Imagínate esto, mael: miles de pasajeros varados en el aeropuerto, vuelos cancelados a diestra y siniestra, y todo porque nuestros radares decidieron tomarse unas largas vacaciones. Un verdadero ¡qué torta! Este miércoles, el espacio aéreo nacional tuvo que cerrarse por varias horas debido a una falla eléctrica en los sistemas de control aéreo, dejando secuelas que nos hacen preguntarnos: ¿hasta cuándo vamos a andar con estos chinches?
Según el Sindicato de Controladores Profesionales de Aproximación de Costa Rica (Siproc), llevan advirtiendo desde junio sobre estas fallas, pasando la voz a quien debía ponerle atención. Dicen que los radares andaban dando señales de alerta, así como los sistemas de comunicación de los aeropuertos, pero parece que nadie le hizo caso. Uno se queda pensando qué estaría pasando si no fuera por esos controladores que se espantan a defender el brete.
Las consecuencias fueron directas: Aeris, la empresa encargada del aeropuerto Juan Santamaría, reportó que alrededor de 4.580 pasajeros vieron afectadas sus planes de viaje. Se habla de 64 vuelos comerciales, 8 de carga y 65 domésticos demorados o reprogramados. Y eso, mae, es sólo considerando el aeropuerto SJO. Imagínate la cadena de eventos que esto provocó a nivel internacional, pues muchos viajeros tenían conexiones y destinos finales muy lejos de casa.
El Ministro de Obras Públicas y Transportes, Efraim Zeledón, admitió que se ordenó una investigación interna para determinar quién sabía de estos problemas y por qué no se actuó. Aunque mencionó que han habido “constantes reuniones” con el proveedor de servicios y técnicos, asegura que la conversación no llegó a abordar específicamente la situación de los radares. ¡Qué vara! Parece que siempre hay una excusa, ¿verdad?
Lo curioso del caso es que no es la primera vez que nos encontramos con este tipo de inconvenientes. Ya habíamos visto algo similar el pasado mes de mayo, cuando el espacio aéreo también quedó cerrado por aproximadamente una hora en el Juan Santamaría. Esto demuestra que, pese a las promesas de mejoras y modernización, seguimos teniendo los mismos problemas recurrentes, demostrando que el mantenimiento preventivo no es precisamente nuestra especialidad.
El sindicato, claro, no se anda con rodeos y acusa directamente al MOPT y a la DGAC de ignorar sus alertas. Aseguran que sus advertencias cayeron en saco roto, y que ahora estamos pagando las consecuencias de tanta negligencia. Lo que preocupa es que esto podría haber puesto en riesgo la seguridad de los vuelos, y por poco terminamos con una tragedia mayor. Uno se acuerda de aquella frase: 'Más vale prevenir que lamentar', pero parece que acá nos gusta lamentar primero.
Ahora, mientras tanto, el país entero espera los resultados de la investigación. Se promete que se tomarán medidas para evitar que algo así vuelva a ocurrir, pero la verdad es que ya hemos escuchado tantas promesas vacías que cuesta creer que esta vez será diferente. Hay que estar ojo avizor, mae, porque con estos tipos de situaciones, nunca se sabe cuándo va a explotar la olla.
Con todo este lío aéreo, la pregunta que me surge es la siguiente: ¿Será que ya es hora de replantearnos la forma en que gestionamos la infraestructura aeronáutica del país, invirtiendo seriamente en mantenimiento y capacitación, o seguiremos aguantando estos desastres momentáneos que ponen en peligro la vida de miles de personas? Compartan sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre esta vaina.
Según el Sindicato de Controladores Profesionales de Aproximación de Costa Rica (Siproc), llevan advirtiendo desde junio sobre estas fallas, pasando la voz a quien debía ponerle atención. Dicen que los radares andaban dando señales de alerta, así como los sistemas de comunicación de los aeropuertos, pero parece que nadie le hizo caso. Uno se queda pensando qué estaría pasando si no fuera por esos controladores que se espantan a defender el brete.
Las consecuencias fueron directas: Aeris, la empresa encargada del aeropuerto Juan Santamaría, reportó que alrededor de 4.580 pasajeros vieron afectadas sus planes de viaje. Se habla de 64 vuelos comerciales, 8 de carga y 65 domésticos demorados o reprogramados. Y eso, mae, es sólo considerando el aeropuerto SJO. Imagínate la cadena de eventos que esto provocó a nivel internacional, pues muchos viajeros tenían conexiones y destinos finales muy lejos de casa.
El Ministro de Obras Públicas y Transportes, Efraim Zeledón, admitió que se ordenó una investigación interna para determinar quién sabía de estos problemas y por qué no se actuó. Aunque mencionó que han habido “constantes reuniones” con el proveedor de servicios y técnicos, asegura que la conversación no llegó a abordar específicamente la situación de los radares. ¡Qué vara! Parece que siempre hay una excusa, ¿verdad?
Lo curioso del caso es que no es la primera vez que nos encontramos con este tipo de inconvenientes. Ya habíamos visto algo similar el pasado mes de mayo, cuando el espacio aéreo también quedó cerrado por aproximadamente una hora en el Juan Santamaría. Esto demuestra que, pese a las promesas de mejoras y modernización, seguimos teniendo los mismos problemas recurrentes, demostrando que el mantenimiento preventivo no es precisamente nuestra especialidad.
El sindicato, claro, no se anda con rodeos y acusa directamente al MOPT y a la DGAC de ignorar sus alertas. Aseguran que sus advertencias cayeron en saco roto, y que ahora estamos pagando las consecuencias de tanta negligencia. Lo que preocupa es que esto podría haber puesto en riesgo la seguridad de los vuelos, y por poco terminamos con una tragedia mayor. Uno se acuerda de aquella frase: 'Más vale prevenir que lamentar', pero parece que acá nos gusta lamentar primero.
Ahora, mientras tanto, el país entero espera los resultados de la investigación. Se promete que se tomarán medidas para evitar que algo así vuelva a ocurrir, pero la verdad es que ya hemos escuchado tantas promesas vacías que cuesta creer que esta vez será diferente. Hay que estar ojo avizor, mae, porque con estos tipos de situaciones, nunca se sabe cuándo va a explotar la olla.
Con todo este lío aéreo, la pregunta que me surge es la siguiente: ¿Será que ya es hora de replantearnos la forma en que gestionamos la infraestructura aeronáutica del país, invirtiendo seriamente en mantenimiento y capacitación, o seguiremos aguantando estos desastres momentáneos que ponen en peligro la vida de miles de personas? Compartan sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan ustedes sobre esta vaina.
