Mae, hay días en que la política tica parece un capítulo mal escrito de un reality show, y hoy fue uno de esos. Mientras el presi Rodrigo Chaves estaba adentro de la Asamblea Legislativa, sudando frío y explicando la vara del BCIE y los tales "cariñitos", afuera, en el Parque de la Democracia, su club de fans VIP le montó el verdadero espectáculo. No era una vigilia silenciosa ni una muestra de apoyo solemne, no. Era el arranque no oficial de la campaña 2026, con todo y megáfono. ¡Qué despiche más calculado!
Y es que no eran cuatro gatos los que llegaron a pulsearla. Estaba la plana mayor del chavismo 2.0, los que ya colgaron los guantes en sus ministerios para lanzarse a la piscina electoral. Ahí, en primera fila, estaba Laura Fernández, la precandidata del famoso "partido taxi" Pueblo Soberano. Junto a ella, un desfile de caras conocidas: Nogui Acosta, Anna Katharina Muller, Francisco Gamboa... en fin, casi todo el gabinete que renunció para seguir en el brete, pero ahora pidiendo votos. Es una movida interesante: mientras adentro se discute si el gobierno se jaló una torta monumental con fondos públicos, afuera se celebra la lealtad con miras a futuros puestos. Un timing que ni el mejor estratega de marketing se habría atrevido a proponer.
Como en todo buen acto de fe política, no podía faltar el sermón. Y la encargada de darlo fue, por supuesto, Laura Fernández. Micrófono en mano, cual estrella de rock de la política emergente, soltó la frase que ya es casi un jingle oficialista: "a don Rodrigo lo sostiene Dios y el pueblo". Una línea potente, diseñada para galvanizar a la base y pintar la audiencia legislativa no como un ejercicio de rendición de cuentas, sino como una persecución de las élites. La vara es que esto no es un encuentro casual de amigos preocupados; es una operación política con todas las letras. Cada discurso, cada abrazo y cada foto para redes sociales es un ladrillo más en la construcción de la campaña que se nos viene encima.
Lo más irónico de todo es el escenario. La Comisión Especial que investiga el caso BCIE-Cariñitos busca aclarar si hubo o no un uso indebido de influencias y recursos para favorecer a ciertos empresarios y a la campaña de Chaves. Y mientras esa discusión seria y técnica sucede en un salón, a pocos metros se despliega un acto de campaña que se nutre, precisamente, de la popularidad del presidente. Es un círculo perfecto: la polémica alimenta la narrativa de "nosotros contra el mundo", y esa narrativa se convierte en combustible para las aspiraciones políticas de sus más fieles seguidores. Es una jugada audaz, casi descarada, que apuesta a que el ruido de la manifestación ahogue las preguntas de los diputados.
Al final del día, lo que vimos hoy fue una postal del futuro cercano. Las líneas entre gobernar y hacer campaña se han borrado por completo. Una audiencia legislativa, que debería ser un pilar de la democracia y la transparencia, se convierte en el telón de fondo para un mitin. Ya no hay que esperar el banderazo de salida del Tribunal Supremo de Elecciones; la carrera por el 2026 empezó hace rato y se corre en cualquier cancha, a cualquier hora. El circo político está en su máxima expresión, y nosotros, los ciudadanos, somos los espectadores que tenemos que decidir si aplaudimos, abucheamos o simplemente cambiamos de canal.
Y es que no eran cuatro gatos los que llegaron a pulsearla. Estaba la plana mayor del chavismo 2.0, los que ya colgaron los guantes en sus ministerios para lanzarse a la piscina electoral. Ahí, en primera fila, estaba Laura Fernández, la precandidata del famoso "partido taxi" Pueblo Soberano. Junto a ella, un desfile de caras conocidas: Nogui Acosta, Anna Katharina Muller, Francisco Gamboa... en fin, casi todo el gabinete que renunció para seguir en el brete, pero ahora pidiendo votos. Es una movida interesante: mientras adentro se discute si el gobierno se jaló una torta monumental con fondos públicos, afuera se celebra la lealtad con miras a futuros puestos. Un timing que ni el mejor estratega de marketing se habría atrevido a proponer.
Como en todo buen acto de fe política, no podía faltar el sermón. Y la encargada de darlo fue, por supuesto, Laura Fernández. Micrófono en mano, cual estrella de rock de la política emergente, soltó la frase que ya es casi un jingle oficialista: "a don Rodrigo lo sostiene Dios y el pueblo". Una línea potente, diseñada para galvanizar a la base y pintar la audiencia legislativa no como un ejercicio de rendición de cuentas, sino como una persecución de las élites. La vara es que esto no es un encuentro casual de amigos preocupados; es una operación política con todas las letras. Cada discurso, cada abrazo y cada foto para redes sociales es un ladrillo más en la construcción de la campaña que se nos viene encima.
Lo más irónico de todo es el escenario. La Comisión Especial que investiga el caso BCIE-Cariñitos busca aclarar si hubo o no un uso indebido de influencias y recursos para favorecer a ciertos empresarios y a la campaña de Chaves. Y mientras esa discusión seria y técnica sucede en un salón, a pocos metros se despliega un acto de campaña que se nutre, precisamente, de la popularidad del presidente. Es un círculo perfecto: la polémica alimenta la narrativa de "nosotros contra el mundo", y esa narrativa se convierte en combustible para las aspiraciones políticas de sus más fieles seguidores. Es una jugada audaz, casi descarada, que apuesta a que el ruido de la manifestación ahogue las preguntas de los diputados.
Al final del día, lo que vimos hoy fue una postal del futuro cercano. Las líneas entre gobernar y hacer campaña se han borrado por completo. Una audiencia legislativa, que debería ser un pilar de la democracia y la transparencia, se convierte en el telón de fondo para un mitin. Ya no hay que esperar el banderazo de salida del Tribunal Supremo de Elecciones; la carrera por el 2026 empezó hace rato y se corre en cualquier cancha, a cualquier hora. El circo político está en su máxima expresión, y nosotros, los ciudadanos, somos los espectadores que tenemos que decidir si aplaudimos, abucheamos o simplemente cambiamos de canal.