Maes, a ver, pongámonos en contexto porque esta vara está para alquilar balcón. Resulta que en esa línea imaginaria que llamamos frontera, allá por Paso Canoas, se armó un despiche de los buenos. Por un lado, tenemos a la Municipalidad de Corredores, con la maquinaria lista y, parece, poca paciencia. Por el otro, a una tienda departamental del lado panameño, Jerusalem Duty Free, que de repente se convirtió en la productora de contenido más prolífica de TikTok, denunciando a la Muni tica. ¿El motivo del pleito? Una acera. Sí, una simple y humilde acera que, según la tienda, construyeron de pura buena fe y que la Muni llegó a hacer-chunche-y-medio sin compasión alguna.
La versión de la tienda, contada en una saga de videos que ya quisiera Marvel, es que ellos vieron una necesidad. Vieron a la gente, ticos y panameños, jugándosela en un trillo lleno de agua y barro, y dijeron: "Diay, ¿por qué no ayudar?". Entonces, se mandaron a construir una acera bien hechecita, con sus alcantarillas y todo el brete. Un gesto, según ellos, para la comunidad. Un regalo. Pero ¡oh, sorpresa! A la Muni de Corredores parece que el regalo no le cuadró. Un día, sin previo aviso según la tienda, llegaron las máquinas y ¡zaz! adiós acera. La hicieron literalmente polvo, dejando una zanja como para recordarle a todo el mundo quién manda en ese pedacito de tierra.
Y aquí es donde la vara se pone color de hormiga y uno se pregunta: ¿quién se jaló la torta aquí? La gente de la tienda panameña grita a los cuatro vientos que es una "invasión a la propiedad privada" y un "mal a la comunidad". Filman la maquinaria, el desorden, el cemento roto, y uno casi que puede sentir su indignación. El plan de "quedar como los buenos" se les fue al traste de la peor manera. Sin embargo, lo que me vuela la cabeza es el pequeño, diminuto, insignificante detalle que parecen estar omitiendo: las aceras, por definición, son espacio público. Y para construir en espacio público, mae, se necesitan permisos. No es como llegar y poner una macetera en la sala de la casa del vecino porque a uno le parece que se ve más bonito.
Claro, la Muni de Corredores todavía no ha dicho ni pío, y esa es otra parte del problema. El silencio a veces grita más que mil comunicados de prensa. Pero mientras esperamos la versión oficial, la gente en redes sociales no se comió el cuento de la tienda. Los comentarios en los mismos videos de TikTok son una clase magistral de derecho municipal básico. "Mae, ¿y los permisos?", "¿Desde cuándo una acera es propiedad privada?", "Salado, pero así no funcionan las cosas". Es casi un consenso popular: la intención pudo ser buena, pero la ejecución fue una torta monumental. Quisieron jugar de salvadores y terminaron exponiendo una ingenuidad (o una audacia) increíble sobre cómo funciona la administración pública.
Al final, este despiche fronterizo es el reflejo de una historia que hemos visto mil veces: la burocracia contra la iniciativa, pero también las reglas contra el que se las quiere brincar. Por más chiva que estuviera la acera, si no cumplía con los planos, los permisos y la regulación tica, para la ley era una construcción ilegal. Punto. La acción de la Muni pudo ser aparatosa y hasta un poco cavernícola, pero probablemente estaban en su derecho. La tienda, por su parte, ahora tiene que lidiar con que su inversión se hizo polvo y su campaña de relaciones públicas en TikTok les salió por la culata, con la misma gente a la que querían "ayudar" explicándoles cómo funciona la ley en Costa Rica.
Diay, maes, ahora les tiro la bola a ustedes. ¿Qué opinan de esta torta? ¿Fue un abuso de poder de la Muni de Corredores que pudo resolver esto con una multa o una conversación? ¿O la tienda se pasó de lista, construyó donde no debía y ahora está jugando de víctima para las redes sociales? ¿Quién tiene la razón en este brete?
La versión de la tienda, contada en una saga de videos que ya quisiera Marvel, es que ellos vieron una necesidad. Vieron a la gente, ticos y panameños, jugándosela en un trillo lleno de agua y barro, y dijeron: "Diay, ¿por qué no ayudar?". Entonces, se mandaron a construir una acera bien hechecita, con sus alcantarillas y todo el brete. Un gesto, según ellos, para la comunidad. Un regalo. Pero ¡oh, sorpresa! A la Muni de Corredores parece que el regalo no le cuadró. Un día, sin previo aviso según la tienda, llegaron las máquinas y ¡zaz! adiós acera. La hicieron literalmente polvo, dejando una zanja como para recordarle a todo el mundo quién manda en ese pedacito de tierra.
Y aquí es donde la vara se pone color de hormiga y uno se pregunta: ¿quién se jaló la torta aquí? La gente de la tienda panameña grita a los cuatro vientos que es una "invasión a la propiedad privada" y un "mal a la comunidad". Filman la maquinaria, el desorden, el cemento roto, y uno casi que puede sentir su indignación. El plan de "quedar como los buenos" se les fue al traste de la peor manera. Sin embargo, lo que me vuela la cabeza es el pequeño, diminuto, insignificante detalle que parecen estar omitiendo: las aceras, por definición, son espacio público. Y para construir en espacio público, mae, se necesitan permisos. No es como llegar y poner una macetera en la sala de la casa del vecino porque a uno le parece que se ve más bonito.
Claro, la Muni de Corredores todavía no ha dicho ni pío, y esa es otra parte del problema. El silencio a veces grita más que mil comunicados de prensa. Pero mientras esperamos la versión oficial, la gente en redes sociales no se comió el cuento de la tienda. Los comentarios en los mismos videos de TikTok son una clase magistral de derecho municipal básico. "Mae, ¿y los permisos?", "¿Desde cuándo una acera es propiedad privada?", "Salado, pero así no funcionan las cosas". Es casi un consenso popular: la intención pudo ser buena, pero la ejecución fue una torta monumental. Quisieron jugar de salvadores y terminaron exponiendo una ingenuidad (o una audacia) increíble sobre cómo funciona la administración pública.
Al final, este despiche fronterizo es el reflejo de una historia que hemos visto mil veces: la burocracia contra la iniciativa, pero también las reglas contra el que se las quiere brincar. Por más chiva que estuviera la acera, si no cumplía con los planos, los permisos y la regulación tica, para la ley era una construcción ilegal. Punto. La acción de la Muni pudo ser aparatosa y hasta un poco cavernícola, pero probablemente estaban en su derecho. La tienda, por su parte, ahora tiene que lidiar con que su inversión se hizo polvo y su campaña de relaciones públicas en TikTok les salió por la culata, con la misma gente a la que querían "ayudar" explicándoles cómo funciona la ley en Costa Rica.
Diay, maes, ahora les tiro la bola a ustedes. ¿Qué opinan de esta torta? ¿Fue un abuso de poder de la Muni de Corredores que pudo resolver esto con una multa o una conversación? ¿O la tienda se pasó de lista, construyó donde no debía y ahora está jugando de víctima para las redes sociales? ¿Quién tiene la razón en este brete?