Maes, pónganle atención a esta vara, porque es de esas que le quitan a uno el sueño. ¿Se acuerdan de ese miedo casi paranoico de qué pasa con un número de celular viejo que uno deja de usar? Diay, resulta que no era ninguna paranoia. El OIJ acaba de destapar una olla de carne podrida en Cartago, desarticulando a todo un clan familiar que se dedicaba a vaciar cuentas bancarias usando un método que, honestamente, da cólera por lo simple que es. Estamos hablando de un despiche que ya suma un perjuicio de ₡15 millones, y contando.
La jugada de estos maes era casi un manual de “cómo estafar para dummies”. Iban y compraban chips prepago, de esos que uno consigue hasta en la pulpería de la esquina sin que le pidan ni la cédula. Con el número visible en la tarjeta, se metían a las apps de los bancos y probaban si esa línea estaba vinculada a alguna cuenta o a SINPE Móvil. Si pegaban una, ¡bingo! El sistema les permitía registrar la cuenta a nombre de otra persona, y ahí empezaba el calvario para la víctima. Durante semanas o meses, iban sacando poquitos de plata, transfiriéndolos a cuentas de otros familiares para no levantar sospechas. Las víctimas, ¡qué sal!, se daban cuenta cuando ya la cuenta estaba más seca que lengua de lora y el plan se había ido al traste.
Lo que de verdad vuela la cabeza es la facilidad con que operaban. El mismo director del OIJ, Randall Zúñiga, ya lo había advertido: la forma en que se activan y distribuyen los chips en este país es una invitación al desastre. Es una torta monumental del sistema que las telefónicas y los bancos sigan permitiendo este nivel de vulnerabilidad. Básicamente, están dejando la puerta abierta para que cualquiera con malas intenciones y un par de rojos para un chip pueda jalarse un numerito. El brete del OIJ ahora se concentra en la zona sur, en lugares como Río Claro y Corredores, donde andan levantando hasta las piedras para agarrar a los ocho sospechosos, todos familia, y buscar más evidencia.
Y agárrense, porque la cosa es más grande de lo que parece. Por ahora hay 10 denuncias confirmadas que suman esos ₡15 melones, pero el OIJ tiene en la mira otros 45 casos que podrían estar ligados a esta misma gente. Además de los detenidos principales, hay otras 45 personas que podrían terminar imputadas, ya que eran las que prestaban sus cuentas para triangular la plata. O sea, no era un simple “brete” de un par de vivos, sino una operación familiar bien montada para explotar un hueco de seguridad que nos afecta a todos. Mientras tanto, a los maes los mandan para el Ministerio Público a ver qué les toca.
Al final, esta vara nos deja una lección amarga. Claro, el OIJ nos pide que desvinculemos las cuentas de los números que ya no usamos, y eso está bien. Pero, maes, ¿hasta cuándo la responsabilidad va a ser 100% nuestra? Aquí hay una cadena de errores que empieza en la forma en que se venden las líneas y termina en los protocolos de seguridad de los bancos. No puede ser que en pleno 2024, un chunche tan simple como un chip prepago sea la llave maestra para limpiar cuentas. La pregunta para el foro es directa: más allá de cuidarnos nosotros, ¿no creen que ya es hora de exigirle a las telefónicas y a los bancos que se pongan las pilas y dejen de tirarse la bola con nuestra seguridad?
La jugada de estos maes era casi un manual de “cómo estafar para dummies”. Iban y compraban chips prepago, de esos que uno consigue hasta en la pulpería de la esquina sin que le pidan ni la cédula. Con el número visible en la tarjeta, se metían a las apps de los bancos y probaban si esa línea estaba vinculada a alguna cuenta o a SINPE Móvil. Si pegaban una, ¡bingo! El sistema les permitía registrar la cuenta a nombre de otra persona, y ahí empezaba el calvario para la víctima. Durante semanas o meses, iban sacando poquitos de plata, transfiriéndolos a cuentas de otros familiares para no levantar sospechas. Las víctimas, ¡qué sal!, se daban cuenta cuando ya la cuenta estaba más seca que lengua de lora y el plan se había ido al traste.
Lo que de verdad vuela la cabeza es la facilidad con que operaban. El mismo director del OIJ, Randall Zúñiga, ya lo había advertido: la forma en que se activan y distribuyen los chips en este país es una invitación al desastre. Es una torta monumental del sistema que las telefónicas y los bancos sigan permitiendo este nivel de vulnerabilidad. Básicamente, están dejando la puerta abierta para que cualquiera con malas intenciones y un par de rojos para un chip pueda jalarse un numerito. El brete del OIJ ahora se concentra en la zona sur, en lugares como Río Claro y Corredores, donde andan levantando hasta las piedras para agarrar a los ocho sospechosos, todos familia, y buscar más evidencia.
Y agárrense, porque la cosa es más grande de lo que parece. Por ahora hay 10 denuncias confirmadas que suman esos ₡15 melones, pero el OIJ tiene en la mira otros 45 casos que podrían estar ligados a esta misma gente. Además de los detenidos principales, hay otras 45 personas que podrían terminar imputadas, ya que eran las que prestaban sus cuentas para triangular la plata. O sea, no era un simple “brete” de un par de vivos, sino una operación familiar bien montada para explotar un hueco de seguridad que nos afecta a todos. Mientras tanto, a los maes los mandan para el Ministerio Público a ver qué les toca.
Al final, esta vara nos deja una lección amarga. Claro, el OIJ nos pide que desvinculemos las cuentas de los números que ya no usamos, y eso está bien. Pero, maes, ¿hasta cuándo la responsabilidad va a ser 100% nuestra? Aquí hay una cadena de errores que empieza en la forma en que se venden las líneas y termina en los protocolos de seguridad de los bancos. No puede ser que en pleno 2024, un chunche tan simple como un chip prepago sea la llave maestra para limpiar cuentas. La pregunta para el foro es directa: más allá de cuidarnos nosotros, ¿no creen que ya es hora de exigirle a las telefónicas y a los bancos que se pongan las pilas y dejen de tirarse la bola con nuestra seguridad?