Maes, hay noticias que uno lee y de verdad que se le arruga el corazón. Uno intenta levantarse cada día, pensar que las cosas van mejorando, pero diay, a veces la realidad le pega a uno una cachetada para que se despierte. Y la última vino directito desde la Zona Sur, específicamente de Coto Brus. Resulta que unos avispados decidieron que era una idea brillante meterse a robar al Colegio Técnico Profesional Agropecuario (CTPA) de Sabalito. ¡Qué nivel de descaro! De verdad que ya no hay respeto por nada ni por nadie, y eso es lo que más agüeva de toda esta vara.
Y no crean que se llevaron cuatro chereques viejos que estaban arrimados en una esquina. Para nada. Los genios del crimen se mandaron con todo el equipo que usan los güilas para estudiar: pantallas, impresoras, proyectores… básicamente, las herramientas con las que los profes hacen la magia de enseñar en pleno 2025. Esto no es un robo a una institución, es un robo directo al futuro de cientos de estudiantes. Es dejar a los profes sin armas para el brete y a los estudiantes viendo para el ciprés. ¡Qué sal la de ese cole! Porque conseguir esos equipos no es como ir a la pulpería, cuesta un platal y un montón de esfuerzo que, en cuestión de una noche, se fue al traste por culpa de unos pocos.
Lo que más rabia da es el contexto. Estamos hablando de un CTPA, un colegio técnico en una zona rural. Un lugar donde la educación es, para muchos, la única ficha que tienen para pulsearla y salir adelante. Cada proyector, cada pantalla, representa una ventana a un mundo de oportunidades que de otra forma sería inaccesible. Y mientras la comunidad educativa se rompe el lomo para darle a estos jóvenes las mejores condiciones posibles, llegan estos personajes y se jalan una torta de este calibre. Es un mensaje horrible, como decir: "no importa cuánto se esfuercen, siempre habrá alguien listo para arruinarlo todo". Es un golpe bajo, no solo a la propiedad del cole, sino a la moral de toda la comunidad de Sabalito.
Ahora, dentro de todo el despiche, hay que rescatar la reacción del colegio. No se quedaron callados. De una vez, usaron sus redes sociales para denunciar el robo y, más importante aún, para pedirle ayuda a los vecinos. Publicaron un mensaje claro: "La educación de nuestros estudiantes es responsabilidad de todos". Y tienen toda la razón del mundo. No es solo un asunto del OIJ o de la Fuerza Pública. Es un llamado a la comunidad para que abra los ojos. Si alguien por allá anda ofreciendo una pantalla casi nueva a precio de huevo, o un proyector sin caja y con cara de susto, lo mínimo que uno puede hacer es dudar y avisar. Hacerse el mae en estas situaciones es ser cómplice.
Al final, esta situación nos deja con una pregunta que quema. Esto no es solo un chunche más en la lista de sucesos del día. Es un síntoma de algo que se está pudriendo. Cuando los ladrones le pierden el miedo y el respeto hasta a las escuelas, es porque como sociedad algo estamos haciendo muy mal. Se robaron más que aparatos electrónicos; se robaron pedacitos de oportunidades y sembraron una desconfianza que cuesta mucho sanar. La pregunta para ustedes, maes, es: ¿creen que esta clase de delincuencia se puede frenar con más vigilancia comunitaria o ya llegamos a un punto en que la indiferencia nos está ganando la partida?
Y no crean que se llevaron cuatro chereques viejos que estaban arrimados en una esquina. Para nada. Los genios del crimen se mandaron con todo el equipo que usan los güilas para estudiar: pantallas, impresoras, proyectores… básicamente, las herramientas con las que los profes hacen la magia de enseñar en pleno 2025. Esto no es un robo a una institución, es un robo directo al futuro de cientos de estudiantes. Es dejar a los profes sin armas para el brete y a los estudiantes viendo para el ciprés. ¡Qué sal la de ese cole! Porque conseguir esos equipos no es como ir a la pulpería, cuesta un platal y un montón de esfuerzo que, en cuestión de una noche, se fue al traste por culpa de unos pocos.
Lo que más rabia da es el contexto. Estamos hablando de un CTPA, un colegio técnico en una zona rural. Un lugar donde la educación es, para muchos, la única ficha que tienen para pulsearla y salir adelante. Cada proyector, cada pantalla, representa una ventana a un mundo de oportunidades que de otra forma sería inaccesible. Y mientras la comunidad educativa se rompe el lomo para darle a estos jóvenes las mejores condiciones posibles, llegan estos personajes y se jalan una torta de este calibre. Es un mensaje horrible, como decir: "no importa cuánto se esfuercen, siempre habrá alguien listo para arruinarlo todo". Es un golpe bajo, no solo a la propiedad del cole, sino a la moral de toda la comunidad de Sabalito.
Ahora, dentro de todo el despiche, hay que rescatar la reacción del colegio. No se quedaron callados. De una vez, usaron sus redes sociales para denunciar el robo y, más importante aún, para pedirle ayuda a los vecinos. Publicaron un mensaje claro: "La educación de nuestros estudiantes es responsabilidad de todos". Y tienen toda la razón del mundo. No es solo un asunto del OIJ o de la Fuerza Pública. Es un llamado a la comunidad para que abra los ojos. Si alguien por allá anda ofreciendo una pantalla casi nueva a precio de huevo, o un proyector sin caja y con cara de susto, lo mínimo que uno puede hacer es dudar y avisar. Hacerse el mae en estas situaciones es ser cómplice.
Al final, esta situación nos deja con una pregunta que quema. Esto no es solo un chunche más en la lista de sucesos del día. Es un síntoma de algo que se está pudriendo. Cuando los ladrones le pierden el miedo y el respeto hasta a las escuelas, es porque como sociedad algo estamos haciendo muy mal. Se robaron más que aparatos electrónicos; se robaron pedacitos de oportunidades y sembraron una desconfianza que cuesta mucho sanar. La pregunta para ustedes, maes, es: ¿creen que esta clase de delincuencia se puede frenar con más vigilancia comunitaria o ya llegamos a un punto en que la indiferencia nos está ganando la partida?