A ver, maes, pongámonos serios un toque. El mundo está hecho un despiche, para qué nos vamos a engañar. Entre que una potencia se pelea con la otra, que las cadenas de suministro parecen un chiste de mal gusto y que el proteccionismo anda más de moda que nunca, la cosa se pone color de hormiga para un país como el nuestro. En medio de toda esta vara, el Gobierno sale a decir que ya casi tenemos un 70% amarrado para meternos en el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP). Y diay, los maes de CRECEX, la Cámara de Comercio Exterior, están que aplauden con las orejas. ¿La razón? Este tratado podría ser la jugada de ajedrez que necesitamos para no quedarnos viendo para el ciprés mientras el mundo se reacomoda.
Pero, ¿qué es este chunche del CPTPP en español de a pie? Piénsenlo como un club de compas comerciales bien pesados: ahí están metidos Japón, Canadá, México, Chile, Perú, Australia y hasta el Reino Unido, entre otros. La vara es que entrar a ese grupo no es solo para vender más piña o café. El acuerdo va mucho más allá de bajar aranceles. Se trata de abrir la cancha en serio para servicios, para que llegue más inversión extranjera de la buena y, sobre todo, para dejar de depender de los mismos dos o tres mercados de siempre. En un momento donde la incertidumbre es el pan de cada día, tener más canastas para poner los huevos no es una opción, es una necesidad. Es la diferencia entre seguirle el ritmo al mundo o que la procesión nos pase por encima.
Lo que me parece más interesante de todo este brete es el potencial que tiene para cambiar el tablero de juego interno. La gente de CRECEX lo dijo clarito: esto es una herramienta para que las pymes y los sectores emergentes se puedan encadenar a mercados gigantescos. ¡Qué chiva sería eso! Imagínense a una pequeña empresa de software tica, o a un estudio de animación, teniendo acceso preferencial a un mercado como el japonés o el australiano. ¡Qué nivel! Se nos llena la boca hablando de la economía del conocimiento y de atraer capital, pero sin plataformas como esta, mucho de eso se queda en puras habladas. Este tratado podría ser el catalizador para que ese discurso se convierta en empleos y oportunidades reales, más allá de los sectores tradicionales que ya todos conocemos.
Claro, la procesión va por dentro y no todo es tan sencillo. Negociar la entrada a un bloque de este calibre requiere una cintura política y una solidez técnica que no se pueden improvisar. No es solo de firmar un papel y listo. Hay que asegurarse de que las condiciones nos favorezcan y no terminemos siendo el pescado chico en un estanque de tiburones. El hecho de que potencias como Corea del Sur también le estén haciendo ojitos al CPTPP para capear las mismas presiones globales que sentimos nosotros, nos da una idea de la magnitud de la oportunidad. Es una señal de que los países inteligentes están buscando refugio y apalancamiento en alianzas estratégicas. Es jugar en las grandes ligas, y para eso hay que estar preparado.
Al final del día, la pelota está en la cancha del Gobierno para cerrar esta negociación con éxito. Los empresarios ya dieron su visto bueno y las ventajas, en el papel, suenan a cachete. La promesa de un motor de desarrollo, competitividad y estabilidad gracias al comercio exterior es la música que todos queremos escuchar. Pero la pregunta del millón se mantiene en el aire para nosotros, los que estamos a pie. Ustedes qué dicen, maes, ¿es este el empujón que el país necesita para dar el siguiente salto, o nos estamos metiendo en una camisa de once varas sin leer la letra pequeña? ¿Le ven el queso a la tostada con este tratado?
Pero, ¿qué es este chunche del CPTPP en español de a pie? Piénsenlo como un club de compas comerciales bien pesados: ahí están metidos Japón, Canadá, México, Chile, Perú, Australia y hasta el Reino Unido, entre otros. La vara es que entrar a ese grupo no es solo para vender más piña o café. El acuerdo va mucho más allá de bajar aranceles. Se trata de abrir la cancha en serio para servicios, para que llegue más inversión extranjera de la buena y, sobre todo, para dejar de depender de los mismos dos o tres mercados de siempre. En un momento donde la incertidumbre es el pan de cada día, tener más canastas para poner los huevos no es una opción, es una necesidad. Es la diferencia entre seguirle el ritmo al mundo o que la procesión nos pase por encima.
Lo que me parece más interesante de todo este brete es el potencial que tiene para cambiar el tablero de juego interno. La gente de CRECEX lo dijo clarito: esto es una herramienta para que las pymes y los sectores emergentes se puedan encadenar a mercados gigantescos. ¡Qué chiva sería eso! Imagínense a una pequeña empresa de software tica, o a un estudio de animación, teniendo acceso preferencial a un mercado como el japonés o el australiano. ¡Qué nivel! Se nos llena la boca hablando de la economía del conocimiento y de atraer capital, pero sin plataformas como esta, mucho de eso se queda en puras habladas. Este tratado podría ser el catalizador para que ese discurso se convierta en empleos y oportunidades reales, más allá de los sectores tradicionales que ya todos conocemos.
Claro, la procesión va por dentro y no todo es tan sencillo. Negociar la entrada a un bloque de este calibre requiere una cintura política y una solidez técnica que no se pueden improvisar. No es solo de firmar un papel y listo. Hay que asegurarse de que las condiciones nos favorezcan y no terminemos siendo el pescado chico en un estanque de tiburones. El hecho de que potencias como Corea del Sur también le estén haciendo ojitos al CPTPP para capear las mismas presiones globales que sentimos nosotros, nos da una idea de la magnitud de la oportunidad. Es una señal de que los países inteligentes están buscando refugio y apalancamiento en alianzas estratégicas. Es jugar en las grandes ligas, y para eso hay que estar preparado.
Al final del día, la pelota está en la cancha del Gobierno para cerrar esta negociación con éxito. Los empresarios ya dieron su visto bueno y las ventajas, en el papel, suenan a cachete. La promesa de un motor de desarrollo, competitividad y estabilidad gracias al comercio exterior es la música que todos queremos escuchar. Pero la pregunta del millón se mantiene en el aire para nosotros, los que estamos a pie. Ustedes qué dicen, maes, ¿es este el empujón que el país necesita para dar el siguiente salto, o nos estamos metiendo en una camisa de once varas sin leer la letra pequeña? ¿Le ven el queso a la tostada con este tratado?