Maes, la vara con el FEES siempre es un novelón, pero este año la trama se puso buena. Imagínense la escena: después de semanas de tira y encoje, CONARE anuncia con bombos y platillos el reparto del Fondo para la Educación Superior de 2026. La Universidad de Costa Rica (UCR), la gigante del sistema, se lleva la tajada más grande del queque con más de ¢296 mil millones. Uno pensaría que es para celebrar, ¿verdad? Pues no. El rector de la UCR, Carlos Araya, tiene una cara que ni se la aguanta y básicamente mandó a decir que ese aumento es un chiste de mal gusto. ¡Qué despiche se armó!
Vamos por partes, para entender este enredo. El Consejo Nacional de Rectores (CONARE) sacó un comunicado que suena a cachete, hablando de un acuerdo “histórico” que busca una distribución “más equitativa” de la plata. La idea, según ellos, es fortalecer a todas las universidades públicas de forma solidaria, casi como un abrazo grupal financiero. Bajo esta nueva lógica, a la UCR le toca un aumento de ¢1.489 millones. Suena a un montón de plata, y de hecho es el mayor aumento en términos absolutos de todas las Ues públicas. Pero aquí es donde el mecate se revienta y empieza el pleito.
Desde la acera de la UCR, la historia es otra. El rector Araya, que no tiene pelos en la lengua, había cantado la pieza desde antes: votó en contra del acuerdo. Para él y para la UCR, esta movida es una torta que amenaza el equilibrio de todo el sistema. Según sus cálculos, basados en la repartición histórica, a la UCR le correspondía un aumento de casi el doble, unos ¢2.846 millones. Araya argumenta que defender a la UCR es defender al país, y que este ajuste, aunque lo vistan de "equidad", en la práctica es un recorte disfrazado que los deja en una posición muy salada para operar con normalidad, especialmente con sus más de 44 mil estudiantes a cuestas.
Para que se hagan una idea de cómo quedó el panorama, el aumento total se partió así: la UCR se llevó el 27% (esos ¢1.489 millones que ya mencionamos). El TEC y la UNED empataron con un 20% cada uno (¢1.084 millones para cada institución). La UNA se quedó con un 19% (¢1.010 millones) y la UTN, la más joven del grupo, recibió ¢752 millones. CONARE defiende que todo este brete se basó en criterios técnicos de la Oficina de Planificación (OPES), pensando en las necesidades de cada U y del país en general. Pero diay, para la UCR, los números simplemente no dan y sienten que les jugaron sucio.
Al final del día, tenemos dos versiones de la misma vara. Por un lado, CONARE celebra un acuerdo que, según ellos, hace el sistema más justo y balanceado. Por otro, la universidad más grande y antigua del país se siente seriamente afectada y ninguneada, advirtiendo sobre las consecuencias a futuro. Es el clásico escenario donde nadie quiere aflojar. Entonces, maes, abro el debate: ¿Quién tiene la razón en este despiche? ¿Es CONARE un visionario que busca equidad para todos, o se jalaron una torta al cambiar las reglas del juego y afectar a la UCR? ¿O será que la UCR ya estaba acostumbrada a ser la favorita y ahora le cuesta compartir? ¡Los leo!
Vamos por partes, para entender este enredo. El Consejo Nacional de Rectores (CONARE) sacó un comunicado que suena a cachete, hablando de un acuerdo “histórico” que busca una distribución “más equitativa” de la plata. La idea, según ellos, es fortalecer a todas las universidades públicas de forma solidaria, casi como un abrazo grupal financiero. Bajo esta nueva lógica, a la UCR le toca un aumento de ¢1.489 millones. Suena a un montón de plata, y de hecho es el mayor aumento en términos absolutos de todas las Ues públicas. Pero aquí es donde el mecate se revienta y empieza el pleito.
Desde la acera de la UCR, la historia es otra. El rector Araya, que no tiene pelos en la lengua, había cantado la pieza desde antes: votó en contra del acuerdo. Para él y para la UCR, esta movida es una torta que amenaza el equilibrio de todo el sistema. Según sus cálculos, basados en la repartición histórica, a la UCR le correspondía un aumento de casi el doble, unos ¢2.846 millones. Araya argumenta que defender a la UCR es defender al país, y que este ajuste, aunque lo vistan de "equidad", en la práctica es un recorte disfrazado que los deja en una posición muy salada para operar con normalidad, especialmente con sus más de 44 mil estudiantes a cuestas.
Para que se hagan una idea de cómo quedó el panorama, el aumento total se partió así: la UCR se llevó el 27% (esos ¢1.489 millones que ya mencionamos). El TEC y la UNED empataron con un 20% cada uno (¢1.084 millones para cada institución). La UNA se quedó con un 19% (¢1.010 millones) y la UTN, la más joven del grupo, recibió ¢752 millones. CONARE defiende que todo este brete se basó en criterios técnicos de la Oficina de Planificación (OPES), pensando en las necesidades de cada U y del país en general. Pero diay, para la UCR, los números simplemente no dan y sienten que les jugaron sucio.
Al final del día, tenemos dos versiones de la misma vara. Por un lado, CONARE celebra un acuerdo que, según ellos, hace el sistema más justo y balanceado. Por otro, la universidad más grande y antigua del país se siente seriamente afectada y ninguneada, advirtiendo sobre las consecuencias a futuro. Es el clásico escenario donde nadie quiere aflojar. Entonces, maes, abro el debate: ¿Quién tiene la razón en este despiche? ¿Es CONARE un visionario que busca equidad para todos, o se jalaron una torta al cambiar las reglas del juego y afectar a la UCR? ¿O será que la UCR ya estaba acostumbrada a ser la favorita y ahora le cuesta compartir? ¡Los leo!