Gente, si ustedes son de los que pasan por Cartago y ven el avance de la obra en Taras-La Lima pensando "¡qué bien, por fin se está haciendo algo!", mejor siéntense para leer esto. Resulta que el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme), esa gente carga de la UCR que son como los auditores supremos de la construcción en este país, acaba de soltar una bomba: el concreto que se está usando en partes clave de ese megaproyecto presenta "debilidades" serias. Así, con todas las letras. No es un rumor de pasillo, es el resultado del tercer informe de auditoría que le vienen haciendo a esa vara desde el 2020. O sea, no es algo que se les ocurrió ayer.
Para que entiendan la magnitud del asunto, Lanamme no se anda con rodeos. Entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024, el equipo se dedicó a hacer visitas, tomar muestras y analizar el material como si no hubiera un mañana. ¿El hallazgo principal? El concreto, el alma de cualquier estructura de este calibre, no cumple con la resistencia que debería. Imagínense que usted compra un chunche que promete aguantar 100 kilos y a los 50 ya está crujiendo. Bueno, algo así está pasando con pilotes, vigas y otros elementos fundamentales de la obra. Los resultados del laboratorio simplemente no calzan con lo que dice el contrato que se firmó. Se jalaron una torta en el control de calidad, y no fue una pequeña.
Y aquí es donde la cosa se pone fea, porque esto no es un simple detalle estético. Un concreto débil significa que la estructura es más vulnerable a todo: a la humedad, a los cambios de temperatura, al desgaste del tiempo. Según el mismo informe del Lanamme, esto podría "acortar la vida útil de las estructuras comprometidas". En tico simple y puro: el puente y los pasos a desnivel que se supone deberían durar décadas, podrían empezar a dar problemas mucho antes. Esto se traduce en un deterioro prematuro y, por supuesto, en que la millonada que nos está costando a todos los ticos podría irse al traste más rápido de lo que canta un gallo. Más plata en reparaciones, más plata en mantenimiento... un ciclo que ya conocemos demasiado bien.
Ante semejante panorama, las recomendaciones de Lanamme son tan serias como el problema. No están pidiendo que les jalen las orejas, no. Están sugiriendo dos caminos y ninguno es bonito. El primero, aplicar sanciones económicas directas sobre los elementos que no cumplen, para que duela en el bolsillo. El segundo, y aquí es donde uno se agarra la cabeza, es tomar medidas para "garantizar el desempeño estructural", que podrían incluir la demolición o el refuerzo de las partes que estén por debajo del 75% de la resistencia exigida. ¡Demolición! ¿Se imaginan el despiche monumental que sería tener que botar parte de una obra de esa envergadura para volver a hacerla? Es la prueba de que el error es grave.
Esto va más allá del cemento y la varilla, maes. Es un baldazo de agua fría sobre cómo se fiscalizan y ejecutan los megaproyectos en Costa Rica. Nos venden la idea de progreso y modernidad, pero si la base misma de la obra está en duda, ¿de qué estamos hablando? No es ser salado, es ser realista. La pregunta que queda en el aire es casi tan pesada como el concreto que falló. Por eso se los pregunto a ustedes, aquí en el foro: más allá de la bronca obvia, ¿creen que esto es un caso aislado o el síntoma de un problema más profundo en la supervisión de las obras públicas del país? ¿Confían en que se van a tomar las medidas correctas o nos estamos preparando para otro elefante blanco a medio palo?
Para que entiendan la magnitud del asunto, Lanamme no se anda con rodeos. Entre septiembre de 2023 y septiembre de 2024, el equipo se dedicó a hacer visitas, tomar muestras y analizar el material como si no hubiera un mañana. ¿El hallazgo principal? El concreto, el alma de cualquier estructura de este calibre, no cumple con la resistencia que debería. Imagínense que usted compra un chunche que promete aguantar 100 kilos y a los 50 ya está crujiendo. Bueno, algo así está pasando con pilotes, vigas y otros elementos fundamentales de la obra. Los resultados del laboratorio simplemente no calzan con lo que dice el contrato que se firmó. Se jalaron una torta en el control de calidad, y no fue una pequeña.
Y aquí es donde la cosa se pone fea, porque esto no es un simple detalle estético. Un concreto débil significa que la estructura es más vulnerable a todo: a la humedad, a los cambios de temperatura, al desgaste del tiempo. Según el mismo informe del Lanamme, esto podría "acortar la vida útil de las estructuras comprometidas". En tico simple y puro: el puente y los pasos a desnivel que se supone deberían durar décadas, podrían empezar a dar problemas mucho antes. Esto se traduce en un deterioro prematuro y, por supuesto, en que la millonada que nos está costando a todos los ticos podría irse al traste más rápido de lo que canta un gallo. Más plata en reparaciones, más plata en mantenimiento... un ciclo que ya conocemos demasiado bien.
Ante semejante panorama, las recomendaciones de Lanamme son tan serias como el problema. No están pidiendo que les jalen las orejas, no. Están sugiriendo dos caminos y ninguno es bonito. El primero, aplicar sanciones económicas directas sobre los elementos que no cumplen, para que duela en el bolsillo. El segundo, y aquí es donde uno se agarra la cabeza, es tomar medidas para "garantizar el desempeño estructural", que podrían incluir la demolición o el refuerzo de las partes que estén por debajo del 75% de la resistencia exigida. ¡Demolición! ¿Se imaginan el despiche monumental que sería tener que botar parte de una obra de esa envergadura para volver a hacerla? Es la prueba de que el error es grave.
Esto va más allá del cemento y la varilla, maes. Es un baldazo de agua fría sobre cómo se fiscalizan y ejecutan los megaproyectos en Costa Rica. Nos venden la idea de progreso y modernidad, pero si la base misma de la obra está en duda, ¿de qué estamos hablando? No es ser salado, es ser realista. La pregunta que queda en el aire es casi tan pesada como el concreto que falló. Por eso se los pregunto a ustedes, aquí en el foro: más allá de la bronca obvia, ¿creen que esto es un caso aislado o el síntoma de un problema más profundo en la supervisión de las obras públicas del país? ¿Confían en que se van a tomar las medidas correctas o nos estamos preparando para otro elefante blanco a medio palo?