Mae, a veces uno ve un despiche anunciado y simplemente no puede quitar la vista. Eso es exactamente lo que está pasando con Liberación Nacional. La vara es así de sencilla: si el partido no logra poner de acuerdo a toda su gente para hacer las asambleas cantonales, el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) les cierra el tubo de la plata. Y cuando digo “la plata”, me refiero a la deuda política, esos milloncitos que el Estado les da para que empapelen el país con la cara de su candidato. Bueno, pues en San Ramón, la cosa está más pegada que chicle en suela de tenis y el tiempo corre.
Por enésima vez, este sábado el intento de hacer la Asamblea Cantonal de San Ramón se fue al traste. Necesitaban un mínimo de 54 delegados para tener cuórum y poder nombrar a su gente. ¿Cuántos llegaron? Treinta y nueve. Y ojo, que esto es un capítulo más de la misma novela. La razón de todo este enredo tiene nombre y apellido: Nixon Ureña, el exalcalde, y un grupo de delegados que simplemente no llegan. ¿La manzana de la discordia? Adivinaron: un puestito. La pelea de fondo es por quién se deja el campo para ser candidato a diputado. Mientras ellos juegan a las sillas musicales, el partido entero se tambalea al borde de un precipicio financiero.
Aquí es donde la vara se pone color de hormiga. La advertencia del TSE no es jugando. Si no completan TODAS las asambleas, no hay deuda política. Punto. Esto significaría que el PLN, el partido históricamente más grande y poderoso del país, tendría que enfrentarse a una campaña presidencial prácticamente con los bolsillos vacíos. Quedarían a la deriva, dependiendo de donaciones y con una capacidad casi nula de pedir préstamos a los bancos. Imagínense el escenario: una campaña presidencial a punta de rifas y tamaleadas. Si esto pasa, los verdiblancos quedarían más salados que almuerzo de soda en Puntarenas, viendo cómo sus rivales sí tienen con qué pagar anuncios, giras y todo el andamiaje electoral.
Pero agárrense, porque aquí viene lo mejor. Según Álvaro Ramírez, el jefe de campaña del candidato Álvaro Ramos, el fracaso de este sábado fue “todo un éxito”. ¡Un éxito! Su argumento es que pasaron de tener 11 asambleístas en el intento anterior a 39 en este. Diay, mae, con todo respeto, eso es como celebrar que en un incendio se te quemó solo la mitad de la casa en lugar de la casa entera. El resultado final es el mismo: no se logró el objetivo. Esta clase de optimismo forzado es casi un insulto a la inteligencia y solo demuestra la profunda desconexión que hay entre la cúpula y la realidad del problema que tienen entre manos.
Al final, este despiche ramonense no es solo un dolor de cabeza logístico; es una radiografía del PLN actual. Un partido fracturado, donde los intereses personales y las luchas de poder internas pesan más que el objetivo común de ganar una elección presidencial. Se llenan la boca hablando de unidad, pero no pueden ni sentar a 54 de los suyos en un mismo salón. La falta de liderazgo para resolver un problema tan básico es, francamente, alarmante. Y mientras los egos siguen chocando en San Ramón, el reloj del TSE no se detiene. Ahí les dejo la pregunta, gente: ¿Creen que el PLN logrará resolver este enredo a tiempo, o esta torta en San Ramón es solo el primer síntoma de un partido que se está desmoronando por dentro?
Por enésima vez, este sábado el intento de hacer la Asamblea Cantonal de San Ramón se fue al traste. Necesitaban un mínimo de 54 delegados para tener cuórum y poder nombrar a su gente. ¿Cuántos llegaron? Treinta y nueve. Y ojo, que esto es un capítulo más de la misma novela. La razón de todo este enredo tiene nombre y apellido: Nixon Ureña, el exalcalde, y un grupo de delegados que simplemente no llegan. ¿La manzana de la discordia? Adivinaron: un puestito. La pelea de fondo es por quién se deja el campo para ser candidato a diputado. Mientras ellos juegan a las sillas musicales, el partido entero se tambalea al borde de un precipicio financiero.
Aquí es donde la vara se pone color de hormiga. La advertencia del TSE no es jugando. Si no completan TODAS las asambleas, no hay deuda política. Punto. Esto significaría que el PLN, el partido históricamente más grande y poderoso del país, tendría que enfrentarse a una campaña presidencial prácticamente con los bolsillos vacíos. Quedarían a la deriva, dependiendo de donaciones y con una capacidad casi nula de pedir préstamos a los bancos. Imagínense el escenario: una campaña presidencial a punta de rifas y tamaleadas. Si esto pasa, los verdiblancos quedarían más salados que almuerzo de soda en Puntarenas, viendo cómo sus rivales sí tienen con qué pagar anuncios, giras y todo el andamiaje electoral.
Pero agárrense, porque aquí viene lo mejor. Según Álvaro Ramírez, el jefe de campaña del candidato Álvaro Ramos, el fracaso de este sábado fue “todo un éxito”. ¡Un éxito! Su argumento es que pasaron de tener 11 asambleístas en el intento anterior a 39 en este. Diay, mae, con todo respeto, eso es como celebrar que en un incendio se te quemó solo la mitad de la casa en lugar de la casa entera. El resultado final es el mismo: no se logró el objetivo. Esta clase de optimismo forzado es casi un insulto a la inteligencia y solo demuestra la profunda desconexión que hay entre la cúpula y la realidad del problema que tienen entre manos.
Al final, este despiche ramonense no es solo un dolor de cabeza logístico; es una radiografía del PLN actual. Un partido fracturado, donde los intereses personales y las luchas de poder internas pesan más que el objetivo común de ganar una elección presidencial. Se llenan la boca hablando de unidad, pero no pueden ni sentar a 54 de los suyos en un mismo salón. La falta de liderazgo para resolver un problema tan básico es, francamente, alarmante. Y mientras los egos siguen chocando en San Ramón, el reloj del TSE no se detiene. Ahí les dejo la pregunta, gente: ¿Creen que el PLN logrará resolver este enredo a tiempo, o esta torta en San Ramón es solo el primer síntoma de un partido que se está desmoronando por dentro?