Maes, no me van a creer la vara que pasó. Hay que tener agallas, o estar muy desesperado, para decidir que tu próximo brete va a ser meterte a robar en las oficinas de la mismísima Coca-Cola. O sea, no estamos hablando de una pulpería de barrio. Estos sujetos, la ya famosa “Banda del Acetileno”, llegaron con un plan que parecía sacado de una película de acción, pero que al final, se les fue al traste de la forma más tica posible. Lo que empezó como un operativo sigiloso y calculado, terminó siendo un despiche monumental que dejó a dos de los presuntos genios criminales detenidos y a la policía recogiendo las piezas de un rompecabezas bastante particular.
Imagínense la escena: varios maes se brincan una tapia en plena noche, como ninjas urbanos. Su primer movimiento es neutralizar al guarda de seguridad, al que inmovilizan y encierran para que no estorbe. ¡Qué nivel de planificación! Acto seguido, cortan el sistema de cámaras para moverse a sus anchas, creyendo que ya tenían la situación controlada. El objetivo era claro: reventar una bóveda y unos cajeros automáticos que estaban adentro. Hasta ahí, todo suena como un guion bien ensayado. El problema, y aquí es donde se jalaron la torta, es que subestimaron la tecnología. Mientras ellos se sentían los dueños del lugar, un sistema de monitoreo remoto en San José ya había pegado el grito al cielo y la alerta estaba en camino.
Aquí es donde entra el nombre de la banda. Su herramienta estrella no era una ganzúa ni un software para hackear sistemas, sino el acetileno. Para los que no están familiarizados, es un gas que, combinado con oxígeno, crea una llama tan potente que puede cortar metal como si fuera mantequilla. El plan era usar este chunche para abrirse paso a través de las paredes y llegar a la plata. El único detalle es que este método es de todo menos silencioso. Mientras los tipos estaban en media faena, cortando paredes y soñando con los millones, la Fuerza Pública ya les estaba cayendo encima. El sonido de las sirenas debió ser la peor música para sus oídos, el soundtrack oficial de cómo un plan se va al carajo en segundos.
La huida fue tan caótica como el robo mismo. Al verse descubiertos, el grupo se dispersó. Dos de ellos, al parecer los más salados del grupo, intentaron escapar en un carro y fueron detenidos a escasos 300 metros. ¡Trescientos metros! Ni siquiera les dio tiempo de poner una buena canción para el escape. Pero la joya de la corona de este desastre es lo que hicieron los otros sospechosos. Se dieron a la fuga en un carro eléctrico completamente nuevo y, en medio del pánico, lo dejaron botado a unos tres kilómetros. Uno se imagina la frustración de la policía al encontrar un carro de lujo abandonado, una prueba andante de que a estos maes les sobraba presupuesto pero les faltaba cabeza para ejecutar el plan.
Al final, la “Banda del Acetileno” nos deja con más preguntas que respuestas y una historia que parece una comedia de errores. Tenían equipo, tenían un plan audaz y hasta un carro ecológico para la escapada, pero todo se desmoronó por un cable que no cortaron y por el ruido que ellos mismos hicieron. Un recordatorio de que en Costa Rica, hasta el crimen tiene su toque de realismo mágico. Diay, ahora les pregunto a ustedes, compas del foro: ¿qué opinan de toda esta vara? ¿Estos maes fueron unos cargas con una racha de mala suerte o simplemente unos improvisados que se jalaron la torta del año con ese intento de robo?
Imagínense la escena: varios maes se brincan una tapia en plena noche, como ninjas urbanos. Su primer movimiento es neutralizar al guarda de seguridad, al que inmovilizan y encierran para que no estorbe. ¡Qué nivel de planificación! Acto seguido, cortan el sistema de cámaras para moverse a sus anchas, creyendo que ya tenían la situación controlada. El objetivo era claro: reventar una bóveda y unos cajeros automáticos que estaban adentro. Hasta ahí, todo suena como un guion bien ensayado. El problema, y aquí es donde se jalaron la torta, es que subestimaron la tecnología. Mientras ellos se sentían los dueños del lugar, un sistema de monitoreo remoto en San José ya había pegado el grito al cielo y la alerta estaba en camino.
Aquí es donde entra el nombre de la banda. Su herramienta estrella no era una ganzúa ni un software para hackear sistemas, sino el acetileno. Para los que no están familiarizados, es un gas que, combinado con oxígeno, crea una llama tan potente que puede cortar metal como si fuera mantequilla. El plan era usar este chunche para abrirse paso a través de las paredes y llegar a la plata. El único detalle es que este método es de todo menos silencioso. Mientras los tipos estaban en media faena, cortando paredes y soñando con los millones, la Fuerza Pública ya les estaba cayendo encima. El sonido de las sirenas debió ser la peor música para sus oídos, el soundtrack oficial de cómo un plan se va al carajo en segundos.
La huida fue tan caótica como el robo mismo. Al verse descubiertos, el grupo se dispersó. Dos de ellos, al parecer los más salados del grupo, intentaron escapar en un carro y fueron detenidos a escasos 300 metros. ¡Trescientos metros! Ni siquiera les dio tiempo de poner una buena canción para el escape. Pero la joya de la corona de este desastre es lo que hicieron los otros sospechosos. Se dieron a la fuga en un carro eléctrico completamente nuevo y, en medio del pánico, lo dejaron botado a unos tres kilómetros. Uno se imagina la frustración de la policía al encontrar un carro de lujo abandonado, una prueba andante de que a estos maes les sobraba presupuesto pero les faltaba cabeza para ejecutar el plan.
Al final, la “Banda del Acetileno” nos deja con más preguntas que respuestas y una historia que parece una comedia de errores. Tenían equipo, tenían un plan audaz y hasta un carro ecológico para la escapada, pero todo se desmoronó por un cable que no cortaron y por el ruido que ellos mismos hicieron. Un recordatorio de que en Costa Rica, hasta el crimen tiene su toque de realismo mágico. Diay, ahora les pregunto a ustedes, compas del foro: ¿qué opinan de toda esta vara? ¿Estos maes fueron unos cargas con una racha de mala suerte o simplemente unos improvisados que se jalaron la torta del año con ese intento de robo?
