¡Ay, papá! La cosa está dura por acá en Purral. Desde el viernes pasado, toda la comunidad está mordiéndose las uñas esperando noticias de Leandro Mangas, el nene de cinco añitos que desapareció tragado por una alcantarilla que ni estaba tapada, diay. Las lluvias, como siempre, nos juegan sucio. Imagínense la angustia de los vecinos, buscando como locos entre lodo y ramas, con la esperanza de escuchar su llanto.
Todo pasó rapidito, según cuentan testigos. La mamá de Leandro, doña Karen, regresaba de la guardería con sus tres hijos y otros cuatro primos. Estaban pasando por la calle cerca del parque, cuando una corriente de agua, producto de la lluvia torrencial, los arrastró unos metros. En un descuido, el pequeño Leandro pisó la maldita alcantarilla, que estaba abierta, y ¡puf!, se fue directo al caño. Un sustazo tremendo para todos los presentes, que no pudieron hacer nada más que gritar y pedir ayuda.
“Fue horrible, señora”, me contó Doña Rosa, que vive en la esquina y vio todo el jale. “La madre gritaba como loca, tratando de alcanzarlo, pero la corriente era muy fuerte. Fue un momento terrible, nunca había visto algo así por estos lados”. Los bomberos y la Cruz Roja llegaron prontito, pero la oscuridad y la fuerza del agua dificultaron mucho las labores de rescate iniciales. Se movilizaron equipos especializados con perros rastreadores y cámaras submarinas, pero hasta ahora, nada.
Lo único que le ha dado un poquito de aire a la familia es que hoy por la mañana encontraron la capa que llevaba puesto Leandro, flotando en un río cercano. Su tío, Israel Mangas, quien está viviendo en Estados Unidos y sigue todo el caso pegadito al teléfono, comentó que encontraron la ropa del nene, lo cual les da esperanzas de que esté vivo y puedan rescatarlo pronto. Pero, vamos, la preocupación es mayúscula. ¡Qué sal!
La madre de Leandro, dicen, está hecha pedazos. Según Israel, necesita urgente atención psicológica. “Mi hermana está muy mal, no come, no duerme, anda como zombi. Estamos viendo cómo traerle a una doctora para que la atienda porque está realmente devastada. Ver a tu hijo desaparecer así, mijo, eso te quiebra el alma.” La familia ha agradecido el apoyo de la comunidad, que ha organizado búsquedas y ha donado comida y agua a los equipos de rescate.
Las autoridades han prometido redoblar esfuerzos para encontrar a Leandro. Aseguran que ampliarán el área de búsqueda y utilizarán todas las herramientas disponibles. También han anunciado que revisarán el estado de otras alcantarillas en la zona para evitar que tragedias similares vuelvan a ocurrir. Esto pinta feo, porque si no hay mantenimiento, ¡qué torta la que nos espera! Varios vecinos han denunciado que llevan meses reclamando que la alcantarilla estaba dañada, pero nadie les hacía caso. Ahora resulta que sí importan.
Se ha habilitado un centro de operaciones cerca del lugar del incidente, donde voluntarios y personal de emergencia trabajan día y noche. La policía también ha reforzado la seguridad en la zona para evitar saqueos y garantizar el orden público. La gente está preocupada, claro, pero también hay un espíritu solidario muy grande. Vecinos se organizan para llevar comida a los bomberos y a la Cruz Roja, y muchos se ofrecen a ayudar en la búsqueda. ¡Qué chiva ver esa unión!
Esta situación nos deja varios interrogantes: ¿Cómo es posible que una alcantarilla esté abierta en una zona residencial con tanta frecuencia de niños? ¿Realmente nuestras autoridades están haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos? ¿Y qué medidas debemos tomar para evitar que este tipo de tragedias se repitan en otras comunidades? Compis, díganme, ¿ustedes creen que esto es simplemente un desafortunado accidente o hay una falla estructural más profunda en nuestra gestión pública?
Todo pasó rapidito, según cuentan testigos. La mamá de Leandro, doña Karen, regresaba de la guardería con sus tres hijos y otros cuatro primos. Estaban pasando por la calle cerca del parque, cuando una corriente de agua, producto de la lluvia torrencial, los arrastró unos metros. En un descuido, el pequeño Leandro pisó la maldita alcantarilla, que estaba abierta, y ¡puf!, se fue directo al caño. Un sustazo tremendo para todos los presentes, que no pudieron hacer nada más que gritar y pedir ayuda.
“Fue horrible, señora”, me contó Doña Rosa, que vive en la esquina y vio todo el jale. “La madre gritaba como loca, tratando de alcanzarlo, pero la corriente era muy fuerte. Fue un momento terrible, nunca había visto algo así por estos lados”. Los bomberos y la Cruz Roja llegaron prontito, pero la oscuridad y la fuerza del agua dificultaron mucho las labores de rescate iniciales. Se movilizaron equipos especializados con perros rastreadores y cámaras submarinas, pero hasta ahora, nada.
Lo único que le ha dado un poquito de aire a la familia es que hoy por la mañana encontraron la capa que llevaba puesto Leandro, flotando en un río cercano. Su tío, Israel Mangas, quien está viviendo en Estados Unidos y sigue todo el caso pegadito al teléfono, comentó que encontraron la ropa del nene, lo cual les da esperanzas de que esté vivo y puedan rescatarlo pronto. Pero, vamos, la preocupación es mayúscula. ¡Qué sal!
La madre de Leandro, dicen, está hecha pedazos. Según Israel, necesita urgente atención psicológica. “Mi hermana está muy mal, no come, no duerme, anda como zombi. Estamos viendo cómo traerle a una doctora para que la atienda porque está realmente devastada. Ver a tu hijo desaparecer así, mijo, eso te quiebra el alma.” La familia ha agradecido el apoyo de la comunidad, que ha organizado búsquedas y ha donado comida y agua a los equipos de rescate.
Las autoridades han prometido redoblar esfuerzos para encontrar a Leandro. Aseguran que ampliarán el área de búsqueda y utilizarán todas las herramientas disponibles. También han anunciado que revisarán el estado de otras alcantarillas en la zona para evitar que tragedias similares vuelvan a ocurrir. Esto pinta feo, porque si no hay mantenimiento, ¡qué torta la que nos espera! Varios vecinos han denunciado que llevan meses reclamando que la alcantarilla estaba dañada, pero nadie les hacía caso. Ahora resulta que sí importan.
Se ha habilitado un centro de operaciones cerca del lugar del incidente, donde voluntarios y personal de emergencia trabajan día y noche. La policía también ha reforzado la seguridad en la zona para evitar saqueos y garantizar el orden público. La gente está preocupada, claro, pero también hay un espíritu solidario muy grande. Vecinos se organizan para llevar comida a los bomberos y a la Cruz Roja, y muchos se ofrecen a ayudar en la búsqueda. ¡Qué chiva ver esa unión!
Esta situación nos deja varios interrogantes: ¿Cómo es posible que una alcantarilla esté abierta en una zona residencial con tanta frecuencia de niños? ¿Realmente nuestras autoridades están haciendo lo suficiente para garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos? ¿Y qué medidas debemos tomar para evitar que este tipo de tragedias se repitan en otras comunidades? Compis, díganme, ¿ustedes creen que esto es simplemente un desafortunado accidente o hay una falla estructural más profunda en nuestra gestión pública?
