Cuando uno pensaba que la vara con Celso Gamboa no podía ponerse más densa, llega el Tío Sam a patear el hormiguero. Resulta que el gobierno de Estados Unidos, en una movida muy a lo Donald Trump, está valorando la posibilidad de usar sus fuerzas militares para irse de frente contra los cárteles de la droga. Y adivinen quiénes están en la lista VIP de esa fiesta: el Cártel de Sinaloa y el del Golfo, los mismísimos grupos que la DEA amarró directamente con el exmagistrado tico. O sea, no estamos hablando de una escaramuza, estamos hablando de que los gringos quieren jugar de Rambo en el patio de los “socios” de Gamboa. ¡Qué despiche!
Diay, y ¿cómo sabemos todo este enredo? La bomba la soltó The New York Times, que no es cualquier periodicucho. Según ellos, la lista de “objetivos prioritarios” incluye a estas organizaciones, y la justificación es una mezcla de narcotráfico y terrorismo. Esto no es un chambre de pasillo, mae. Recordemos que en la solicitud de extradición de Gamboa, la DEA fue clarísima: “El Sr. Gamboa Sánchez coordina la recepción en Costa Rica de cocaína proveniente de miembros del CDG (Clan del Golfo)”. La conexión es directa, y ahora las consecuencias podrían ser de calibre militar. El asunto pasó de ser un problema judicial en una corte de Nueva York a una potencial crisis de seguridad regional.
Claro, apenas reventó la noticia, salió nuestro ministro de Seguridad, Mario Zamora, a ponerle buena cara al asunto. Según él, esto es buenísimo porque “fuerzas con gran capacidad de inteligencia vendrán a fortalecer” la lucha contra el narco en la región, y ve a Costa Rica como un “socio clave”. Además, soltó la perla de que si en esas nuevas investigaciones aparecen más ciudadanos ticos, las opciones de extradición se facilitan. En tico: si en estas vueltas caen más compas de aquí, se les podría facilitar el pase directo al norte para que enfrenten la justicia gringa. Suena bien en el papel, pero la idea de tener operaciones militares estadounidenses apuntando a grupos con tentáculos en nuestro país da, como mínimo, un poquito de cosa.
Pero aquí es donde la vara se pone más interesante, porque parece que el detonante no es (solo) la cocaína que nos salpica. Un experto en delincuencia, Mario Arias, señaló que el verdadero motor detrás de esta agresividad de Washington es el fentanilo. Esta droga sintética tiene a Estados Unidos en una crisis de salud pública monumental, con miles de muertes por sobredosis. ¿Y quiénes son los reyes de la producción y tráfico de fentanilo? Exacto: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, que operan principalmente desde México. La cocaína les importa, sí, pero el fentanilo los tiene con los pelos de punta, y parece que están dispuestos a todo para frenarlo, incluso si eso significa militarizar el combate en países vecinos.
Al final, para Costa Rica esto es una moneda de dos caras. Por un lado, cualquier ayuda para desarticular las redes narco que nos tienen ahogados en violencia suena a música celestial. Pero por otro, ¡qué sal! Nuestra imagen internacional queda de nuevo por los suelos, vinculada a los cárteles más peligrosos del planeta. Y más preocupante aún, nos pone en una posición increíblemente incómoda. ¿Hasta qué punto es bueno ser un “socio clave” si eso significa que los conflictos de una superpotencia se pelean, indirectamente, en nuestro vecindario? La línea entre cooperación y soberanía se vuelve peligrosamente delgada. Maes, más allá del caso Gamboa, ¿qué piensan de esta vara? ¿Es bueno que los gringos se metan tan de lleno, aunque sea para bajarle el piso a los narcos, o es una línea peligrosa que no deberíamos cruzar? ¿Nos estamos volviendo un simple peón en el ajedrez gringo contra el narco?
Diay, y ¿cómo sabemos todo este enredo? La bomba la soltó The New York Times, que no es cualquier periodicucho. Según ellos, la lista de “objetivos prioritarios” incluye a estas organizaciones, y la justificación es una mezcla de narcotráfico y terrorismo. Esto no es un chambre de pasillo, mae. Recordemos que en la solicitud de extradición de Gamboa, la DEA fue clarísima: “El Sr. Gamboa Sánchez coordina la recepción en Costa Rica de cocaína proveniente de miembros del CDG (Clan del Golfo)”. La conexión es directa, y ahora las consecuencias podrían ser de calibre militar. El asunto pasó de ser un problema judicial en una corte de Nueva York a una potencial crisis de seguridad regional.
Claro, apenas reventó la noticia, salió nuestro ministro de Seguridad, Mario Zamora, a ponerle buena cara al asunto. Según él, esto es buenísimo porque “fuerzas con gran capacidad de inteligencia vendrán a fortalecer” la lucha contra el narco en la región, y ve a Costa Rica como un “socio clave”. Además, soltó la perla de que si en esas nuevas investigaciones aparecen más ciudadanos ticos, las opciones de extradición se facilitan. En tico: si en estas vueltas caen más compas de aquí, se les podría facilitar el pase directo al norte para que enfrenten la justicia gringa. Suena bien en el papel, pero la idea de tener operaciones militares estadounidenses apuntando a grupos con tentáculos en nuestro país da, como mínimo, un poquito de cosa.
Pero aquí es donde la vara se pone más interesante, porque parece que el detonante no es (solo) la cocaína que nos salpica. Un experto en delincuencia, Mario Arias, señaló que el verdadero motor detrás de esta agresividad de Washington es el fentanilo. Esta droga sintética tiene a Estados Unidos en una crisis de salud pública monumental, con miles de muertes por sobredosis. ¿Y quiénes son los reyes de la producción y tráfico de fentanilo? Exacto: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, que operan principalmente desde México. La cocaína les importa, sí, pero el fentanilo los tiene con los pelos de punta, y parece que están dispuestos a todo para frenarlo, incluso si eso significa militarizar el combate en países vecinos.
Al final, para Costa Rica esto es una moneda de dos caras. Por un lado, cualquier ayuda para desarticular las redes narco que nos tienen ahogados en violencia suena a música celestial. Pero por otro, ¡qué sal! Nuestra imagen internacional queda de nuevo por los suelos, vinculada a los cárteles más peligrosos del planeta. Y más preocupante aún, nos pone en una posición increíblemente incómoda. ¿Hasta qué punto es bueno ser un “socio clave” si eso significa que los conflictos de una superpotencia se pelean, indirectamente, en nuestro vecindario? La línea entre cooperación y soberanía se vuelve peligrosamente delgada. Maes, más allá del caso Gamboa, ¿qué piensan de esta vara? ¿Es bueno que los gringos se metan tan de lleno, aunque sea para bajarle el piso a los narcos, o es una línea peligrosa que no deberíamos cruzar? ¿Nos estamos volviendo un simple peón en el ajedrez gringo contra el narco?