Maes, en serio, hay varas que uno lee en las noticias y simplemente no sabe si reír o llorar. La última es un verdadero despiche y tiene como protagonista a un nombre que ya nos suena bastante: José Miguel Villalobos. Sí, el mismo abogado y compa confeso del presi Chaves, que además ahora quiere una curul con el partido del oficialismo. Resulta que el señor, en sus ratos libres de la campaña, decidió asumir la defensa de los hermanos Esquivel Flores, dos fichitas señaladas como piezas clave en el clan narco de un tal alias "Pana". ¡Qué nivel de clientela!
Diay, para ponerlos en contexto, la vara con estos hermanos no es cualquier tontera. Según el expediente judicial, no estamos hablando de dos maes a los que agarraron con un purillo. No, no. A Gredy Esquivel lo describen como el "hombre de confianza" de Pana, encargado de la logística, de mover la plata y la droga. ¡Casi nada! Le encontraron fotos de fajos de billetes en el celular, lo ligan a decomisos y, para rematar, vivía un estilo de vida que claramente no cuadraba con sus ingresos reportados. Su hermano, César, tampoco se queda atrás; el expediente lo pinta como el encargado de montar negocios fachada para lavar la plata del narco y de hacerla de "campana" para cuidar los cargamentos. Un brete de alta gerencia, pero en el bajo mundo.
Y aquí es donde uno dice: "bueno, todo el mundo tiene derecho a un abogado". ¡Claro que sí! Nadie lo discute. El problema es que si uno revisa el historial de Villalobos, su portafolio de clientes parece sacado de un casting para una serie de Netflix. Antes de los Esquivel, defendió a "Narizón", líder de uno de los casos de lavado de dinero más grandes del país (el caso Fénix). También representó a un colombiano que era objetivo prioritario de la DEA y que, convenientemente, desapareció del mapa. Y si nos salimos del narco, la cosa no mejora: defendió a ocho imputados del caso Trocha, al empresario Harry Bodaan por el femicidio de María Luisa Cedeño y al médico condenado por matar a su esposa, María Tacsan. ¡Se jaló una torta de currículum!
El verdadero meollo del asunto, el que debería preocuparnos a todos, es el cortocircuito ético y político. Este no es un abogado cualquiera, es un aspirante a diputado por el partido que nos gobierna, un hombre del círculo íntimo del Presidente. Un partido que se autodenomina "Pueblo Soberano" tiene entre sus filas a una figura que, profesionalmente, se dedica a defender a presuntos líderes narco, a implicados en corrupción masiva y a femicidas. La línea entre el deber profesional y la imagen pública se vuelve tan borrosa que ya ni se ve. ¿Con qué cara va a ir a pedir el voto para legislar contra el crimen organizado?
La situación es, por decir lo menos, incómoda. Pone sobre la mesa una discusión que va más allá de lo legal. Maes, más allá de la presunción de inocencia y el derecho a la defensa, ¿les parece normal o aceptable que una figura tan cercana al poder y que aspira a un cargo público tenga este tipo de "brete"? ¿En qué momento se cruza la línea entre la ética profesional y la responsabilidad política de cara a un país ahogado por la violencia narco? ¿O es que en política ya todo se vale? ¡Los leo en los comentarios!
Diay, para ponerlos en contexto, la vara con estos hermanos no es cualquier tontera. Según el expediente judicial, no estamos hablando de dos maes a los que agarraron con un purillo. No, no. A Gredy Esquivel lo describen como el "hombre de confianza" de Pana, encargado de la logística, de mover la plata y la droga. ¡Casi nada! Le encontraron fotos de fajos de billetes en el celular, lo ligan a decomisos y, para rematar, vivía un estilo de vida que claramente no cuadraba con sus ingresos reportados. Su hermano, César, tampoco se queda atrás; el expediente lo pinta como el encargado de montar negocios fachada para lavar la plata del narco y de hacerla de "campana" para cuidar los cargamentos. Un brete de alta gerencia, pero en el bajo mundo.
Y aquí es donde uno dice: "bueno, todo el mundo tiene derecho a un abogado". ¡Claro que sí! Nadie lo discute. El problema es que si uno revisa el historial de Villalobos, su portafolio de clientes parece sacado de un casting para una serie de Netflix. Antes de los Esquivel, defendió a "Narizón", líder de uno de los casos de lavado de dinero más grandes del país (el caso Fénix). También representó a un colombiano que era objetivo prioritario de la DEA y que, convenientemente, desapareció del mapa. Y si nos salimos del narco, la cosa no mejora: defendió a ocho imputados del caso Trocha, al empresario Harry Bodaan por el femicidio de María Luisa Cedeño y al médico condenado por matar a su esposa, María Tacsan. ¡Se jaló una torta de currículum!
El verdadero meollo del asunto, el que debería preocuparnos a todos, es el cortocircuito ético y político. Este no es un abogado cualquiera, es un aspirante a diputado por el partido que nos gobierna, un hombre del círculo íntimo del Presidente. Un partido que se autodenomina "Pueblo Soberano" tiene entre sus filas a una figura que, profesionalmente, se dedica a defender a presuntos líderes narco, a implicados en corrupción masiva y a femicidas. La línea entre el deber profesional y la imagen pública se vuelve tan borrosa que ya ni se ve. ¿Con qué cara va a ir a pedir el voto para legislar contra el crimen organizado?
La situación es, por decir lo menos, incómoda. Pone sobre la mesa una discusión que va más allá de lo legal. Maes, más allá de la presunción de inocencia y el derecho a la defensa, ¿les parece normal o aceptable que una figura tan cercana al poder y que aspira a un cargo público tenga este tipo de "brete"? ¿En qué momento se cruza la línea entre la ética profesional y la responsabilidad política de cara a un país ahogado por la violencia narco? ¿O es que en política ya todo se vale? ¡Los leo en los comentarios!
