Maes, a veces uno lee noticias que parecen sacadas de una serie de Netflix, y esta es una de esas. Dejen lo que están haciendo porque el chisme judicial de la semana está que arde. Resulta que todos nos acordamos del robo al Palí de Hone Creek, en Limón, donde se volaron la bicoca de ¢50 millones. Uno de primera entrada piensa: “¡Qué despiche! Seguro fue una banda súper pro, con un plan maestro”. Y sí, lo eran, pero el detalle más increíble no es cómo entraron, sino quién les abrió la puerta desde adentro.
Aquí es donde la vara se pone buena. Según el OIJ, la pieza clave de este rompecabezas fue, nada más y nada menos, que la encargada regional de la cadena de supermercados. Una mujer de apellido Granados, de 33 años. ¡La jefa! Mae, imagínense la confianza que le tenían. Pues parece que la doña se jaló la torta de su vida, porque los judiciales la tienen en la mira por, supuestamente, orquestar todo con el cabecilla de la famosa “banda del acetileno”. El director del OIJ, Randall Zúñiga, lo dijo clarito: la ubicaron días antes del atraco en un carro con el mero líder. O sea, no fue un error, fue un plan con premeditación, alevosía y, diay, con un nivel de traición que asusta.
Pero esperen, que el despiche no para ahí. Como en toda buena historia de estas, siempre hay más de un implicado. El administrador del propio supermercado también está hasta el cuello en la investigación. Aparentemente, al mae “se le olvidaron” todos los protocolos de seguridad habidos y por haber. Dejó que los asaltantes, disfrazados con uniformes del Palí como si fueran a una fiesta de disfraces, entraran al local como Pedro por su casa. Diay, con un jefe regional que te da el santo y seña, y un administrador que se hace el de la vista gorda, así hasta yo me robo un confite. El plan entero de seguridad de la empresa se fue al traste por gente de adentro. ¡Qué nivel de vulnerabilidad!
Ahora, la parte de la acción. El OIJ montó un operativo masivo, con seis allanamientos en San José, Cartago, Limón y hasta Guanacaste, para pescar a toda la red. Lograron detener a cinco personas, incluyendo a la señora Granados. Les decomisaron de todo: celulares, armas, drogas y un montón de chunches que los vinculan con el caso. Sin embargo, y aquí viene el suspense de la película, el presunto líder de la banda, un sujeto de apellido Sánchez, sigue prófugo. El mae se les esfumó y lleva semanas jugando al escondido, lo que demuestra que esta gente no son ningunos improvisados. Tienen recursos y contactos para desaparecer del mapa.
Al final, este caso deja un montón de preguntas en el aire y un sabor de boca amarguísimo. Ya no se trata solo de cuidarse de los ladrones de afuera, sino de la gente con la que uno comparte el cafecito en el brete todos los días. La confianza es una vara muy frágil, y cuando se rompe de esta manera, el golpe es doble: se llevan la plata y te dejan pensando en quién tenés al lado. La historia de “Los Falsos Empleados” es un recordatorio de que a veces las peores amenazas no vienen con pasamontañas, sino con gafete y uniforme.
Ahora les pregunto a ustedes, maes... ¿Qué tan seguros se sienten en sus bretes? ¿Creen que esto es un caso aislado o que en cualquier lado se puede cocinar una vara así? Uno a veces cree que conoce a la gente con la que trabaja, pero ¡qué sal! uno nunca sabe. ¡Los leo!
Aquí es donde la vara se pone buena. Según el OIJ, la pieza clave de este rompecabezas fue, nada más y nada menos, que la encargada regional de la cadena de supermercados. Una mujer de apellido Granados, de 33 años. ¡La jefa! Mae, imagínense la confianza que le tenían. Pues parece que la doña se jaló la torta de su vida, porque los judiciales la tienen en la mira por, supuestamente, orquestar todo con el cabecilla de la famosa “banda del acetileno”. El director del OIJ, Randall Zúñiga, lo dijo clarito: la ubicaron días antes del atraco en un carro con el mero líder. O sea, no fue un error, fue un plan con premeditación, alevosía y, diay, con un nivel de traición que asusta.
Pero esperen, que el despiche no para ahí. Como en toda buena historia de estas, siempre hay más de un implicado. El administrador del propio supermercado también está hasta el cuello en la investigación. Aparentemente, al mae “se le olvidaron” todos los protocolos de seguridad habidos y por haber. Dejó que los asaltantes, disfrazados con uniformes del Palí como si fueran a una fiesta de disfraces, entraran al local como Pedro por su casa. Diay, con un jefe regional que te da el santo y seña, y un administrador que se hace el de la vista gorda, así hasta yo me robo un confite. El plan entero de seguridad de la empresa se fue al traste por gente de adentro. ¡Qué nivel de vulnerabilidad!
Ahora, la parte de la acción. El OIJ montó un operativo masivo, con seis allanamientos en San José, Cartago, Limón y hasta Guanacaste, para pescar a toda la red. Lograron detener a cinco personas, incluyendo a la señora Granados. Les decomisaron de todo: celulares, armas, drogas y un montón de chunches que los vinculan con el caso. Sin embargo, y aquí viene el suspense de la película, el presunto líder de la banda, un sujeto de apellido Sánchez, sigue prófugo. El mae se les esfumó y lleva semanas jugando al escondido, lo que demuestra que esta gente no son ningunos improvisados. Tienen recursos y contactos para desaparecer del mapa.
Al final, este caso deja un montón de preguntas en el aire y un sabor de boca amarguísimo. Ya no se trata solo de cuidarse de los ladrones de afuera, sino de la gente con la que uno comparte el cafecito en el brete todos los días. La confianza es una vara muy frágil, y cuando se rompe de esta manera, el golpe es doble: se llevan la plata y te dejan pensando en quién tenés al lado. La historia de “Los Falsos Empleados” es un recordatorio de que a veces las peores amenazas no vienen con pasamontañas, sino con gafete y uniforme.
Ahora les pregunto a ustedes, maes... ¿Qué tan seguros se sienten en sus bretes? ¿Creen que esto es un caso aislado o que en cualquier lado se puede cocinar una vara así? Uno a veces cree que conoce a la gente con la que trabaja, pero ¡qué sal! uno nunca sabe. ¡Los leo!