Maes, ¿se acuerdan de ese micro-pleito de nunca acabar con los vueltos en el bus? Esa vara de andar buscando las monedas de cien, de que el chofer te vea con cara de pocos amigos porque le pagás con uno de cinco rojos a las 6 a.m., o peor, el clásico “no ando menudo”. Bueno, parece que para un buen poco de gente, esa novela está llegando a su fin. Y sí, les tocó a los brumosos ser los protagonistas de este nuevo capítulo.
La noticia con la que amanecimos es que el pago electrónico por fin aterrizó en forma en las rutas de Cartago, Paraíso, Oreamuno y La Unión. ¡Qué tuanis! Ya no más estrés por el efectivo. Ahora, con la tarjeta o el celular, uno paga el pasaje y listo, a buscar campo. Son más de 100 buses que se suman a la movida, y según el Banco Central, la idea es que esto siga creciendo hasta que el chunche de las monedas en el transporte público sea un recuerdo de museo. Es una de esas noticias que te sacan una sonrisa, porque es progreso tangible, una mejora directa a la calidad de vida de miles de personas que se mueven en bus todos los días. Un punto para la modernización, definitivamente.
Pero diay, como en Costa Rica la alegría del pobre dura poco, aquí es donde la cosa se pone… interesante. Es casi poético que el mismo día que Cartago celebra esta modernización, salgan noticias de las presas kilométricas para entrar y salir de la provincia. Entonces, ¿de qué sirve pagar el pasaje en un segundo con el celular si igual vas a durar dos horas metido en un mar de carros? Es un despiche monumental y una metáfora perfecta de nuestro país: implementamos una solución del siglo XXI para un problema del siglo XX, mientras un problema del siglo XIX (la infraestructura vial) nos tiene a todos pegados. Es como comprarle llantas de Fórmula 1 a una carreta.
Y es que si uno se pone a ver el resto del menú de noticias, la vara se complica. Te alegrás por el pago electrónico, pero después leés que el Hospital México, uno de los más importantes del país, se quedó sin papel higiénico. Mae, sin papel. No estamos hablando de un acelerador lineal de partículas, estamos hablando de papel. Ahí es cuando uno se pregunta quién se está jalando la torta en la gestión pública. Pasamos del futuro digital en Cartago a una necesidad básica insatisfecha en La Uruca en el mismo titular. Y ni hablemos de que tuvieron que reabrir la Ruta 32 por enésima vez, que desarticulan una red de fentanilo o que un ministro quiere cambiar las leyes de extradición porque el crimen nos está comiendo vivos.
Sin embargo, para no ahogarnos en el pesimismo, también hay que ver el otro lado. Entre el caos, hay gente que sí la está pulseando. Leí por ahí que un tico está brillando en Cambridge con un proyecto para descubrir nuevos fármacos. ¡Eso sí es un carga! No el proyecto en sí, sino el mae por llegar ahí y poner el nombre de Tiquicia en alto con su propio brete y cerebro. O la noticia de las más de 8 mil tortugas que liberaron en Moín. Esas son las varas que te dan un respiro y te recuerdan que no todo está perdido. Que, a pesar del desorden y los problemas, hay gente haciendo las cosas bien y la naturaleza sigue abriéndose paso. Son brochazos de esperanza en un lienzo que a veces se ve muy gris.
Al final, creo que este es el resumen perfecto de ser tico hoy: celebrar con ganas que ya se puede pagar el bus con el celular, mientras cruzamos los dedos para que haya papel en el hospital y para no quedarnos pegados tres horas en la misma presa de siempre. Son victorias pequeñas en medio de retos gigantes. Así que, abro el foro: ¿Ustedes qué sienten más en el día a día? ¿El optimismo por estos avances como el pago electrónico, o la frustración de que el resto del chunche a veces parece que se cae a pedazos? ¿Le dan más pelota a las buenas noticias o las malas los terminan ahuevando? Los leo.
La noticia con la que amanecimos es que el pago electrónico por fin aterrizó en forma en las rutas de Cartago, Paraíso, Oreamuno y La Unión. ¡Qué tuanis! Ya no más estrés por el efectivo. Ahora, con la tarjeta o el celular, uno paga el pasaje y listo, a buscar campo. Son más de 100 buses que se suman a la movida, y según el Banco Central, la idea es que esto siga creciendo hasta que el chunche de las monedas en el transporte público sea un recuerdo de museo. Es una de esas noticias que te sacan una sonrisa, porque es progreso tangible, una mejora directa a la calidad de vida de miles de personas que se mueven en bus todos los días. Un punto para la modernización, definitivamente.
Pero diay, como en Costa Rica la alegría del pobre dura poco, aquí es donde la cosa se pone… interesante. Es casi poético que el mismo día que Cartago celebra esta modernización, salgan noticias de las presas kilométricas para entrar y salir de la provincia. Entonces, ¿de qué sirve pagar el pasaje en un segundo con el celular si igual vas a durar dos horas metido en un mar de carros? Es un despiche monumental y una metáfora perfecta de nuestro país: implementamos una solución del siglo XXI para un problema del siglo XX, mientras un problema del siglo XIX (la infraestructura vial) nos tiene a todos pegados. Es como comprarle llantas de Fórmula 1 a una carreta.
Y es que si uno se pone a ver el resto del menú de noticias, la vara se complica. Te alegrás por el pago electrónico, pero después leés que el Hospital México, uno de los más importantes del país, se quedó sin papel higiénico. Mae, sin papel. No estamos hablando de un acelerador lineal de partículas, estamos hablando de papel. Ahí es cuando uno se pregunta quién se está jalando la torta en la gestión pública. Pasamos del futuro digital en Cartago a una necesidad básica insatisfecha en La Uruca en el mismo titular. Y ni hablemos de que tuvieron que reabrir la Ruta 32 por enésima vez, que desarticulan una red de fentanilo o que un ministro quiere cambiar las leyes de extradición porque el crimen nos está comiendo vivos.
Sin embargo, para no ahogarnos en el pesimismo, también hay que ver el otro lado. Entre el caos, hay gente que sí la está pulseando. Leí por ahí que un tico está brillando en Cambridge con un proyecto para descubrir nuevos fármacos. ¡Eso sí es un carga! No el proyecto en sí, sino el mae por llegar ahí y poner el nombre de Tiquicia en alto con su propio brete y cerebro. O la noticia de las más de 8 mil tortugas que liberaron en Moín. Esas son las varas que te dan un respiro y te recuerdan que no todo está perdido. Que, a pesar del desorden y los problemas, hay gente haciendo las cosas bien y la naturaleza sigue abriéndose paso. Son brochazos de esperanza en un lienzo que a veces se ve muy gris.
Al final, creo que este es el resumen perfecto de ser tico hoy: celebrar con ganas que ya se puede pagar el bus con el celular, mientras cruzamos los dedos para que haya papel en el hospital y para no quedarnos pegados tres horas en la misma presa de siempre. Son victorias pequeñas en medio de retos gigantes. Así que, abro el foro: ¿Ustedes qué sienten más en el día a día? ¿El optimismo por estos avances como el pago electrónico, o la frustración de que el resto del chunche a veces parece que se cae a pedazos? ¿Le dan más pelota a las buenas noticias o las malas los terminan ahuevando? Los leo.