¡Ay, Dios mío! Quién lo diría, ¿verdad? Lo que empezó siendo una pequeña remodelación en la casa de la familia Barquero Duarte en Carrillos de Poás, se transformó en un hallazgo digno de Indiana Jones. Resulta que mientras estaban haciendo el acceso para el drenaje, ¡zas!, les aparecieron unas piezas viejísimas enterradas. Parece que nuestros ancestros decidieron dejarle un regalito a estos señores, aunque yo creo que mejor dejaron que los expertos se encarguen.
Según cuentan los hechos, fueron dos de los hermanos quienes primero notaron esas cositas raras asomándose entre la tierra. Al principio, pensaron que era basura, pero luego vieron que eran diferentes. Cindy Barquero, la dueña de la casa, les dijo que no tocaran nada y que llamaran a alguien que supiera, porque, díganlo en voz baja, ¡podrían estar ante algo importante!
Y ahí fue cuando Shirley, la otra hermana, movida por la curiosidad, se echó mano a la tierra. Como sabemos, la curiosidad mató al gato, y parece que también empezó a desarmar algunas piezas. ¡Qué pena! Pero bueno, todos hemos cometido torpetudes, ¿no creen? Intentaron sacarlas con una pala, pero las cosas se pusieron feas y empezaron a resquebrajarse. Ahí entendieron que esto era más serio de lo que pensaban.
Afortunadamente, la familia reaccionó rápido y, en vez de hacerse los loco, avisaron al Museo Nacional. ¡Bien hecho! Porque eso demuestra que sí hay conciencia histórica en algunos lugares. Llegaron los arqueólogos, hicieron sus excavaciones con cuidado, recuperaron cinco piezas y ahora están investigando qué tan valiosas son y a qué cultura pertenecen. Imagínense, ¡podríamos tener vestigios de algún pueblo indígena perdido por ahí!
Los expertos comentaron que este tipo de hallazgos son rarísimos en la zona de Carrillos. Normalmente, te encuentras algo así en zonas más conocidas por su riqueza cultural, pero nunca en un patio trasero cualquiera. El arqueólogo jefe, quien no quisimos mencionar para no quitarle protagonismo a la familia, nos explicó que en proyectos de construcción más grandes sí suelen exigir estudios arqueológicos, gracias a Setena, pero en algo así, ¡pues es pura suerte!
Esto me recuerda otras veces que ha pasado en el país, donde la gente anda construyendo y de pronto se topa con restos precolombinos. Claro, ahí empieza el drama, porque tienes que parar la obra, esperar a los arqueólogos, hacer inventario y todo eso. ¡Una lata! Pero al final, si descubres algo valioso, pues ya vale la pena el inconveniente. Piensen en el caso de la ciudadela Cotzumcauac, en Alajuela... ¡eso sí que fue un descubrimiento tremendo!
Ahora, los arqueólogos van a seguir investigando para ver si encuentran más cosas en la propiedad de los Barquero Duarte. Van a hacer excavaciones más profundas y analizar las piezas que rescataron para determinar su edad y origen. Dicen que podrían ser de alguna cultura antigua que habitaba la región hace cientos de años. ¡Quién sabe qué tesoros aún quedan ocultos bajo nuestras casas!
En fin, este hallazgo nos deja pensando: ¿Será que todos tenemos un pedazo de historia enterrado en nuestro jardín esperando a ser descubierto? ¿Deberíamos empezar a excavar en nuestros patios traseros para ver si encontramos algo interesante? ¡Ya quiero saber qué opinan mis compañeros del foro sobre esto!
Según cuentan los hechos, fueron dos de los hermanos quienes primero notaron esas cositas raras asomándose entre la tierra. Al principio, pensaron que era basura, pero luego vieron que eran diferentes. Cindy Barquero, la dueña de la casa, les dijo que no tocaran nada y que llamaran a alguien que supiera, porque, díganlo en voz baja, ¡podrían estar ante algo importante!
Y ahí fue cuando Shirley, la otra hermana, movida por la curiosidad, se echó mano a la tierra. Como sabemos, la curiosidad mató al gato, y parece que también empezó a desarmar algunas piezas. ¡Qué pena! Pero bueno, todos hemos cometido torpetudes, ¿no creen? Intentaron sacarlas con una pala, pero las cosas se pusieron feas y empezaron a resquebrajarse. Ahí entendieron que esto era más serio de lo que pensaban.
Afortunadamente, la familia reaccionó rápido y, en vez de hacerse los loco, avisaron al Museo Nacional. ¡Bien hecho! Porque eso demuestra que sí hay conciencia histórica en algunos lugares. Llegaron los arqueólogos, hicieron sus excavaciones con cuidado, recuperaron cinco piezas y ahora están investigando qué tan valiosas son y a qué cultura pertenecen. Imagínense, ¡podríamos tener vestigios de algún pueblo indígena perdido por ahí!
Los expertos comentaron que este tipo de hallazgos son rarísimos en la zona de Carrillos. Normalmente, te encuentras algo así en zonas más conocidas por su riqueza cultural, pero nunca en un patio trasero cualquiera. El arqueólogo jefe, quien no quisimos mencionar para no quitarle protagonismo a la familia, nos explicó que en proyectos de construcción más grandes sí suelen exigir estudios arqueológicos, gracias a Setena, pero en algo así, ¡pues es pura suerte!
Esto me recuerda otras veces que ha pasado en el país, donde la gente anda construyendo y de pronto se topa con restos precolombinos. Claro, ahí empieza el drama, porque tienes que parar la obra, esperar a los arqueólogos, hacer inventario y todo eso. ¡Una lata! Pero al final, si descubres algo valioso, pues ya vale la pena el inconveniente. Piensen en el caso de la ciudadela Cotzumcauac, en Alajuela... ¡eso sí que fue un descubrimiento tremendo!
Ahora, los arqueólogos van a seguir investigando para ver si encuentran más cosas en la propiedad de los Barquero Duarte. Van a hacer excavaciones más profundas y analizar las piezas que rescataron para determinar su edad y origen. Dicen que podrían ser de alguna cultura antigua que habitaba la región hace cientos de años. ¡Quién sabe qué tesoros aún quedan ocultos bajo nuestras casas!
En fin, este hallazgo nos deja pensando: ¿Será que todos tenemos un pedazo de historia enterrado en nuestro jardín esperando a ser descubierto? ¿Deberíamos empezar a excavar en nuestros patios traseros para ver si encontramos algo interesante? ¡Ya quiero saber qué opinan mis compañeros del foro sobre esto!
