Maes, hay varas que uno lee y de verdad que se le para el pelo. Hoy nos toca hablar de un tema que pica y se extiende: la seguridad en los colegios. Y no en cualquier cole, sino en el famosísimo y respetado Liceo de Costa Rica. Resulta que una madre de familia, con más valor que medio gobierno, salió a decir que la situación adentro está color de hormiga. Según ella, lo que pasa en los pasillos de ese centro educativo es para sentarse a llorar. La denuncia es seria y apunta a un problema que muchos sospechamos pero que pocos se atreven a confirmar: nuestros colegios se están volviendo un reflejo de la inseguridad que vivimos en la calle.
Vamos al grano. La doña, que obviamente pidió anonimato para que no le caiga la perseguidora a su hijo, contó al Diario Extra que la gota que derramó el vaso fue un incidente con pólvora. Aparentemente, un estudiante llegó con unas bombetas de alto impacto y las reventó adentro. ¡Imagínense el despiche! La gente pensó que era una balacera. Pero eso es solo la punta del iceberg. La madre asegura que la vara está tan fea que, al parecer, ya es normal encontrar drogas entre las pertenencias de los estudiantes y que incluso algunos llegan con armas y chunches peligrosos. Para rematar, dice que las puertas del cole pasan abiertas de par en par, permitiendo que entre y salga cualquiera. ¡Qué torta! Uno manda a los güilas a estudiar, no a una zona de guerra.
Ahora, como en toda buena novela, tenemos la otra versión de la historia. El director del Liceo, Lenín Alvarado, salió al paso a apagar el incendio. Como era de esperarse, rechazó las acusaciones y aseguró que todo está bajo control. Según él, el colegio sigue los protocolos al pie de la letra y coordina su brete con el OIJ y la Fuerza Pública. Sobre el muchacho de las bombetas, aclaró que se activó el protocolo, se le suspendió y que la mamá decidió llevárselo a otro lado. En resumen, la versión oficial es que se están implementando “una serie de acciones para fortalecer la seguridad”. Un discurso que suena bonito, pero que choca de frente con el pánico de una madre que ve el peligro de cerca.
Diay, aquí es donde la cosa se pone complicada. ¿A quién le creemos? Por un lado, tenemos el testimonio de una madre desesperada que siente que la vida de su hijo corre peligro. Por otro, la respuesta institucional de un director que, lógicamente, tiene que proteger la reputación del colegio. El miedo de muchos padres es que, por querer “guardar las apariencias” y evitar un escándalo, las autoridades se estén jalando una torta monumental al minimizar un problema que podría explotarles en la cara en cualquier momento. Porque seamos honestos, esta vara del Liceo de Costa Rica no es un caso aislado; es el síntoma de una enfermedad social que se está metiendo en las aulas.
Al final, los que terminan salados, como siempre, son los mismos estudiantes que solo quieren ir a clases en paz y los profesores que tienen que hacer de todo menos enseñar. La pregunta del millón va más allá de un director y una madre. Es una pregunta para todo el sistema. No se trata de satanizar a una institución histórica, sino de entender la realidad que enfrentan nuestros jóvenes. Porque si ni en un lugar como el Liceo de Costa Rica se sienten seguros, ¿qué podemos esperar del resto del país?
Así que abro el debate en el foro, maes: Más allá de este caso, ¿creen que los colegios públicos están realmente preparados para lidiar con la violencia y las drogas que vemos hoy en la calle? ¿O es pura pantalla y protocolo para la foto? ¡Los leo!
Vamos al grano. La doña, que obviamente pidió anonimato para que no le caiga la perseguidora a su hijo, contó al Diario Extra que la gota que derramó el vaso fue un incidente con pólvora. Aparentemente, un estudiante llegó con unas bombetas de alto impacto y las reventó adentro. ¡Imagínense el despiche! La gente pensó que era una balacera. Pero eso es solo la punta del iceberg. La madre asegura que la vara está tan fea que, al parecer, ya es normal encontrar drogas entre las pertenencias de los estudiantes y que incluso algunos llegan con armas y chunches peligrosos. Para rematar, dice que las puertas del cole pasan abiertas de par en par, permitiendo que entre y salga cualquiera. ¡Qué torta! Uno manda a los güilas a estudiar, no a una zona de guerra.
Ahora, como en toda buena novela, tenemos la otra versión de la historia. El director del Liceo, Lenín Alvarado, salió al paso a apagar el incendio. Como era de esperarse, rechazó las acusaciones y aseguró que todo está bajo control. Según él, el colegio sigue los protocolos al pie de la letra y coordina su brete con el OIJ y la Fuerza Pública. Sobre el muchacho de las bombetas, aclaró que se activó el protocolo, se le suspendió y que la mamá decidió llevárselo a otro lado. En resumen, la versión oficial es que se están implementando “una serie de acciones para fortalecer la seguridad”. Un discurso que suena bonito, pero que choca de frente con el pánico de una madre que ve el peligro de cerca.
Diay, aquí es donde la cosa se pone complicada. ¿A quién le creemos? Por un lado, tenemos el testimonio de una madre desesperada que siente que la vida de su hijo corre peligro. Por otro, la respuesta institucional de un director que, lógicamente, tiene que proteger la reputación del colegio. El miedo de muchos padres es que, por querer “guardar las apariencias” y evitar un escándalo, las autoridades se estén jalando una torta monumental al minimizar un problema que podría explotarles en la cara en cualquier momento. Porque seamos honestos, esta vara del Liceo de Costa Rica no es un caso aislado; es el síntoma de una enfermedad social que se está metiendo en las aulas.
Al final, los que terminan salados, como siempre, son los mismos estudiantes que solo quieren ir a clases en paz y los profesores que tienen que hacer de todo menos enseñar. La pregunta del millón va más allá de un director y una madre. Es una pregunta para todo el sistema. No se trata de satanizar a una institución histórica, sino de entender la realidad que enfrentan nuestros jóvenes. Porque si ni en un lugar como el Liceo de Costa Rica se sienten seguros, ¿qué podemos esperar del resto del país?
Así que abro el debate en el foro, maes: Más allá de este caso, ¿creen que los colegios públicos están realmente preparados para lidiar con la violencia y las drogas que vemos hoy en la calle? ¿O es pura pantalla y protocolo para la foto? ¡Los leo!