Maes, hay que hablar de una vara que nos une a todos los ticos más que el gallo pinto: la esperanza de pegarle a la lotería. Todos los domingos es el mismo ritual. Uno está ahí, tranquilo, viendo tele o en un almuerzo familiar, y de fondo se oyen las bolitas de la Junta de Protección Social (JPS) haciendo su magia. Anoche no fue la excepción y, para una persona en algún rincón de esta media tejita, el Sorteo Ordinario N° 4.866 le acaba de cambiar la vida para siempre.
El número de la noche, el que todos van a andar buscando en el gallo tapado por semanas, fue el 58 con la serie 516. ¡Qué nivel! Imagínense la escena: usted está ahí, con el pedacito de lotería que le compró al señor de la esquina, revisando los números casi por inercia. Y de pronto, ¡BAM! Coincide el número, coincide la serie. 175 millones de colones. Por un momento uno ni se la cree, piensa que está viendo mal. Pero no, la vida le acaba de dar vuelta como una tortilla y ahora el principal problema es decidir si renuncia al brete el lunes por la mañana o por la tarde. ¡Qué tuanis por ese nuevo millonario o millonaria!
Claro, por cada historia de éxito, hay miles de nosotros que nos quedamos con el "casi". El que le pegó al 30 (serie 853) se llevó 30 milloncitos, que no están nada mal para tapar un par de huecos. Y el del 99 (serie 965) se embolsó 14 millones. Pero la gran mayoría, seamos honestos, nos quedamos viendo para el ciprés. Es ese sentimiento universal de revisar el pedacito y decir: "¡Diay, ni terminación!". ¡Qué sal! Uno le pasa raspando, o ve que salió el número que iba a comprar y no compró. Es parte del juego, esa pequeña dosis de frustración que nos hace volver a intentarlo la próxima semana.
Pero más allá de la plata, la lotería es un chunche cultural muy nuestro. Es la excusa para soñar en grande. Es el tema de conversación en la soda mientras uno se come un casado. ¿Qué haría usted con ese platal? La respuesta casi siempre empieza igual: "Mae, lo primero es ayudar a la familia". Después viene la casa propia, pagar deudas, el carro del año, y por supuesto, el viaje que uno siempre ha querido hacer. La JPS no solo vende pedacitos de papel, vende la posibilidad de que todos esos planes guardados en una gaveta se hagan realidad de un domingo para otro.
Al final del día, esta vara se trata de suerte pura y dura. Hoy le tocó al dueño del 58, y desde este foro le mandamos la mejor de las vibras para que sepa administrar esa fortuna. Al resto de mortales que hoy nos levantamos a pulsearla como siempre, solo nos queda felicitar al ganador y, por qué no, empezar a pensar en qué número vamos a jugar para el próximo sorteo. La esperanza, como dicen, es lo último que se pierde. Y en Costa Rica, la esperanza muchas veces viene en un pedacito de lotería.
Hablando en serio, compas. Si ustedes se hubieran pegado ese premio anoche, ya con la plata en la mano, ¿qué es lo primerísimo, lo más inmediato que harían con esos 175 melones? ¡Se vale soñar!
El número de la noche, el que todos van a andar buscando en el gallo tapado por semanas, fue el 58 con la serie 516. ¡Qué nivel! Imagínense la escena: usted está ahí, con el pedacito de lotería que le compró al señor de la esquina, revisando los números casi por inercia. Y de pronto, ¡BAM! Coincide el número, coincide la serie. 175 millones de colones. Por un momento uno ni se la cree, piensa que está viendo mal. Pero no, la vida le acaba de dar vuelta como una tortilla y ahora el principal problema es decidir si renuncia al brete el lunes por la mañana o por la tarde. ¡Qué tuanis por ese nuevo millonario o millonaria!
Claro, por cada historia de éxito, hay miles de nosotros que nos quedamos con el "casi". El que le pegó al 30 (serie 853) se llevó 30 milloncitos, que no están nada mal para tapar un par de huecos. Y el del 99 (serie 965) se embolsó 14 millones. Pero la gran mayoría, seamos honestos, nos quedamos viendo para el ciprés. Es ese sentimiento universal de revisar el pedacito y decir: "¡Diay, ni terminación!". ¡Qué sal! Uno le pasa raspando, o ve que salió el número que iba a comprar y no compró. Es parte del juego, esa pequeña dosis de frustración que nos hace volver a intentarlo la próxima semana.
Pero más allá de la plata, la lotería es un chunche cultural muy nuestro. Es la excusa para soñar en grande. Es el tema de conversación en la soda mientras uno se come un casado. ¿Qué haría usted con ese platal? La respuesta casi siempre empieza igual: "Mae, lo primero es ayudar a la familia". Después viene la casa propia, pagar deudas, el carro del año, y por supuesto, el viaje que uno siempre ha querido hacer. La JPS no solo vende pedacitos de papel, vende la posibilidad de que todos esos planes guardados en una gaveta se hagan realidad de un domingo para otro.
Al final del día, esta vara se trata de suerte pura y dura. Hoy le tocó al dueño del 58, y desde este foro le mandamos la mejor de las vibras para que sepa administrar esa fortuna. Al resto de mortales que hoy nos levantamos a pulsearla como siempre, solo nos queda felicitar al ganador y, por qué no, empezar a pensar en qué número vamos a jugar para el próximo sorteo. La esperanza, como dicen, es lo último que se pierde. Y en Costa Rica, la esperanza muchas veces viene en un pedacito de lotería.
Hablando en serio, compas. Si ustedes se hubieran pegado ese premio anoche, ya con la plata en la mano, ¿qué es lo primerísimo, lo más inmediato que harían con esos 175 melones? ¡Se vale soñar!