Maes, no sé ustedes, pero esta semana que pasó el cielo montó un espectáculo que ni el Festival de la Luz. De esos aguaceros que uno escucha el baldazo contra el techo de zinc y se encomienda a todos los santos para que no se vaya la luz justo en media mejenga o al final de la serie. Uno piensa que es un escándalo y ya, pero resulta que los compas del Grupo ICE tienen el brete de contar cada uno de esos chispazos, y los números que soltaron son para sentarse a analizarlos.
La vara es que en solo siete días, del 1 al 7 de setiembre, se registraron casi 27,000 descargas atmosféricas en todo el churuco. ¡Veintisiete mil! Pero aquí es donde se pone interesante la cosa. El premio gordo, la medalla de oro y la corona del rey de la tormenta se la llevó, por una goleada absurda, el Pacífico Norte. De ese total, más de 13,300 rayos cayeron allá. O sea, la mitad de toda la actividad eléctrica del país se concentró en Guanacaste y alrededores. ¡Qué nivel! Es como si Thor se hubiera ido de ride para Tamarindo y se le olvidó apagar las luces al irse. Mientras tanto, en el resto del país la cosa estuvo más tranquila; nosotros en el Valle Central apenas llegamos a 2,000. Y el Caribe Sur, con 173 rayitos, parece que ni se dio cuenta del fiestón eléctrico.
Ahora, antes de que salgamos corriendo a forrar los chunches electrónicos en papel aluminio, hay que poner la vara en perspectiva. Aunque 27,000 suena a un montón, en realidad le bajamos dos rayitas al escándalo en comparación con las últimas semanas de agosto. Hubo una semana, del 18 al 24 de ese mes, donde el país se comió casi 54,000 descargas. ¡El doble! Y la siguiente, casi 50,000. Así que se podría decir que esta primera semana de setiembre fue como una pequeña tregua, una calma chicha antes de que octubre, que usualmente es el mes más atravesado, nos caiga con todo el arsenal.
El dato que de verdad me dejó pensando es el acumulado del año. Tomen aire: en lo que va de este 2025, ya se contabilizan más de 601,000 descargas atmosféricas en Costa Rica. Más de medio millón de latigazos de luz y sonido repartidos por todo el territorio. Es una cantidad de energía simplemente brutal, un recordatorio constante de que, por más tecnología y edificios que tengamos, la naturaleza siempre tiene la última palabra y el control del switch principal. Es el recordatorio de que vivimos en un país increíblemente vivo, donde el cielo participa activamente en la conversación.
Este reporte del ICE no es solo una lista de números; es una radiografía del poder de nuestra temporada lluviosa. Es la confirmación de por qué nuestras abuelas siempre nos decían que desconectáramos todo cuando empezaba a sonar el primer trueno. Al final, cada descarga es una historia: un susto para alguien, un apagón en un barrio, o simplemente un show de luces impresionante para quien lo ve desde la seguridad de su ventana. Diay, al menos no nos aburrimos.
Y ustedes, foreros, ¿cómo la vivieron esta semana? ¿Les tocó algún susto con los aparatos electrónicos, se quedaron sin luz o solo fue el show de luces y el concierto en el techo? ¡Cuenten sus historias a ver!
La vara es que en solo siete días, del 1 al 7 de setiembre, se registraron casi 27,000 descargas atmosféricas en todo el churuco. ¡Veintisiete mil! Pero aquí es donde se pone interesante la cosa. El premio gordo, la medalla de oro y la corona del rey de la tormenta se la llevó, por una goleada absurda, el Pacífico Norte. De ese total, más de 13,300 rayos cayeron allá. O sea, la mitad de toda la actividad eléctrica del país se concentró en Guanacaste y alrededores. ¡Qué nivel! Es como si Thor se hubiera ido de ride para Tamarindo y se le olvidó apagar las luces al irse. Mientras tanto, en el resto del país la cosa estuvo más tranquila; nosotros en el Valle Central apenas llegamos a 2,000. Y el Caribe Sur, con 173 rayitos, parece que ni se dio cuenta del fiestón eléctrico.
Ahora, antes de que salgamos corriendo a forrar los chunches electrónicos en papel aluminio, hay que poner la vara en perspectiva. Aunque 27,000 suena a un montón, en realidad le bajamos dos rayitas al escándalo en comparación con las últimas semanas de agosto. Hubo una semana, del 18 al 24 de ese mes, donde el país se comió casi 54,000 descargas. ¡El doble! Y la siguiente, casi 50,000. Así que se podría decir que esta primera semana de setiembre fue como una pequeña tregua, una calma chicha antes de que octubre, que usualmente es el mes más atravesado, nos caiga con todo el arsenal.
El dato que de verdad me dejó pensando es el acumulado del año. Tomen aire: en lo que va de este 2025, ya se contabilizan más de 601,000 descargas atmosféricas en Costa Rica. Más de medio millón de latigazos de luz y sonido repartidos por todo el territorio. Es una cantidad de energía simplemente brutal, un recordatorio constante de que, por más tecnología y edificios que tengamos, la naturaleza siempre tiene la última palabra y el control del switch principal. Es el recordatorio de que vivimos en un país increíblemente vivo, donde el cielo participa activamente en la conversación.
Este reporte del ICE no es solo una lista de números; es una radiografía del poder de nuestra temporada lluviosa. Es la confirmación de por qué nuestras abuelas siempre nos decían que desconectáramos todo cuando empezaba a sonar el primer trueno. Al final, cada descarga es una historia: un susto para alguien, un apagón en un barrio, o simplemente un show de luces impresionante para quien lo ve desde la seguridad de su ventana. Diay, al menos no nos aburrimos.
Y ustedes, foreros, ¿cómo la vivieron esta semana? ¿Les tocó algún susto con los aparatos electrónicos, se quedaron sin luz o solo fue el show de luces y el concierto en el techo? ¡Cuenten sus historias a ver!