Diay, maes, parece que el 14 de setiembre en Cartago no fue solo de desfiles y mascaradas. Entre el himno y los aplausos, el alcalde Mario Redondo aprovechó el micrófono y, sin mucho filtro, le mandó un recordatorio bien directo al presidente Chaves y a todo su gabinete. Y no, no fue para invitarlos a tomar café. Fue un llamado de atención en tres actos que a cualquier cartago que se respete le suena más que familiar: el hospital, las presas y la inseguridad. Básicamente, la santísima trinidad de nuestros dolores de cabeza diarios.
Primero, y lo más urgente, la vara con el hospital Max Peralta. Esto ya no es un problema, es un despiche anunciado. Redondo fue claro: la provincia no puede seguir esperando. Habló de emergencias saturadas y gente esperando meses por una cita. O sea, lo que todos sabemos y sufrimos. Mientras el proyecto del nuevo hospital parece más un espejismo que una realidad, los Ebais y las áreas de salud actuales están jugándosela con las uñas. La gente se nos está enfermando y el sistema no da para más. Es una bomba de tiempo y parece que en Zapote no escuchan el tictac. Urge que esa construcción avance, pero urge más que, mientras tanto, no dejen morir lo poco que aún funciona.
Luego, el alcalde le entró al tema que nos une a todos en la frustración matutina: la infraestructura. Mencionó las obras de Taras-La Lima y la Florencio del Castillo. ¡Qué les puedo decir que no sepan! Es el cuento de nunca acabar. Esos proyectos son vitales no solo para que uno no llegue tarde al brete, sino para la competitividad de toda la zona. Miles de personas pierden horas de vida, plata y paciencia en esas presas monumentales. Hablar de desarrollo en la región sin arreglar esas arterias viales es como querer correr una maratón con los zapatos amarrados entre sí. Simplemente no tiene sentido, y la paciencia de los cartagineses ya se gastó hace rato.
Y para rematar, la cereza del pastel: la inseguridad. Redondo le pidió al Gobierno que refuerce los programas para garantizar la tranquilidad. Una petición que suena casi obvia, pero que es cada vez más necesaria. Ya no se trata solo de los números y las estadísticas que vemos en las noticias; se trata de que la gente ya no puede ni salir tranquila a la pulpería. La percepción de que las cosas se están saliendo de control es real y palpable en cada barrio. Pedir que la seguridad sea prioridad no es un lujo, es lo mínimo indispensable para poder vivir en paz. El miedo no puede convertirse en el nuevo estado de ánimo de la provincia.
Al final, la vara es que Redondo no está pidiendo nada del otro mundo. Está pidiendo salud, carreteras funcionales y seguridad, lo básico de lo básico. Su discurso fue el eco de lo que miles de cartagos piensan todos los días. La pregunta del millón es si este tipo de llamados realmente calan en el Gobierno o si son palabras que se quedan en el protocolo del evento. Porque si la respuesta a estas urgencias sigue siendo el silencio o la lentitud, se están jalando una torta monumental con una de las provincias más importantes del país. Así que, maes, les pregunto a ustedes: ¿Creen que este llamado de atención sirva de algo o es pura paja que se lleva el viento? ¿Qué más le falta a Cartago (y al resto del país, ya que estamos en esas)?
Primero, y lo más urgente, la vara con el hospital Max Peralta. Esto ya no es un problema, es un despiche anunciado. Redondo fue claro: la provincia no puede seguir esperando. Habló de emergencias saturadas y gente esperando meses por una cita. O sea, lo que todos sabemos y sufrimos. Mientras el proyecto del nuevo hospital parece más un espejismo que una realidad, los Ebais y las áreas de salud actuales están jugándosela con las uñas. La gente se nos está enfermando y el sistema no da para más. Es una bomba de tiempo y parece que en Zapote no escuchan el tictac. Urge que esa construcción avance, pero urge más que, mientras tanto, no dejen morir lo poco que aún funciona.
Luego, el alcalde le entró al tema que nos une a todos en la frustración matutina: la infraestructura. Mencionó las obras de Taras-La Lima y la Florencio del Castillo. ¡Qué les puedo decir que no sepan! Es el cuento de nunca acabar. Esos proyectos son vitales no solo para que uno no llegue tarde al brete, sino para la competitividad de toda la zona. Miles de personas pierden horas de vida, plata y paciencia en esas presas monumentales. Hablar de desarrollo en la región sin arreglar esas arterias viales es como querer correr una maratón con los zapatos amarrados entre sí. Simplemente no tiene sentido, y la paciencia de los cartagineses ya se gastó hace rato.
Y para rematar, la cereza del pastel: la inseguridad. Redondo le pidió al Gobierno que refuerce los programas para garantizar la tranquilidad. Una petición que suena casi obvia, pero que es cada vez más necesaria. Ya no se trata solo de los números y las estadísticas que vemos en las noticias; se trata de que la gente ya no puede ni salir tranquila a la pulpería. La percepción de que las cosas se están saliendo de control es real y palpable en cada barrio. Pedir que la seguridad sea prioridad no es un lujo, es lo mínimo indispensable para poder vivir en paz. El miedo no puede convertirse en el nuevo estado de ánimo de la provincia.
Al final, la vara es que Redondo no está pidiendo nada del otro mundo. Está pidiendo salud, carreteras funcionales y seguridad, lo básico de lo básico. Su discurso fue el eco de lo que miles de cartagos piensan todos los días. La pregunta del millón es si este tipo de llamados realmente calan en el Gobierno o si son palabras que se quedan en el protocolo del evento. Porque si la respuesta a estas urgencias sigue siendo el silencio o la lentitud, se están jalando una torta monumental con una de las provincias más importantes del país. Así que, maes, les pregunto a ustedes: ¿Creen que este llamado de atención sirva de algo o es pura paja que se lleva el viento? ¿Qué más le falta a Cartago (y al resto del país, ya que estamos en esas)?