Diay maes, cuando uno piensa que ya vio todo, empieza setiembre y el Atlántico nos recuerda quién manda. Si han estado pegados a las noticias del tiempo, seguro ya se enteraron de la última vara: los gringos del Centro Nacional de Huracanes (la NOAA) tienen un nuevo “bebé” bajo vigilancia. Y no es para menos, porque este chichí tiene toda la pinta de que quiere crecer y convertirse en una depresión tropical este mismo fin de semana. Justo para el arranque de la etapa más crítica de la temporada de huracanes para nosotros. ¡Qué torta!, ¿verdad? Como si no tuviéramos suficientes broncas, ahora hay que estar con un ojo en el brete y otro en el mapa del Caribe.
La vara, técnicamente, es una “amplia área de baja presión asociada a una onda tropical”. En tico: es un desorden de aguaceros y tormentas eléctricas que anda flotando por allá en el Atlántico y que tiene el ambiente perfecto para agarrar fuerza. Lo más vacilón, o más bien preocupante, es ver cómo cambian los pronósticos. El viernes por la mañana los maes de la NOAA decían que tenía un 90% de probabilidad de formarse en siete días. ¡Noventa por ciento! Uno ya casi que sentía el baldazo de agua. Pero unas horas después, ¡pum!, lo bajaron a 70%. ¡Qué despiche! Esa volatilidad es el pan de cada día en esta época y demuestra que estos chunches son más impredecibles que el final de una mejenga de la Sele.
Ahora, vamos a lo que nos interesa: ¿qué significa todo este enredo para Tiquicia? Aquí es donde entra nuestro querido Instituto Meteorológico Nacional (el IMN) a darnos el sermón que ya todos deberíamos sabernos de memoria. Pablo Solano, uno de los meteorólogos de ahí, lo ha dicho hasta el cansancio: setiembre, octubre y noviembre son nuestros meses “calientes”. Son los meses en que estamos más salados, porque la influencia directa o indirecta de cualquier ciclón que se forme nos puede pegar durísimo. Y no es para asustar a nadie, pero en lo que va de la temporada ya han pasado por el país 28 ondas tropicales. ¡Veintiocho! Este sistema que se está formando ahora podría ser el próximo en la lista de visitas no deseadas.
Para que se hagan una idea del panorama general, el pronóstico de este año está un toquecito por encima del promedio. Se esperan entre 14 y 16 sistemas con nombre propio. De esos, calculan que unos 7 u 8 se queden como tormentas tropicales, 4 o 5 lleguen a huracanes de categoría 1 o 2, y al menos 3 se conviertan en huracanes mayores (categorías 3, 4 o 5). Una temporada "normalita" tiene 14, así que este año la cosa viene movida. Nada como el 2020, que fue una locura con 30 sistemas, pero igual hay que estar atentos. La cuestión es que no se puede saber desde ahora cuál de esos se va a desviar o cuál va a decidir que el gallo pinto de aquí es muy bueno y se nos viene encima.
Al final, como siempre, nos toca esperar y prepararnos. Los expertos insisten en que es imposible predecir la trayectoria exacta hasta que el sistema no esté bien formado y empiece a moverse. Un pequeño cambio en los vientos allá arriba y toda la ruta se va al traste, para bien o para mal. Aunque el ciclón se quede mar adentro, sus efectos indirectos igual nos pueden mandar lluvias torrenciales, oleaje endemoniado y marejadas que complican todo en las costas. Así que, cero pánico, pero sí mucha prevención. Hay que tener el plan de emergencia a mano, limpiar canoas y estar pegado a las fuentes oficiales, no a las cadenas de WhatsApp de la tía.
Ustedes qué, maes? ¿Ya tienen el plástico negro listo para el techo o siguen confiando en que el chunche este se desvíe para otro lado?
La vara, técnicamente, es una “amplia área de baja presión asociada a una onda tropical”. En tico: es un desorden de aguaceros y tormentas eléctricas que anda flotando por allá en el Atlántico y que tiene el ambiente perfecto para agarrar fuerza. Lo más vacilón, o más bien preocupante, es ver cómo cambian los pronósticos. El viernes por la mañana los maes de la NOAA decían que tenía un 90% de probabilidad de formarse en siete días. ¡Noventa por ciento! Uno ya casi que sentía el baldazo de agua. Pero unas horas después, ¡pum!, lo bajaron a 70%. ¡Qué despiche! Esa volatilidad es el pan de cada día en esta época y demuestra que estos chunches son más impredecibles que el final de una mejenga de la Sele.
Ahora, vamos a lo que nos interesa: ¿qué significa todo este enredo para Tiquicia? Aquí es donde entra nuestro querido Instituto Meteorológico Nacional (el IMN) a darnos el sermón que ya todos deberíamos sabernos de memoria. Pablo Solano, uno de los meteorólogos de ahí, lo ha dicho hasta el cansancio: setiembre, octubre y noviembre son nuestros meses “calientes”. Son los meses en que estamos más salados, porque la influencia directa o indirecta de cualquier ciclón que se forme nos puede pegar durísimo. Y no es para asustar a nadie, pero en lo que va de la temporada ya han pasado por el país 28 ondas tropicales. ¡Veintiocho! Este sistema que se está formando ahora podría ser el próximo en la lista de visitas no deseadas.
Para que se hagan una idea del panorama general, el pronóstico de este año está un toquecito por encima del promedio. Se esperan entre 14 y 16 sistemas con nombre propio. De esos, calculan que unos 7 u 8 se queden como tormentas tropicales, 4 o 5 lleguen a huracanes de categoría 1 o 2, y al menos 3 se conviertan en huracanes mayores (categorías 3, 4 o 5). Una temporada "normalita" tiene 14, así que este año la cosa viene movida. Nada como el 2020, que fue una locura con 30 sistemas, pero igual hay que estar atentos. La cuestión es que no se puede saber desde ahora cuál de esos se va a desviar o cuál va a decidir que el gallo pinto de aquí es muy bueno y se nos viene encima.
Al final, como siempre, nos toca esperar y prepararnos. Los expertos insisten en que es imposible predecir la trayectoria exacta hasta que el sistema no esté bien formado y empiece a moverse. Un pequeño cambio en los vientos allá arriba y toda la ruta se va al traste, para bien o para mal. Aunque el ciclón se quede mar adentro, sus efectos indirectos igual nos pueden mandar lluvias torrenciales, oleaje endemoniado y marejadas que complican todo en las costas. Así que, cero pánico, pero sí mucha prevención. Hay que tener el plan de emergencia a mano, limpiar canoas y estar pegado a las fuentes oficiales, no a las cadenas de WhatsApp de la tía.
Ustedes qué, maes? ¿Ya tienen el plástico negro listo para el techo o siguen confiando en que el chunche este se desvíe para otro lado?