Maes, no es por rajar, pero a veces uno lee una noticia y se le infla el pecho. Hoy salió un informe de la Organización Latinoamericana de Energía (Olade) que básicamente nos pone una medalla de oro en el cuello: Costa Rica es líder en la vara de los carros eléctricos en la región. ¡Qué nivel! Y no lo dicen por pura hablada, lo respaldan con números que nos dejan viendo para el ciprés a un montón de países que nos triplican en tamaño y gente. La verdad, es para sentirse orgulloso de que en algo tan futurista estemos dictando la pauta.
Vamos a los datos, que es donde la cosa se pone tuanis. Según Asomove, para agosto de este año, un 20% de todos los carros nuevos que se vendieron eran 100% eléctricos. ¡Uno de cada cinco! Eso es un montón. Y si lo vemos por cada millón de habitantes, somos los segundos de toda Latinoamérica, solo detrás de Uruguay. Pero el dato que es realmente una carga es el del número total de estos chunches circulando: ya pasamos los 30,000. Con esa cifra superamos a países gigantescos y solo nos ganan los dos monstruos, Brasil y México. O sea, en proporción, estamos jugando en otra liga. Es esa vara que nos encanta a los ticos: ser un país chiquitico que hace un escándalo a nivel mundial. Hasta ahí, todo a cachete.
Pero diay, como en todo partido bueno, después del primer tiempo glorioso viene la segunda parte, y ahí es donde parece que se nos cansó el caballo. Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Empecemos por la red de carga. El mismo informe de la Olade nos da un coscorrón: tenemos apenas 60 estaciones de carga rápida. ¡Sesenta! Para que se hagan una idea, estamos por debajo de 13 países, incluyendo a Nicaragua, Guatemala y Perú. Mae, ¿de qué sirve tener el carro más chiva si para ir a Guanacaste hay que hacer una cadena de oración para encontrar dónde cargarlo? Ahí sí que nos estamos jalando una torta, porque una cosa es vender el carro y otra muy distinta es dar el soporte para que la gente de verdad pueda usarlo sin estrés.
Sin embargo, la verdadera deuda, el clavo que nos están metiendo y que duele de verdad, es el transporte público. En esa categoría, maes, no es que estemos mal, es que prácticamente no existimos. Mientras Chile y Colombia tienen flotas masivas de buses eléctricos, y hasta países como Guatemala (56) o República Dominicana (150) nos dan cátedra, nosotros andamos con la increíble suma de… ¡diez buses! Y para colmo, son donados. ¡Qué despiche! Es el típico caso de "luz de la calle, oscuridad de la casa". Promovemos la descarbonización para el que puede comprarse un carro de más de 30 mil dólares, pero al grueso de la población, al que se monta en el bus todos los días para ir al brete, lo dejamos comiendo humo.
Al final, la sensación es agridulce. Por un lado, ¡qué tuanis! Somos un referente y la gente se está mandando a comprar carros eléctricos. Eso demuestra que hay conciencia y ganas. Pero por otro, el Estado parece que se quedó sin batería. Se habla de planes, de propuestas de la Aresep, de que las concesiones van a obligar a los buseros, pero todo se queda en el aire mientras los empresarios alegan que no tienen plata. Entonces, la pregunta del millón es: ¿De qué nos sirve ser la vitrina "verde" de Latinoamérica con carros particulares de lujo, si el plan país para el transporte de la mayoría se fue al traste? ¿Es pura pantalla para el turista o de verdad nos falta un liderazgo que ponga a caminar el proyecto completo?
Vamos a los datos, que es donde la cosa se pone tuanis. Según Asomove, para agosto de este año, un 20% de todos los carros nuevos que se vendieron eran 100% eléctricos. ¡Uno de cada cinco! Eso es un montón. Y si lo vemos por cada millón de habitantes, somos los segundos de toda Latinoamérica, solo detrás de Uruguay. Pero el dato que es realmente una carga es el del número total de estos chunches circulando: ya pasamos los 30,000. Con esa cifra superamos a países gigantescos y solo nos ganan los dos monstruos, Brasil y México. O sea, en proporción, estamos jugando en otra liga. Es esa vara que nos encanta a los ticos: ser un país chiquitico que hace un escándalo a nivel mundial. Hasta ahí, todo a cachete.
Pero diay, como en todo partido bueno, después del primer tiempo glorioso viene la segunda parte, y ahí es donde parece que se nos cansó el caballo. Aquí es donde la cosa se pone color de hormiga. Empecemos por la red de carga. El mismo informe de la Olade nos da un coscorrón: tenemos apenas 60 estaciones de carga rápida. ¡Sesenta! Para que se hagan una idea, estamos por debajo de 13 países, incluyendo a Nicaragua, Guatemala y Perú. Mae, ¿de qué sirve tener el carro más chiva si para ir a Guanacaste hay que hacer una cadena de oración para encontrar dónde cargarlo? Ahí sí que nos estamos jalando una torta, porque una cosa es vender el carro y otra muy distinta es dar el soporte para que la gente de verdad pueda usarlo sin estrés.
Sin embargo, la verdadera deuda, el clavo que nos están metiendo y que duele de verdad, es el transporte público. En esa categoría, maes, no es que estemos mal, es que prácticamente no existimos. Mientras Chile y Colombia tienen flotas masivas de buses eléctricos, y hasta países como Guatemala (56) o República Dominicana (150) nos dan cátedra, nosotros andamos con la increíble suma de… ¡diez buses! Y para colmo, son donados. ¡Qué despiche! Es el típico caso de "luz de la calle, oscuridad de la casa". Promovemos la descarbonización para el que puede comprarse un carro de más de 30 mil dólares, pero al grueso de la población, al que se monta en el bus todos los días para ir al brete, lo dejamos comiendo humo.
Al final, la sensación es agridulce. Por un lado, ¡qué tuanis! Somos un referente y la gente se está mandando a comprar carros eléctricos. Eso demuestra que hay conciencia y ganas. Pero por otro, el Estado parece que se quedó sin batería. Se habla de planes, de propuestas de la Aresep, de que las concesiones van a obligar a los buseros, pero todo se queda en el aire mientras los empresarios alegan que no tienen plata. Entonces, la pregunta del millón es: ¿De qué nos sirve ser la vitrina "verde" de Latinoamérica con carros particulares de lujo, si el plan país para el transporte de la mayoría se fue al traste? ¿Es pura pantalla para el turista o de verdad nos falta un liderazgo que ponga a caminar el proyecto completo?