Maes, agárrense porque esta vara está para comerse las uñas y pedir extra aguacate. Cuando uno cree que ya lo ha visto todo en la política tica, sale un expediente del OIJ que parece guion de narconovela, pero con protagonistas que quieren una curul en la Asamblea Legislativa. Resulta que el famoso “Caso Pana”, esa mega investigación de lavado de dinero en la Zona Sur, soltó una bomba: las conversaciones de dos de los principales sospechosos, los hermanos Esquivel Flores. ¿Y quién es el abogado defensor de estos señores? Nada más y nada menos que José Miguel Villalobos Umaña, amigo del presi Chaves y ahora flamante candidato a diputado por Alajuela con el Partido Pueblo Soberano. ¡Qué torta!
La Fiscalía tiene en sus manos más de 20 conversaciones por WhatsApp entre los hermanos, y el contenido es una joya. Aquí no hay nada de “pasame la tarea” o “¿qué hay de almuerzo?”. No, mae. Aquí la temática era un poquito más... intensa. Estamos hablando de audios y textos sobre cómo contar “10 fajos de 100” dólares, ocultar plata en garrafas de leche, y coordinar rutas para evadir a la policía, a quienes llamaban “rotuladas que jalan bichos” o “las pipas”. Es un manual completo de cómo operar por debajo de la mesa, y el OIJ lo tiene todo documentado. Lo más increíble es el desparpajo con que hablan de todo, como si estuvieran planeando la mejenga del domingo.
Pero el despiche no termina ahí. Las conversaciones también revelan el miedo que le tenían al supuesto líder, alias “Pana”. En un audio, uno de los hermanos confiesa que está “asustado porque debe visitar al mayor”, tanto así que el otro le responde que “fijo no va a poder dormir dando vueltas en la cama”. ¿El motivo de la visita? Recoger un teléfono satelital. O sea, el chunche por excelencia que usan los altos mandos del narco para que no los puedan rastrear. Esto deja clarísimo que no eran simples jugadores de segunda división; estaban metidos hasta el cuello en una organización criminal de peso, con una jerarquía y un nivel de paranoia que da escalofríos.
Y como si el libreto no estuviera ya lo suficientemente cargado, llega la parte donde el sistema empieza a acorralarlos. Uno de los hermanos se queja amargamente de que el BAC le está pidiendo justificar movimientos de plata. Su reacción es de antología: “¡Que, pelada, me cierren la cuenta! Vieron un poquillo más de lo normal y estrilaron”. ¡Diay! Es que mover fajos de billetes como si fueran postales tiene sus consecuencias. Es en ese momento de desesperación que se dan cuenta de que su plan se está yendo al traste y sueltan la frase del millón: “Sí, mae, definitivamente aquí ocupamos profesionales, gente que nos ayude a negociar las cosas; una pinta buena que nos ayude a hacer cosas de contadores”. Se les acabó el jueguito de esconder la plata en la alacena.
Ahora, con todo este expediente sobre la mesa, la vara se pone muy incómoda para el PPSO y para Villalobos Umaña. Mientras los hermanos Esquivel Flores están en preventiva esperando a ver si les cambian las medidas, su abogado está en plena campaña política. Aquí la pregunta es inevitable y se las dejo picando en el área: ¿Hasta dónde salpica este lodo? ¿Les parece ético que un candidato a diputado, que aspira a hacer las leyes del país, esté defendiendo a personas con un historial de conversaciones tan explícitamente delictivas? ¿O es simplemente “brete es brete” y hay que separar las cosas? ¡Los leo!
La Fiscalía tiene en sus manos más de 20 conversaciones por WhatsApp entre los hermanos, y el contenido es una joya. Aquí no hay nada de “pasame la tarea” o “¿qué hay de almuerzo?”. No, mae. Aquí la temática era un poquito más... intensa. Estamos hablando de audios y textos sobre cómo contar “10 fajos de 100” dólares, ocultar plata en garrafas de leche, y coordinar rutas para evadir a la policía, a quienes llamaban “rotuladas que jalan bichos” o “las pipas”. Es un manual completo de cómo operar por debajo de la mesa, y el OIJ lo tiene todo documentado. Lo más increíble es el desparpajo con que hablan de todo, como si estuvieran planeando la mejenga del domingo.
Pero el despiche no termina ahí. Las conversaciones también revelan el miedo que le tenían al supuesto líder, alias “Pana”. En un audio, uno de los hermanos confiesa que está “asustado porque debe visitar al mayor”, tanto así que el otro le responde que “fijo no va a poder dormir dando vueltas en la cama”. ¿El motivo de la visita? Recoger un teléfono satelital. O sea, el chunche por excelencia que usan los altos mandos del narco para que no los puedan rastrear. Esto deja clarísimo que no eran simples jugadores de segunda división; estaban metidos hasta el cuello en una organización criminal de peso, con una jerarquía y un nivel de paranoia que da escalofríos.
Y como si el libreto no estuviera ya lo suficientemente cargado, llega la parte donde el sistema empieza a acorralarlos. Uno de los hermanos se queja amargamente de que el BAC le está pidiendo justificar movimientos de plata. Su reacción es de antología: “¡Que, pelada, me cierren la cuenta! Vieron un poquillo más de lo normal y estrilaron”. ¡Diay! Es que mover fajos de billetes como si fueran postales tiene sus consecuencias. Es en ese momento de desesperación que se dan cuenta de que su plan se está yendo al traste y sueltan la frase del millón: “Sí, mae, definitivamente aquí ocupamos profesionales, gente que nos ayude a negociar las cosas; una pinta buena que nos ayude a hacer cosas de contadores”. Se les acabó el jueguito de esconder la plata en la alacena.
Ahora, con todo este expediente sobre la mesa, la vara se pone muy incómoda para el PPSO y para Villalobos Umaña. Mientras los hermanos Esquivel Flores están en preventiva esperando a ver si les cambian las medidas, su abogado está en plena campaña política. Aquí la pregunta es inevitable y se las dejo picando en el área: ¿Hasta dónde salpica este lodo? ¿Les parece ético que un candidato a diputado, que aspira a hacer las leyes del país, esté defendiendo a personas con un historial de conversaciones tan explícitamente delictivas? ¿O es simplemente “brete es brete” y hay que separar las cosas? ¡Los leo!