Maes, agárrense porque esta vara que pasó en Montes de Oro parece sacada de una serie de narcos con bajo presupuesto. Uno siempre piensa que estos despiches solo pasan en las zonas más calientes de Chepe, pero queda claro que el narcomenudeo ya no respeta códigos postales. Resulta que en una comunidad tan tranquila como Calle Arroyo, en San Isidro, la Policía de Control de Drogas (PCD) le cayó a una pareja que, al parecer, tenía un emprendimiento bastante particular: una especie de búnker con servicio al cliente de primer nivel. No solo te vendían la merca, sino que de paso te ayudaban a pagar el recibo de la luz. ¡Un servicio todo incluido!
La estrategia era, hay que admitirlo, curiosa. Los sospechosos, un hombre de apellido López Murillo (44 años) y su pareja, Barboza Venegas (40), montaron una fachada que buscaba pasar totalmente desapercibida. Ofrecían a los vecinos la facilidad de pagarles a ellos directamente los recibos de agua, electricidad e internet. Diay, uno se imagina la escena: usted llega todo estresado porque se le va a vencer el recibo del ICE, y de paso se lleva unas dosis de mota, perico o crack para “relajarse”. Un negocio redondo. Según las autoridades, este brete era precisamente para disimular el constante entra y sale de gente de la choza y justificar el manejo de efectivo. Una jugada que les funcionó por varios meses, hasta que la PCD les empezó a respirar en la nuca y se dio cuenta de que ahí había gato encerrado.
Cuando por fin les cayeron con el allanamiento, la realidad del negocito quedó al descubierto. No era una sucursal de pagos de barrio, sino una pulpería de droga bien surtida. Los agentes decomisaron un menú completo: dosis de marihuana, cocaína y crack listas para la venta. Además, encontraron casi medio melón en efectivo (₡442.000 para ser exactos) y hasta 23 dolarcillos, que uno asume eran para los vueltos internacionales. Pero la cosa no para ahí. También encontraron un chunche de esos que asustan: un arma de fuego de fabricación casera, mejor conocida como “hechiza”, con 7 municiones. Para completar el kit de emprendedor, tenían dos romanas (esas balanzas todas artesanales) y un montón de utensilios para preparar y dosificar la droga. O sea, el combo completo para que el negocio no parara.
Y aquí la vara se pone más interesante, porque uno se imaginaría a dos criminales de peso, pero los perfiles no cuadran del todo. López Murillo, el hombre de 44 años, tenía como único antecedente una infracción a la Ley de Tránsito. ¡Una multa! Mientras tanto, Barboza Venegas, su pareja de 40, estaba completamente limpia, sin un solo registro penal. Pasaron de ser ciudadanos con un expediente casi impecable a enfrentar al Ministerio Público por uno de los delitos más serios del país. Claramente, se les fue al traste el plan de jubilación anticipada y ahora tienen que ver qué medidas cautelares les clavan. ¡Qué sal! Pensar que todo se vino abajo por querer jugar de vivos en un pueblo donde todo se sabe.
Al final, este caso en Montes de Oro nos deja pensando. Ya no es solo el búnker tradicional, escondido en un precario. Ahora vemos cómo el narco se pone “creativo”, intentando camuflarse en la cotidianidad de un barrio, ofreciendo servicios y tratando de parecer un vecino más. Esto demuestra que la lucha contra el narcomenudeo es una bronca cada vez más compleja, porque los malos se adaptan y buscan nuevas formas de operar. La PCD dice que seguirán en todas, pero la realidad es que estos puntos se multiplican como la mala hierba por todo el país, desde el centro de San José hasta el último rincón de Puntarenas.
Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿Qué opinan de la 'fachada' que usaba esta gente? ¿Es pura creatividad para el mal o una señal de que los narcos ya no saben ni cómo esconderse? ¿Han visto varas así de raras donde viven?
La estrategia era, hay que admitirlo, curiosa. Los sospechosos, un hombre de apellido López Murillo (44 años) y su pareja, Barboza Venegas (40), montaron una fachada que buscaba pasar totalmente desapercibida. Ofrecían a los vecinos la facilidad de pagarles a ellos directamente los recibos de agua, electricidad e internet. Diay, uno se imagina la escena: usted llega todo estresado porque se le va a vencer el recibo del ICE, y de paso se lleva unas dosis de mota, perico o crack para “relajarse”. Un negocio redondo. Según las autoridades, este brete era precisamente para disimular el constante entra y sale de gente de la choza y justificar el manejo de efectivo. Una jugada que les funcionó por varios meses, hasta que la PCD les empezó a respirar en la nuca y se dio cuenta de que ahí había gato encerrado.
Cuando por fin les cayeron con el allanamiento, la realidad del negocito quedó al descubierto. No era una sucursal de pagos de barrio, sino una pulpería de droga bien surtida. Los agentes decomisaron un menú completo: dosis de marihuana, cocaína y crack listas para la venta. Además, encontraron casi medio melón en efectivo (₡442.000 para ser exactos) y hasta 23 dolarcillos, que uno asume eran para los vueltos internacionales. Pero la cosa no para ahí. También encontraron un chunche de esos que asustan: un arma de fuego de fabricación casera, mejor conocida como “hechiza”, con 7 municiones. Para completar el kit de emprendedor, tenían dos romanas (esas balanzas todas artesanales) y un montón de utensilios para preparar y dosificar la droga. O sea, el combo completo para que el negocio no parara.
Y aquí la vara se pone más interesante, porque uno se imaginaría a dos criminales de peso, pero los perfiles no cuadran del todo. López Murillo, el hombre de 44 años, tenía como único antecedente una infracción a la Ley de Tránsito. ¡Una multa! Mientras tanto, Barboza Venegas, su pareja de 40, estaba completamente limpia, sin un solo registro penal. Pasaron de ser ciudadanos con un expediente casi impecable a enfrentar al Ministerio Público por uno de los delitos más serios del país. Claramente, se les fue al traste el plan de jubilación anticipada y ahora tienen que ver qué medidas cautelares les clavan. ¡Qué sal! Pensar que todo se vino abajo por querer jugar de vivos en un pueblo donde todo se sabe.
Al final, este caso en Montes de Oro nos deja pensando. Ya no es solo el búnker tradicional, escondido en un precario. Ahora vemos cómo el narco se pone “creativo”, intentando camuflarse en la cotidianidad de un barrio, ofreciendo servicios y tratando de parecer un vecino más. Esto demuestra que la lucha contra el narcomenudeo es una bronca cada vez más compleja, porque los malos se adaptan y buscan nuevas formas de operar. La PCD dice que seguirán en todas, pero la realidad es que estos puntos se multiplican como la mala hierba por todo el país, desde el centro de San José hasta el último rincón de Puntarenas.
Ahora les pregunto a ustedes, foreros: ¿Qué opinan de la 'fachada' que usaba esta gente? ¿Es pura creatividad para el mal o una señal de que los narcos ya no saben ni cómo esconderse? ¿Han visto varas así de raras donde viven?