Mae, el despiche que se tienen en la política tica a veces parece sacado de una novela. Por un lado, tenés al PLN, con el secretario general Miguel Guillén, pegando el grito al cielo porque, según él, el "chavismo" criollo (el movimiento de Laura Fernández, para que nos entendamos) les está jugando sucio. La vara es que mientras en público los atacan y los tachan de ser la política de siempre, por debajo de la mesa andan coqueteando con sus alcaldes para que se pasen de bando. ¡Qué torta! Es como el compa que habla pestes de uno a las espaldas, pero a la cara te pide que le pases la tarea. La coherencia, como dicen, salió del chat.
Y es que la cosa no es solo una percepción. Los números hablan por sí solos. Ya van 14 alcaldes que le han dicho adiós a sus partidos para unirse al barco de Pueblo Soberano. De esos, tres eran liberacionistas. El caso más sonado ahora es el de José Miguel Jiménez, el alcalde de Río Cuarto, que acaba de tirar la toalla con el PLN para irse a apoyar a doña Laura. Lo más interesante de todo esto es el silencio de la propia candidata. Mientras los alcaldes que se cambian de camiseta salen a justificar su brinco tirándole durísimo a sus antiguos partidos, Fernández no dice ni pío. Se mantiene al margen, calladita, mientras su proyecto político se va inflando con figuras que, hasta hace cinco minutos, representaban todo lo que ella dice combatir. Una jugada astuta, o un silencio que dice más que mil palabras.
Claro, en Liberación están que echan humo. Guillén no se guardó nada y salió a decir que esa doble cara del chavismo los "desnuda". Su argumento es simple y, la verdad, bastante lógico: ¿cómo es posible que un movimiento base su campaña en criticar al PLN y a la "política añeja", pero al mismo tiempo su estrategia principal sea reciclar políticos de ese mismo partido? Según el liberacionista, los que se van es porque nunca tuvieron convicciones reales y que, en el fondo, no les preocupa la salida. Pero diay, aunque intenten minimizar el golpe, que se te vayan tres alcaldes no es cualquier cosa; es una señal de que algo adentro no anda bien y que el poder de convocatoria del otro lado es real.
Aquí es donde la vara se pone más profunda. Este fenómeno no es solo un pleito entre Guillén y Fernández. Es un síntoma de algo más grande: el modelo de los partidos tradicionales se está yendo al traste. La gente está harta y busca opciones nuevas, o al menos que parezcan nuevas. El movimiento de Pueblo Soberano está capitalizando ese descontento de una manera muy efectiva. Se presentan como la renovación, como la ruptura, pero en la práctica están construyendo su "nuevo" poder con piezas del "viejo" sistema. Es una estrategia pragmática, sin duda: te ahorrás el brete de formar cuadros desde cero y te traés gente que ya tiene estructura, votos y colmillo. Pero, ¿a qué costo? ¿Se puede liderar una revolución con los soldados del antiguo régimen?
Al final, esto nos deja con un panorama político que es un puro enredo. Por un lado, un PLN que intenta mostrarse fuerte mientras sufre fugas importantes y que, seamos honestos, tiene que hacer un examen de conciencia serio sobre por qué su gente se está yendo. Por el otro, un chavismo que crece a un ritmo acelerado, pero con una estrategia que genera muchísimas dudas sobre su autenticidad ideológica. Diay, maes, aquí la pregunta del millón es... ¿Esto es una jugada maestra de ajedrez político de Laura Fernández o simplemente el mismo chorizo de siempre, pero con otra etiqueta? ¿Ustedes qué dicen? ¿Pura estrategia o pura hipocresía?
Y es que la cosa no es solo una percepción. Los números hablan por sí solos. Ya van 14 alcaldes que le han dicho adiós a sus partidos para unirse al barco de Pueblo Soberano. De esos, tres eran liberacionistas. El caso más sonado ahora es el de José Miguel Jiménez, el alcalde de Río Cuarto, que acaba de tirar la toalla con el PLN para irse a apoyar a doña Laura. Lo más interesante de todo esto es el silencio de la propia candidata. Mientras los alcaldes que se cambian de camiseta salen a justificar su brinco tirándole durísimo a sus antiguos partidos, Fernández no dice ni pío. Se mantiene al margen, calladita, mientras su proyecto político se va inflando con figuras que, hasta hace cinco minutos, representaban todo lo que ella dice combatir. Una jugada astuta, o un silencio que dice más que mil palabras.
Claro, en Liberación están que echan humo. Guillén no se guardó nada y salió a decir que esa doble cara del chavismo los "desnuda". Su argumento es simple y, la verdad, bastante lógico: ¿cómo es posible que un movimiento base su campaña en criticar al PLN y a la "política añeja", pero al mismo tiempo su estrategia principal sea reciclar políticos de ese mismo partido? Según el liberacionista, los que se van es porque nunca tuvieron convicciones reales y que, en el fondo, no les preocupa la salida. Pero diay, aunque intenten minimizar el golpe, que se te vayan tres alcaldes no es cualquier cosa; es una señal de que algo adentro no anda bien y que el poder de convocatoria del otro lado es real.
Aquí es donde la vara se pone más profunda. Este fenómeno no es solo un pleito entre Guillén y Fernández. Es un síntoma de algo más grande: el modelo de los partidos tradicionales se está yendo al traste. La gente está harta y busca opciones nuevas, o al menos que parezcan nuevas. El movimiento de Pueblo Soberano está capitalizando ese descontento de una manera muy efectiva. Se presentan como la renovación, como la ruptura, pero en la práctica están construyendo su "nuevo" poder con piezas del "viejo" sistema. Es una estrategia pragmática, sin duda: te ahorrás el brete de formar cuadros desde cero y te traés gente que ya tiene estructura, votos y colmillo. Pero, ¿a qué costo? ¿Se puede liderar una revolución con los soldados del antiguo régimen?
Al final, esto nos deja con un panorama político que es un puro enredo. Por un lado, un PLN que intenta mostrarse fuerte mientras sufre fugas importantes y que, seamos honestos, tiene que hacer un examen de conciencia serio sobre por qué su gente se está yendo. Por el otro, un chavismo que crece a un ritmo acelerado, pero con una estrategia que genera muchísimas dudas sobre su autenticidad ideológica. Diay, maes, aquí la pregunta del millón es... ¿Esto es una jugada maestra de ajedrez político de Laura Fernández o simplemente el mismo chorizo de siempre, pero con otra etiqueta? ¿Ustedes qué dicen? ¿Pura estrategia o pura hipocresía?