Maes, pónganle atención a esto porque la cosa va en serio y no es para tomarla a la ligera. El Hospital Nacional de Niños (HNN) acaba de soltar una bomba que nos debería tener a todos con el pelo parado: este año ya han fallecido 19 chiquitos por virus respiratorios. Francamente, ¡qué torta! Y lo que más duele es que la gran mayoría, 14 de ellos, ni siquiera habían cumplido los 5 años. Esta no es una estadística más para pasar la página; es una llamada de atención que está sonando durísimo y parece que no la estamos escuchando.
Y si creen que la vara termina ahí, están equivocados. El verdadero baldazo de agua fría es que entre esos 19 angelitos, hay cuatro que estaban completamente sanos. Cero enfermedades de fondo, cero comorbilidades, nada. Niños que un día estaban jugando y al siguiente se enfrentaban a una complicación mortal por un virus que para muchos de nosotros sería una simple gripe. Esto significa que ya alcanzamos la misma cifra de niños sanos fallecidos con la que se cerró TODO el 2023. Apenas estamos en setiembre. ¡Qué sal! Los datos son claros y muestran una tendencia que asusta: en febrero eran 2 muertes, para marzo ya iban 6, en mayo 12 y ahora cerramos agosto con 19. Esto no es casualidad, es una curva que va para arriba y que tiene a los médicos del HNN al borde del colapso.
Hablando de colapso, la situación dentro del hospital es un reflejo perfecto de este despiche. A inicios de mes, tenían a 62 niños internados por causas respiratorias. De esos, 14 están luchando por su vida en Cuidados Intensivos. Para que se hagan una idea, el hospital tiene un máximo de 67 camas para estos casos. O sea, están a nada de tener que empezar a hacer campo hasta en los pasillos. Ya lo han tenido que hacer antes, adaptando salones y otras áreas, pero no deja de ser una señal de que el sistema está hasta la jupa, trabajando al límite de su capacidad para atender la emergencia.
Ahora, la pregunta del millón: ¿qué estamos haciendo mal? La Dra. Lydiana Ávila, una carga del HNN, nos recuerda lo básico, lo que nos repitieron hasta el cansancio en la pandemia: lavarse las manos, tener las vacunas al día, dar lactancia materna y evitar meter a los güilas en lugares llenos de gente. No es física cuántica. Y aquí es donde nos jalamos una torta como sociedad: el dato de que la vacunación contra la influenza solo cubrió al 32% de los niños es para llorar. Es una herramienta que tenemos ahí, gratis, y no la estamos usando. Además, el llamado es clarísimo: si el chiquito anda con tos, fiebre o mocos, ¡no lo mande a la escuela ni a la guardería, por favor! No es un favor que le hace al brete, es un riesgo gigante que le pone a los demás.
Al final del día, esto va más allá de los números y las camas de hospital. Se trata de la responsabilidad que tenemos todos. Los virus están ahí, siempre han estado, pero parece que se nos olvidó cómo cuidarnos y, sobre todo, cómo cuidar a los más vulnerables. La situación es crítica, el personal de salud está haciendo hasta lo imposible y nuestros niños están pagando el precio más alto. Es un tema que nos compete a todos, desde el gobierno hasta cada uno en su casa. Dejar que esto siga escalando sin hacer un cambio radical en nuestra actitud sería, simple y sencillamente, imperdonable.
Diay, maes, ¿qué está pasando realmente? ¿Es que nos relajamos demasiado con las medidas post-pandemia, es falta de información o de verdad le estamos fallando a los más pequeños como sociedad? Quiero leer sus opiniones.
Y si creen que la vara termina ahí, están equivocados. El verdadero baldazo de agua fría es que entre esos 19 angelitos, hay cuatro que estaban completamente sanos. Cero enfermedades de fondo, cero comorbilidades, nada. Niños que un día estaban jugando y al siguiente se enfrentaban a una complicación mortal por un virus que para muchos de nosotros sería una simple gripe. Esto significa que ya alcanzamos la misma cifra de niños sanos fallecidos con la que se cerró TODO el 2023. Apenas estamos en setiembre. ¡Qué sal! Los datos son claros y muestran una tendencia que asusta: en febrero eran 2 muertes, para marzo ya iban 6, en mayo 12 y ahora cerramos agosto con 19. Esto no es casualidad, es una curva que va para arriba y que tiene a los médicos del HNN al borde del colapso.
Hablando de colapso, la situación dentro del hospital es un reflejo perfecto de este despiche. A inicios de mes, tenían a 62 niños internados por causas respiratorias. De esos, 14 están luchando por su vida en Cuidados Intensivos. Para que se hagan una idea, el hospital tiene un máximo de 67 camas para estos casos. O sea, están a nada de tener que empezar a hacer campo hasta en los pasillos. Ya lo han tenido que hacer antes, adaptando salones y otras áreas, pero no deja de ser una señal de que el sistema está hasta la jupa, trabajando al límite de su capacidad para atender la emergencia.
Ahora, la pregunta del millón: ¿qué estamos haciendo mal? La Dra. Lydiana Ávila, una carga del HNN, nos recuerda lo básico, lo que nos repitieron hasta el cansancio en la pandemia: lavarse las manos, tener las vacunas al día, dar lactancia materna y evitar meter a los güilas en lugares llenos de gente. No es física cuántica. Y aquí es donde nos jalamos una torta como sociedad: el dato de que la vacunación contra la influenza solo cubrió al 32% de los niños es para llorar. Es una herramienta que tenemos ahí, gratis, y no la estamos usando. Además, el llamado es clarísimo: si el chiquito anda con tos, fiebre o mocos, ¡no lo mande a la escuela ni a la guardería, por favor! No es un favor que le hace al brete, es un riesgo gigante que le pone a los demás.
Al final del día, esto va más allá de los números y las camas de hospital. Se trata de la responsabilidad que tenemos todos. Los virus están ahí, siempre han estado, pero parece que se nos olvidó cómo cuidarnos y, sobre todo, cómo cuidar a los más vulnerables. La situación es crítica, el personal de salud está haciendo hasta lo imposible y nuestros niños están pagando el precio más alto. Es un tema que nos compete a todos, desde el gobierno hasta cada uno en su casa. Dejar que esto siga escalando sin hacer un cambio radical en nuestra actitud sería, simple y sencillamente, imperdonable.
Diay, maes, ¿qué está pasando realmente? ¿Es que nos relajamos demasiado con las medidas post-pandemia, es falta de información o de verdad le estamos fallando a los más pequeños como sociedad? Quiero leer sus opiniones.