadero esfuerzo colectivo. El foco se lo llevó Vanessa Jiménez, una estudiante y atleta que, según cuentan, se caminó 17 kilómetros desde su comunidad, Sitio Gilda, solo para unirse al trayecto y ser parte de la historia. Cuando le preguntaron, la mae dijo que se sentía feliz de representar a su pueblo. No es para menos, ¡qué nivel de compromiso! Historias como la de ella son las que le dan alma a estos eventos y demuestran que el patriotismo no está en desfiles, sino en el esfuerzo.
Al final, esta vara es más que una simple noticia bonita. Es un recordatorio de que a veces, para llevar una luz (literal o simbólica) a lo más alto, lo que se necesita es un montón de gente dispuesta a pegarse el brete, sin importar el clima o los obstáculos. Les quedó a cachete la celebración y, de paso, nos dejaron una postal increíble y un ejemplo tuanis para todos. Me parece que es de esas noticias que nos hinchan un poquito el pecho de orgullo.
Mi pregunta para el foro es esta: Más allá de lo tuanis del evento, ¿qué creen que significa un acto así para el patriotismo de las nuevas generaciones? ¿Son estas las 'celebraciones' que necesitamos, más de acción y menos de discurso? ¡Los leo!