¡Ay, papá! Aquí vamos otra vez hablando de esas tasas de interés que nos tienen a todos moscosos. Resulta que parece que van a seguir bajando, y eso suena chiva a primera vista, pero siempre hay un brete detrás, diay.
Según el nuevo informe del Cinpe, parece que los factores externos –el lío que está armando la Reserva Federal gringuita– y nuestra propia economía que anda medio dormilona, le están dando unos buenos cachetes a la bajada de estas tasas. Ya saben, como cuando te pegan un coscorrón para despertar. Los expertos dicen que hay altas probabilidades de que esos gringos bajen aún más sus tasas, y eso nos va a afectar directo porque sino nos vamos a ir al traste en cuanto a flujos de capital, mijo.
Pero no todo es culpa del exterior, claro que no. Por acá, la cosa tampoco pinta muy animada. La economía andamos así, a paso lento, sin mucho brío, y la inflación está tan abajo que ni siquiera cumple con el rango que quiere el Banco Central. Imaginen la bronca que tienen ahí arriba tratando de mantenernos firmes, pura carga.
Y ahí está el Banco Central, juntándose este jueves a ver qué hacen: ¿siguen con la tasa de política monetaria donde está (3.75%) o le dan otro golpe hacia abajo? La verdad, con esta situación, parece que les queda poco espacio para maniobrar, pero también andan con cuidado de que la inflación no se vaya al piso, que sería qué sal.
Lo curioso de todo esto es que, aunque la TPM baje, no se siente tanto en las tasas que realmente nos importan a nosotros, los mortales: las de los créditos personales y las tarjetas. Parece que los bancos no quieren soltar la cresta, y ahí es donde se complica la vaina. Han ido bajando las tasas pasivas, esas de ahorro, pero las activas, esas de préstamos, se resisten a moverse. ¡Qué despiche!
El informe del Cinpe lo pone clarito: la señal que manda el Banco Central no se está traduciendo bien en el sistema financiero. Es como si estuvieran hablando diferentes idiomas. Los bancos, especialmente los privados, parecen más reacios a bajar las tasas de crédito, aunque haya presión desde afuera y desde adentro. Esto significa que la ayuda que podríamos recibir de tasas más bajas para invertir o consumir, se queda en el limbo, y eso no es bueno para nadie.
Además, tenemos el problema de las expectativas de inflación. La gente cree que la inflación va a estar baja por un buen rato, y eso hace que los negocios sean más reacios a subir los precios y a pedir créditos. Se arma un círculo vicioso que dificulta que el Banco Central logre sus metas. Lleva 27 meses, ¡27 meses!, que la inflación está fuera del rango deseado, y no veo que cambie pronto. Eso sí que es una torta.
En fin, parece que estamos en una encrucijada, maes. Las tasas podrían seguir bajando, pero el beneficio no llegará a todos por igual. Entonces me pregunto: ¿cree usted que el Banco Central debería tomar medidas más drásticas para obligar a los bancos a bajar las tasas de crédito, o deberíamos esperar a que la economía se reactive por sí sola y arrastre consigo a toda la industria financiera?
Según el nuevo informe del Cinpe, parece que los factores externos –el lío que está armando la Reserva Federal gringuita– y nuestra propia economía que anda medio dormilona, le están dando unos buenos cachetes a la bajada de estas tasas. Ya saben, como cuando te pegan un coscorrón para despertar. Los expertos dicen que hay altas probabilidades de que esos gringos bajen aún más sus tasas, y eso nos va a afectar directo porque sino nos vamos a ir al traste en cuanto a flujos de capital, mijo.
Pero no todo es culpa del exterior, claro que no. Por acá, la cosa tampoco pinta muy animada. La economía andamos así, a paso lento, sin mucho brío, y la inflación está tan abajo que ni siquiera cumple con el rango que quiere el Banco Central. Imaginen la bronca que tienen ahí arriba tratando de mantenernos firmes, pura carga.
Y ahí está el Banco Central, juntándose este jueves a ver qué hacen: ¿siguen con la tasa de política monetaria donde está (3.75%) o le dan otro golpe hacia abajo? La verdad, con esta situación, parece que les queda poco espacio para maniobrar, pero también andan con cuidado de que la inflación no se vaya al piso, que sería qué sal.
Lo curioso de todo esto es que, aunque la TPM baje, no se siente tanto en las tasas que realmente nos importan a nosotros, los mortales: las de los créditos personales y las tarjetas. Parece que los bancos no quieren soltar la cresta, y ahí es donde se complica la vaina. Han ido bajando las tasas pasivas, esas de ahorro, pero las activas, esas de préstamos, se resisten a moverse. ¡Qué despiche!
El informe del Cinpe lo pone clarito: la señal que manda el Banco Central no se está traduciendo bien en el sistema financiero. Es como si estuvieran hablando diferentes idiomas. Los bancos, especialmente los privados, parecen más reacios a bajar las tasas de crédito, aunque haya presión desde afuera y desde adentro. Esto significa que la ayuda que podríamos recibir de tasas más bajas para invertir o consumir, se queda en el limbo, y eso no es bueno para nadie.
Además, tenemos el problema de las expectativas de inflación. La gente cree que la inflación va a estar baja por un buen rato, y eso hace que los negocios sean más reacios a subir los precios y a pedir créditos. Se arma un círculo vicioso que dificulta que el Banco Central logre sus metas. Lleva 27 meses, ¡27 meses!, que la inflación está fuera del rango deseado, y no veo que cambie pronto. Eso sí que es una torta.
En fin, parece que estamos en una encrucijada, maes. Las tasas podrían seguir bajando, pero el beneficio no llegará a todos por igual. Entonces me pregunto: ¿cree usted que el Banco Central debería tomar medidas más drásticas para obligar a los bancos a bajar las tasas de crédito, o deberíamos esperar a que la economía se reactive por sí sola y arrastre consigo a toda la industria financiera?