Maes, seamos honestos. Hablar de política en Costa Rica últimamente se siente como pegarse con la misma piedra una y otra vez. Que si el plenario es un circo, que si los de arriba no nos representan, que si todo es un despiche... La queja es el pan de cada día en los chats de compas y en las sobremesas familiares. Y la verdad, a nuestra generación (millennials tardíos y centennials de pura cepa) como que la vara electoral nos da una pereza cósmica. No es gratis que el TSE ande diciendo que casi la mitad de la gente que no fue a votar en las últimas elecciones tenía entre 18 y 35 años. ¡Casi la mitad!
Ese dato es para sentarse a pensar. Un 42,6% de abstencionismo en nuestro grupo de edad no es cualquier cosa, es jalarse una torta a nivel generacional. Es como si, en el partido más importante, decidiéramos quedarnos en la banca por voluntad propia y después nos quejáramos de que el equipo perdió por goleada. Estamos cediendo la cancha completa a otras generaciones que, con todo respeto, a menudo no entienden ni nuestras broncas ni nuestras aspiraciones. Dejamos que decidan sobre nuestro futuro, nuestro brete, nuestro ambiente y nuestros derechos, mientras nosotros estamos más ocupados viendo memes. Es un ciclo vicioso que nos tiene estancados, quejándonos desde el sillón sin mover un dedo.
Pero diay, parece que alguien se cansó del puro lamento y decidió poner manos a la obra. La Defensoría de los Habitantes acaba de lanzar una iniciativa que, sinceramente, me parece ¡qué chiva! Se llama "Programa de Observación Electoral 2025-2026", y el nombre de saco y corbata no le hace justicia. La vara es simple pero potente: están reclutando a un ejército de jóvenes, de nuestra edad, para que seamos los ojos y los oídos de la democracia en las próximas elecciones. La idea es que seamos nosotros, los que supuestamente "no nos interesa nada", los que estemos en primera fila fiscalizando que todo el proceso se haga a derecho, desde las juntas receptoras en Talamanca hasta los centros de larga estancia en la GAM.
Y no, no es que hay que ser un genio de las ciencias políticas o el hijo de un diputado para apuntarse. Los requisitos son bastante aterrizados. Piden tener entre 18 y 35 años (¡hola!), estar empadronado (lo básico, mae), no tener una militancia política activa (o sea, no ser la ficha de ningún partido, para mantener la objetividad) y, el requisito más difícil de todos: tener un celular con datos. ¡Qué nivel de exigencia! A cambio, los que queden seleccionados no van a ir a ciegas. Recibirán una capacitación bien completa en democracia, derechos humanos y observación electoral, acreditados directamente por el TSE. Además, la vara cuenta con el respaldo de pesos pesados como la OEA y la UCR. No es cualquier brete de voluntariado improvisado, es una oportunidad seria para meterse en las entrañas del sistema y entender cómo funciona de verdad.
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Esta es una oportunidad de oro para pasar del tuit incendiario a la acción real. Es dejar de ser espectador y convertirse en árbitro. Es poder decir, con propiedad, "yo estuve ahí y vi cómo se hizo la cosa". Para los que estudian derecho, sociales, política o periodismo, es una experiencia que vale oro para el currículum. Y para los que no, es una clase de cívica en vivo y a todo color que ninguna aula puede igualar. Es nuestra chance de demostrar que no somos una generación apática, sino una que exige transparencia y está dispuesta a bretear por ella. Es, en resumen, ponerle un alto al "todos son iguales" y empezar a verificarlo por nosotros mismos.
Entonces, maes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Creen que una iniciativa así de verdad puede mover la aguja, o es puro atolillo con el dedo para que nos sintamos incluidos? ¿Se apuntarían o conocen a alguien que es el propio para este brete?
Ese dato es para sentarse a pensar. Un 42,6% de abstencionismo en nuestro grupo de edad no es cualquier cosa, es jalarse una torta a nivel generacional. Es como si, en el partido más importante, decidiéramos quedarnos en la banca por voluntad propia y después nos quejáramos de que el equipo perdió por goleada. Estamos cediendo la cancha completa a otras generaciones que, con todo respeto, a menudo no entienden ni nuestras broncas ni nuestras aspiraciones. Dejamos que decidan sobre nuestro futuro, nuestro brete, nuestro ambiente y nuestros derechos, mientras nosotros estamos más ocupados viendo memes. Es un ciclo vicioso que nos tiene estancados, quejándonos desde el sillón sin mover un dedo.
Pero diay, parece que alguien se cansó del puro lamento y decidió poner manos a la obra. La Defensoría de los Habitantes acaba de lanzar una iniciativa que, sinceramente, me parece ¡qué chiva! Se llama "Programa de Observación Electoral 2025-2026", y el nombre de saco y corbata no le hace justicia. La vara es simple pero potente: están reclutando a un ejército de jóvenes, de nuestra edad, para que seamos los ojos y los oídos de la democracia en las próximas elecciones. La idea es que seamos nosotros, los que supuestamente "no nos interesa nada", los que estemos en primera fila fiscalizando que todo el proceso se haga a derecho, desde las juntas receptoras en Talamanca hasta los centros de larga estancia en la GAM.
Y no, no es que hay que ser un genio de las ciencias políticas o el hijo de un diputado para apuntarse. Los requisitos son bastante aterrizados. Piden tener entre 18 y 35 años (¡hola!), estar empadronado (lo básico, mae), no tener una militancia política activa (o sea, no ser la ficha de ningún partido, para mantener la objetividad) y, el requisito más difícil de todos: tener un celular con datos. ¡Qué nivel de exigencia! A cambio, los que queden seleccionados no van a ir a ciegas. Recibirán una capacitación bien completa en democracia, derechos humanos y observación electoral, acreditados directamente por el TSE. Además, la vara cuenta con el respaldo de pesos pesados como la OEA y la UCR. No es cualquier brete de voluntariado improvisado, es una oportunidad seria para meterse en las entrañas del sistema y entender cómo funciona de verdad.
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Esta es una oportunidad de oro para pasar del tuit incendiario a la acción real. Es dejar de ser espectador y convertirse en árbitro. Es poder decir, con propiedad, "yo estuve ahí y vi cómo se hizo la cosa". Para los que estudian derecho, sociales, política o periodismo, es una experiencia que vale oro para el currículum. Y para los que no, es una clase de cívica en vivo y a todo color que ninguna aula puede igualar. Es nuestra chance de demostrar que no somos una generación apática, sino una que exige transparencia y está dispuesta a bretear por ella. Es, en resumen, ponerle un alto al "todos son iguales" y empezar a verificarlo por nosotros mismos.
Entonces, maes, ¿qué opinan de esta vara? ¿Creen que una iniciativa así de verdad puede mover la aguja, o es puro atolillo con el dedo para que nos sintamos incluidos? ¿Se apuntarían o conocen a alguien que es el propio para este brete?