Diay, maes. Seamos honestos: ¿quién no se ha tirado un maratón de alguna serie de narcos? La vara es que, mientras uno la ve con palomitas, parece que un montón de güilas se lo están tomando como un manual de instrucciones. Y ahora, el Ministerio de Seguridad Pública (MSP) pegó el grito al cielo, porque la famosa “narcocultura” se nos está saliendo de las manos y convirtiendo a los capos en los nuevos ídolos del barrio. La situación está tan fea que ya están pidiendo regular la fiesta en la tele y hasta en las plataformas de streaming.
La cosa se puso seria en la Asamblea Legislativa. Llegaron unos representantes del MSP a una audiencia y soltaron la bomba: esos programas están influyendo de manera súper negativa en los chiquillos. Hablaron de un concepto llamado “mimetismo social”, que en buen tico significa que la gente copia lo que ve. Si los güilas ven en la tele, en TikTok y en todo lado que ser narco es la última chupada del mango, con plata, poder y “respeto”, pues van a querer imitarlo. Dejan de aspirar a ser como Keylor Navas o Franklin Chang para querer ser el próximo capo de la zona. ¡Qué sal! Estamos cambiando héroes de verdad por villanos de ficción que, lamentablemente, tienen su versión real a la vuelta de la esquina.
Y para que nadie pensara que estaban hablando paja, contaron una historia que parece sacada de una de esas mismas series. A una profe de inglés en una zona rural le roban el carro. ¡Qué torta! Pero aquí viene lo increíble: un estudiante llama al tata, el tata se comunica con la dirección del cole y promete, así como si nada, que el chunche aparece en dos horas. Y diay, ¡apareció! La excusa fue que se trató de un “error”. Mae, ese cuento evidencia el despiche en el que estamos metidos. Ya no es una película, es la realidad mostrando cómo el poder narco se ha normalizado hasta en las aulas. Por eso el MSP insiste en que el brete no es solo policial, sino que hay que contrarrestar esa narrativa con deporte, arte y más programas en las comunidades.
Pero esto no es solo de buenas intenciones y ligas atléticas. Ya hay un proyecto de ley en el horno, el 24.457, que busca ponerle un candado a la vara. ¿Qué propone? Regular no solo la tele abierta, sino también las plataformas digitales (sí, Netflix y compañía, los están viendo). La idea es facultar a una comisión para prohibir series, películas y hasta conciertos de artistas que le canten al narco o hagan apología del delito. Y ojo a las multas, porque no son jugando: para el que distribuya material sin autorización, la sanción podría llegar hasta los 200 salarios base. ¡Un platal con el que no se juega!
Claro, aquí es donde la cosa se pone peluda. ¿Cómo se regula esto sin caer en censura? ¿De qué sirve bloquear un canal si todo está a un clic en redes sociales? Los mismos diputados ya están cuestionando el alcance real de la medida y pidiendo más plata para prevención y mediciones serias. La propuesta está en la mesa y el debate está que arde. La vara es... ¿hasta dónde llegamos para proteger a los güilas? ¿Es esta la solución o solo un curita para una herida mucho más profunda? ¿Qué opinan ustedes, maes? ¿Creen que regular las narcoseries es la movida correcta para frenar la violencia, o es un paso hacia la censura que no va a solucionar el problema de fondo? ¿Hasta dónde debería llegar el Estado?
La cosa se puso seria en la Asamblea Legislativa. Llegaron unos representantes del MSP a una audiencia y soltaron la bomba: esos programas están influyendo de manera súper negativa en los chiquillos. Hablaron de un concepto llamado “mimetismo social”, que en buen tico significa que la gente copia lo que ve. Si los güilas ven en la tele, en TikTok y en todo lado que ser narco es la última chupada del mango, con plata, poder y “respeto”, pues van a querer imitarlo. Dejan de aspirar a ser como Keylor Navas o Franklin Chang para querer ser el próximo capo de la zona. ¡Qué sal! Estamos cambiando héroes de verdad por villanos de ficción que, lamentablemente, tienen su versión real a la vuelta de la esquina.
Y para que nadie pensara que estaban hablando paja, contaron una historia que parece sacada de una de esas mismas series. A una profe de inglés en una zona rural le roban el carro. ¡Qué torta! Pero aquí viene lo increíble: un estudiante llama al tata, el tata se comunica con la dirección del cole y promete, así como si nada, que el chunche aparece en dos horas. Y diay, ¡apareció! La excusa fue que se trató de un “error”. Mae, ese cuento evidencia el despiche en el que estamos metidos. Ya no es una película, es la realidad mostrando cómo el poder narco se ha normalizado hasta en las aulas. Por eso el MSP insiste en que el brete no es solo policial, sino que hay que contrarrestar esa narrativa con deporte, arte y más programas en las comunidades.
Pero esto no es solo de buenas intenciones y ligas atléticas. Ya hay un proyecto de ley en el horno, el 24.457, que busca ponerle un candado a la vara. ¿Qué propone? Regular no solo la tele abierta, sino también las plataformas digitales (sí, Netflix y compañía, los están viendo). La idea es facultar a una comisión para prohibir series, películas y hasta conciertos de artistas que le canten al narco o hagan apología del delito. Y ojo a las multas, porque no son jugando: para el que distribuya material sin autorización, la sanción podría llegar hasta los 200 salarios base. ¡Un platal con el que no se juega!
Claro, aquí es donde la cosa se pone peluda. ¿Cómo se regula esto sin caer en censura? ¿De qué sirve bloquear un canal si todo está a un clic en redes sociales? Los mismos diputados ya están cuestionando el alcance real de la medida y pidiendo más plata para prevención y mediciones serias. La propuesta está en la mesa y el debate está que arde. La vara es... ¿hasta dónde llegamos para proteger a los güilas? ¿Es esta la solución o solo un curita para una herida mucho más profunda? ¿Qué opinan ustedes, maes? ¿Creen que regular las narcoseries es la movida correcta para frenar la violencia, o es un paso hacia la censura que no va a solucionar el problema de fondo? ¿Hasta dónde debería llegar el Estado?