Mae, póngale atención a esta vara, porque mientras medio país anda en otras, el sector del agro en este país, que anda más salado que el Atlántico, decidió que ya era hora de ponerle el cascabel al gato. Seamos honestos, la situación de nuestros productores es un despiche desde hace rato, y parece que por fin se cansaron de que les dieran atol con el dedo. ¿Qué hicieron? Diay, fácil: convocaron a la manada de candidatos presidenciales y les pusieron en la mesa el "Pacto por la Producción Agropecuaria Costarricense". Básicamente, una lista de tareas urgentes para ver quién se apunta a arreglar el churuco.
La movida fue clara y directa. José María Oviedo, de la Unión de Productores, lo dijo sin pelos en la lengua: la idea es que quien llegue a Zapote por fin "le ponga los ojos" al campo. Y no es para menos. El pacto pide cosas que suenan a puro sentido común, pero que aquí parecen ciencia ficción: defender lo nuestro, dejar de depender tanto de las importaciones, meterle plata a la innovación para no quedarnos atrás y, sobre todo, garantizar que el agricultor tico pueda vender su brete a un precio justo en su propio país. Casi todos los presentes le pusieron la firma al documento, excepto una: Natalia Díaz. La candidata del PUP dijo que no había tenido tiempo de leer el chunche y que necesitaba estudiarlo más. Una excusa que, en pleno debate, suena un poco a tarea que no se hizo.
Lo más interesante fue escuchar el discurso de cada uno, porque ahí se ve por dónde va el agua al molino. La mayoría le tiró durísimo a los Tratados de Libre Comercio (TLC). Desde Claudio Alpízar hasta Ariel Robles, pasando por Claudia Dobles y Álvaro Ramos, el consenso es que en el pasado nos jalamos una torta negociando esos acuerdos sin pensar en el productor nacional. La propuesta general es frenar la firma de nuevos tratados como la Alianza del Pacífico hasta que no ordenemos la casa. Ramos, del PLN, incluso habló de darle "alfombra roja" al agro, diciendo que este sector sí tiene "efecto arraigo", no como las Zonas Francas que un día están y al otro quién sabe. Es la eterna pelea entre proteger el mercado interno o seguir abriéndonos sin salvavidas.
Claro, no todo fue hablar de los TLC. Salieron propuestas de todo color. Natalia Díaz, a pesar de no firmar, habló de créditos y seguros para agricultores, y un programa de genética para mejorar semillas. Ronny Castillo se fue por una onda más moderna, hablando de "agricultura regenerativa" y "bonos temáticos", un lenguaje que suena más a startup de Escalante que a finca en Cartago, pero que apunta a la necesidad de innovar. Por su lado, Ariel Robles, del Frente Amplio, tiró una propuesta que hizo a más de uno levantar la ceja: que el próximo Ministro de Agricultura sea prácticamente elegido o, al menos, avalado por el mismo sector. Una jugada para asegurarse de que no les pongan a alguien que no sepa ni dónde se amarra la yegua.
Y como en toda mejenga que se respete, la polémica no estuvo en los que llegaron, sino en los grandes ausentes. Figuras como Fabricio Alvarado, Eliécer Feinzag y Juan Carlos Hidalgo brillaron por su ausencia, dejando un sin sabor y un mensaje bastante claro para el sector agrícola. Al final, la foto es la siguiente: un grupo de productores desesperados, un pacto lleno de buenas intenciones y un montón de candidatos prometiendo el cielo y la tierra. La gran duda que nos queda a todos es si esto pasará de ser un evento para la foto a convertirse en política de Estado.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Le ven futuro a este pacto? ¿Creen que de verdad alguno de estos candidatos va a jugársela por el agro o es puro show electoral para la gradería? ¡Los leo en los comentarios!
La movida fue clara y directa. José María Oviedo, de la Unión de Productores, lo dijo sin pelos en la lengua: la idea es que quien llegue a Zapote por fin "le ponga los ojos" al campo. Y no es para menos. El pacto pide cosas que suenan a puro sentido común, pero que aquí parecen ciencia ficción: defender lo nuestro, dejar de depender tanto de las importaciones, meterle plata a la innovación para no quedarnos atrás y, sobre todo, garantizar que el agricultor tico pueda vender su brete a un precio justo en su propio país. Casi todos los presentes le pusieron la firma al documento, excepto una: Natalia Díaz. La candidata del PUP dijo que no había tenido tiempo de leer el chunche y que necesitaba estudiarlo más. Una excusa que, en pleno debate, suena un poco a tarea que no se hizo.
Lo más interesante fue escuchar el discurso de cada uno, porque ahí se ve por dónde va el agua al molino. La mayoría le tiró durísimo a los Tratados de Libre Comercio (TLC). Desde Claudio Alpízar hasta Ariel Robles, pasando por Claudia Dobles y Álvaro Ramos, el consenso es que en el pasado nos jalamos una torta negociando esos acuerdos sin pensar en el productor nacional. La propuesta general es frenar la firma de nuevos tratados como la Alianza del Pacífico hasta que no ordenemos la casa. Ramos, del PLN, incluso habló de darle "alfombra roja" al agro, diciendo que este sector sí tiene "efecto arraigo", no como las Zonas Francas que un día están y al otro quién sabe. Es la eterna pelea entre proteger el mercado interno o seguir abriéndonos sin salvavidas.
Claro, no todo fue hablar de los TLC. Salieron propuestas de todo color. Natalia Díaz, a pesar de no firmar, habló de créditos y seguros para agricultores, y un programa de genética para mejorar semillas. Ronny Castillo se fue por una onda más moderna, hablando de "agricultura regenerativa" y "bonos temáticos", un lenguaje que suena más a startup de Escalante que a finca en Cartago, pero que apunta a la necesidad de innovar. Por su lado, Ariel Robles, del Frente Amplio, tiró una propuesta que hizo a más de uno levantar la ceja: que el próximo Ministro de Agricultura sea prácticamente elegido o, al menos, avalado por el mismo sector. Una jugada para asegurarse de que no les pongan a alguien que no sepa ni dónde se amarra la yegua.
Y como en toda mejenga que se respete, la polémica no estuvo en los que llegaron, sino en los grandes ausentes. Figuras como Fabricio Alvarado, Eliécer Feinzag y Juan Carlos Hidalgo brillaron por su ausencia, dejando un sin sabor y un mensaje bastante claro para el sector agrícola. Al final, la foto es la siguiente: un grupo de productores desesperados, un pacto lleno de buenas intenciones y un montón de candidatos prometiendo el cielo y la tierra. La gran duda que nos queda a todos es si esto pasará de ser un evento para la foto a convertirse en política de Estado.
Ahora les pregunto a ustedes, maes: ¿Le ven futuro a este pacto? ¿Creen que de verdad alguno de estos candidatos va a jugársela por el agro o es puro show electoral para la gradería? ¡Los leo en los comentarios!