¡Qué nivel la Indira! De niña batallando con las letras, casi se va al traste el brete de estudiar periodismo, pero mira nomás, ahora es parte del equipo de Telediario. Su historia es pura inspiración pa’ todos esos mae que piensan que ‘el chunche’ que tienen es una vara inútil. ¡Pa’ que sepan, con esfuerzo y ganas se logra!
La dislexia, un tema que muchos evitan, marcó la infancia de Indira Zúñiga. Desde pequeños, la diferencia en cómo procesaba la información era evidente. Confundía la B con la D, la P con la G… un lío total. Sus papás, con el corazón en la mano, buscaron ayuda en la escuela, pero el sistema, a veces, da patadas. No entendían que no era ‘flojera’ ni ‘falta de ganas’, sino un asunto neurológico que requería un enfoque diferente.
“Recuerdo que llegó un profe a la escuela para una práctica y él fue quien me refirió con un especialista”, cuenta Indira. Así fue como recibió el diagnóstico formal de dislexia, una explicación a las barreras que enfrentaba día a día. Pero eso no detuvo a la mamita. Con la pelea constante de su madre, logró llegar hasta la secundaria, donde la prueba de redacción y ortografía fue un verdadero apretón, aunque afortunadamente, pudo superarla.
Pero las cosas se pusieron más complicadas en la universidad. Ahí la Indira se dio cuenta de que la dislexia no solo afectaba la lectura y la escritura, sino también la comprensión, el habla en público y, para remate, le diagnosticaron discalculia, ¡una doble carga! “Leo muy lento, muchas veces no comprendo a la primera, y ordenar mis ideas me cuesta un montón. Hablar en voz alta o exponerme me generaba ansiedad”, confiesa con honestidad.
Sin embargo, con el apoyo de su familia y terapia psicológica, Indira aprendió a manejar la ansiedad y a desarrollar estrategias para aprender a su propio ritmo. Se graduó de la Universidad Federada San Judas Tadeo con la frente bien alta y lista para conquistar el mundo del periodismo. Ahora, como periodista en el departamento digital de Telediario, ha transformado sus miedos en herramientas. “De pequeña me daba miedo que leyeran lo que escribía, ahora he aprendido a exponerme, siempre paso mis notas por autocorrector. ¡La dislexia no me frenó; lo logré y me siento orgullosa de mí misma!”, exclama con orgullo.
Y no solo eso, Indira también está colaborando con Dislexia y Familia (Disfam), una ONG que brinda apoyo a personas con dislexia en Costa Rica. Está sembrando buenas bases, espera ver crecer esa organización, ayudando a otros a encontrar su camino, mostrándoles que la adversidad puede ser una oportunidad. “Es importante que los colegios ofrezcan apoyos curriculares, como más tiempo en las pruebas, tipografías amigables y estrategias alternativas para aprender”, explica, recordando las carencias que ella experimentó en su momento.
Según datos de Disfam, cerca de 600,000 estudiantes de primaria y secundaria en Costa Rica podrían tener alguna dificultad específica de aprendizaje. Es crucial entender que estos jóvenes aprenden diferente, no peor. El sistema educativo debe adaptarse a sus necesidades, brindándoles las herramientas y el cariño necesarios para que puedan desplegar todo su potencial. Porque, díganlo conmigo, ¡qué torta es frustrar a un mae por no entender cómo aprende!”.
Ahora te pregunto, ¿crees que nuestro sistema educativo está haciendo lo suficiente para apoyar a los estudiantes con dislexia y otras dificultades de aprendizaje? ¿Qué cambios crees que deberían implementarse urgentemente para asegurar que todos tengan acceso a una educación inclusiva y de calidad?
La dislexia, un tema que muchos evitan, marcó la infancia de Indira Zúñiga. Desde pequeños, la diferencia en cómo procesaba la información era evidente. Confundía la B con la D, la P con la G… un lío total. Sus papás, con el corazón en la mano, buscaron ayuda en la escuela, pero el sistema, a veces, da patadas. No entendían que no era ‘flojera’ ni ‘falta de ganas’, sino un asunto neurológico que requería un enfoque diferente.
“Recuerdo que llegó un profe a la escuela para una práctica y él fue quien me refirió con un especialista”, cuenta Indira. Así fue como recibió el diagnóstico formal de dislexia, una explicación a las barreras que enfrentaba día a día. Pero eso no detuvo a la mamita. Con la pelea constante de su madre, logró llegar hasta la secundaria, donde la prueba de redacción y ortografía fue un verdadero apretón, aunque afortunadamente, pudo superarla.
Pero las cosas se pusieron más complicadas en la universidad. Ahí la Indira se dio cuenta de que la dislexia no solo afectaba la lectura y la escritura, sino también la comprensión, el habla en público y, para remate, le diagnosticaron discalculia, ¡una doble carga! “Leo muy lento, muchas veces no comprendo a la primera, y ordenar mis ideas me cuesta un montón. Hablar en voz alta o exponerme me generaba ansiedad”, confiesa con honestidad.
Sin embargo, con el apoyo de su familia y terapia psicológica, Indira aprendió a manejar la ansiedad y a desarrollar estrategias para aprender a su propio ritmo. Se graduó de la Universidad Federada San Judas Tadeo con la frente bien alta y lista para conquistar el mundo del periodismo. Ahora, como periodista en el departamento digital de Telediario, ha transformado sus miedos en herramientas. “De pequeña me daba miedo que leyeran lo que escribía, ahora he aprendido a exponerme, siempre paso mis notas por autocorrector. ¡La dislexia no me frenó; lo logré y me siento orgullosa de mí misma!”, exclama con orgullo.
Y no solo eso, Indira también está colaborando con Dislexia y Familia (Disfam), una ONG que brinda apoyo a personas con dislexia en Costa Rica. Está sembrando buenas bases, espera ver crecer esa organización, ayudando a otros a encontrar su camino, mostrándoles que la adversidad puede ser una oportunidad. “Es importante que los colegios ofrezcan apoyos curriculares, como más tiempo en las pruebas, tipografías amigables y estrategias alternativas para aprender”, explica, recordando las carencias que ella experimentó en su momento.
Según datos de Disfam, cerca de 600,000 estudiantes de primaria y secundaria en Costa Rica podrían tener alguna dificultad específica de aprendizaje. Es crucial entender que estos jóvenes aprenden diferente, no peor. El sistema educativo debe adaptarse a sus necesidades, brindándoles las herramientas y el cariño necesarios para que puedan desplegar todo su potencial. Porque, díganlo conmigo, ¡qué torta es frustrar a un mae por no entender cómo aprende!”.
Ahora te pregunto, ¿crees que nuestro sistema educativo está haciendo lo suficiente para apoyar a los estudiantes con dislexia y otras dificultades de aprendizaje? ¿Qué cambios crees que deberían implementarse urgentemente para asegurar que todos tengan acceso a una educación inclusiva y de calidad?