Maes, agárrense porque la novela en el mundo de la tecnología se puso buena, y esta vez el protagonista es un viejo conocido: Donald Trump. Resulta que el expresidente, desde su red social Truth Social, se levantó con ganas de bronca y exigió la renuncia “inmediata” del nuevo CEO de Intel, un señor llamado Lip-Bu Tan. ¿La razón? Aparentemente, el mae tiene más conexiones con empresas chinas que un hub de aeropuerto. Esto no es una simple hablada, es una bomba que podría reventarle en la cara a uno de los gigantes de Silicon Valley que, para colmo, ya andaba medio salado.
Diay, la vara es que esto no salió de la nada. Un día antes del berrinche de Trump, el senador republicano Tom Cotton, que parece que le encanta escarbar en estos asuntos, le mandó una carta a Intel que era básicamente un expediente. Según Cotton, el nuevo CEO, Tan, no solo tiene participación en cientos de compañías chinas de tecnología, sino que controla varias de ellas. Y aquí es donde se pone fea la cosa: el senador afirma que al menos ocho de esas empresas tienen nexos directos con el Ejército Popular de Liberación de China. ¡Qué torta! O sea, estamos hablando de que el jefe de una de las empresas de tecnología más estratégicas para Estados Unidos podría tener conflictos de interés del tamaño del Estadio Nacional.
Y si creían que ahí terminaba el enredo, para nada. Parece que el señor Tan ya se había jalado una torta parecida en el pasado. Cotton desempolvó que, cuando Tan era el mandamás en Cadence Design Systems (otra empresa que hace software para diseñar esos chunches microscópicos que son los chips), la compañía fue declarada culpable. ¿De qué? De venderle tecnología ilegalmente a una universidad militar china y de pasarle sus secretos a otra empresa de semiconductores de allá sin los permisos necesarios. En resumen, el currículum del nuevo CEO tiene unas manchas que ahora, bajo la lupa de la geopolítica, se ven gigantescas. Contratarlo para liderar Intel en este momento fue, como mínimo, una decisión arriesgada.
Ahora, pongamos esto en contexto, porque el brete de Lip-Bu Tan ya era un chicharrón desde antes de que Trump le declarara la guerra. Intel, que antes era EL carga de los procesadores y el corazón de casi cualquier compu, se durmió en los laureles. Mientras ellos seguían en su nota, competidores como TSMC en Taiwán y Samsung en Corea del Sur se convirtieron en los dueños del negocio. Y peor aún, se vieron completamente sorprendidos por la revolución de la Inteligencia Artificial, donde Nvidia les pasó por encima y se convirtió en el rey indiscutible. Tan llegó en marzo con la misión de rescatar el barco, pero con este escándalo, el agua le está entrando por todo lado. La tormenta perfecta.
Entonces, ¿qué sigue? Intel está entre la espada y la pared. Tienen a un expresidente con muchísima influencia pidiendo la cabeza de su líder, a un senador con pruebas que parecen bastante serias y a una industria que no perdona a los que se quedan atrás. La vara es que esto va más allá de un simple posteo en redes sociales; es un choque frontal entre la seguridad nacional de EE. UU., las complicadas cadenas de suministro globales y la lucha de una empresa icónica por no irse al traste. La presión es máxima y alguna cabeza va a tener que rodar, o al menos, dar muchísimas explicaciones.
Maes, aquí les dejo la pregunta para que se manden en el foro: ¿Ustedes qué creen? ¿Es pura hablada de Trump para hacer bulla o de verdad el CEO de Intel tiene que irse por ese conflicto de intereses? ¿Pesa más la seguridad nacional gringa o la libertad de las empresas para contratar a quien quieran, aunque tenga un pasado complicado?
Diay, la vara es que esto no salió de la nada. Un día antes del berrinche de Trump, el senador republicano Tom Cotton, que parece que le encanta escarbar en estos asuntos, le mandó una carta a Intel que era básicamente un expediente. Según Cotton, el nuevo CEO, Tan, no solo tiene participación en cientos de compañías chinas de tecnología, sino que controla varias de ellas. Y aquí es donde se pone fea la cosa: el senador afirma que al menos ocho de esas empresas tienen nexos directos con el Ejército Popular de Liberación de China. ¡Qué torta! O sea, estamos hablando de que el jefe de una de las empresas de tecnología más estratégicas para Estados Unidos podría tener conflictos de interés del tamaño del Estadio Nacional.
Y si creían que ahí terminaba el enredo, para nada. Parece que el señor Tan ya se había jalado una torta parecida en el pasado. Cotton desempolvó que, cuando Tan era el mandamás en Cadence Design Systems (otra empresa que hace software para diseñar esos chunches microscópicos que son los chips), la compañía fue declarada culpable. ¿De qué? De venderle tecnología ilegalmente a una universidad militar china y de pasarle sus secretos a otra empresa de semiconductores de allá sin los permisos necesarios. En resumen, el currículum del nuevo CEO tiene unas manchas que ahora, bajo la lupa de la geopolítica, se ven gigantescas. Contratarlo para liderar Intel en este momento fue, como mínimo, una decisión arriesgada.
Ahora, pongamos esto en contexto, porque el brete de Lip-Bu Tan ya era un chicharrón desde antes de que Trump le declarara la guerra. Intel, que antes era EL carga de los procesadores y el corazón de casi cualquier compu, se durmió en los laureles. Mientras ellos seguían en su nota, competidores como TSMC en Taiwán y Samsung en Corea del Sur se convirtieron en los dueños del negocio. Y peor aún, se vieron completamente sorprendidos por la revolución de la Inteligencia Artificial, donde Nvidia les pasó por encima y se convirtió en el rey indiscutible. Tan llegó en marzo con la misión de rescatar el barco, pero con este escándalo, el agua le está entrando por todo lado. La tormenta perfecta.
Entonces, ¿qué sigue? Intel está entre la espada y la pared. Tienen a un expresidente con muchísima influencia pidiendo la cabeza de su líder, a un senador con pruebas que parecen bastante serias y a una industria que no perdona a los que se quedan atrás. La vara es que esto va más allá de un simple posteo en redes sociales; es un choque frontal entre la seguridad nacional de EE. UU., las complicadas cadenas de suministro globales y la lucha de una empresa icónica por no irse al traste. La presión es máxima y alguna cabeza va a tener que rodar, o al menos, dar muchísimas explicaciones.
Maes, aquí les dejo la pregunta para que se manden en el foro: ¿Ustedes qué creen? ¿Es pura hablada de Trump para hacer bulla o de verdad el CEO de Intel tiene que irse por ese conflicto de intereses? ¿Pesa más la seguridad nacional gringa o la libertad de las empresas para contratar a quien quieran, aunque tenga un pasado complicado?