Diay maes, ¿vieron la última del Poás? No, no es que tiró una fumarola más fotogénica de la cuenta. La vara es más de fondo y nos afecta a todos de una forma que quizás no habíamos pensado: en el recibo de la luz. Resulta que nuestro querido volcán, en su afán de recordarnos quién manda, ha estado tirando ceniza como si no hubiera un mañana. Y claro, toda esa ceniza tiene que ir a parar a algún lado, y ese lado es, entre otros, la cuenca del Río Toro, justo donde el ICE tiene el chuzo para generar electricidad con las plantas Toro I y II.
Ahora, ¿cuál es el problema? Imagínense el fondo de los embalses como el filtro de una cafetera después de una semana sin limpiar. Normalmente, los ríos ya arrastran su propio sedimento —barro, arena, y cualquier chunche que se encuentren—. Con el tiempo, esa capa de "borra" se acumula y le quita espacio al agua. Menos agua es igual a menos capacidad para mover las turbinas, y menos turbinas moviéndose es igual a menos electricidad. Si a esa mezcla de sedimentos naturales le sumamos la cantidad industrial de ceniza que ha caído últimamente, el problema se acelera. El embalse se "enoja", como dicen en el campo, y pierde eficiencia a pasos agigantados.
Entonces, el ICE tiene que entrar a hacer el brete sucio, literalmente. Del 4 al 7 de septiembre van a realizar lo que ellos llaman "maniobras de mantenimiento", que en buen tico significa: abrir las compuertas de forma controlada para que el agua misma se lleve toda esa cochinada acumulada. Es como un desfogue, una limpieza profunda para que el embalse vuelva a respirar. Este no es un despiche improvisado; es un procedimiento que se hace todos los años, pero esta vez tiene un carácter de urgencia por el factor Poás. La ceniza es un ingrediente extra que nadie pidió en la receta y que obliga a actuar para evitar un problema mayor a futuro.
Aquí es donde la cosa nos importa a los que vivimos cerca o a los aventureros. Durante estos días, el río Toro va a cambiar de look. El caudal va a variar y el agua se va a poner de un color café chocolate bastante intenso, desde Marsella de San Carlos hasta Pangola de Sarapiquí. Por eso el ICE está con la hablada de "extremar precauciones". Ojo al Cristo, maes. No es momento para irse a meter al río a jugar de Tarzán o a buscar la foto perfecta para Instagram. Un cambio de caudal repentino es peligrosísimo y, con tanto sedimento, la visibilidad es nula. Mejor ver los toros desde la barrera, y en este caso, el Toro desde la orilla.
Al final, esta vara es un recordatorio de lo conectados que estamos todos en este pequeño país. El volcán estornuda, el río se ensucia, el ICE tiene que limpiar, y nosotros tenemos que tener cuidado para que todo el sistema siga funcionando y no nos quedemos a oscuras. Es un mal necesario, un mantenimiento que aunque sea un poco aparatoso, garantiza que la infraestructura que nos da luz siga operando como se debe. Es la pura prueba de que vivir a la par de un coloso activo tiene sus consecuencias, incluso en las cosas más cotidianas.
Más allá del simple aviso, ¿no les parece increíble cómo una cosa (el volcán echando humo) termina afectando algo tan del día a día como el interruptor de la luz? ¿Ustedes se habían puesto a pensar en toda esa cadena de eventos que se necesita para que la electricidad llegue al enchufe? Los leo en los comentarios.
Ahora, ¿cuál es el problema? Imagínense el fondo de los embalses como el filtro de una cafetera después de una semana sin limpiar. Normalmente, los ríos ya arrastran su propio sedimento —barro, arena, y cualquier chunche que se encuentren—. Con el tiempo, esa capa de "borra" se acumula y le quita espacio al agua. Menos agua es igual a menos capacidad para mover las turbinas, y menos turbinas moviéndose es igual a menos electricidad. Si a esa mezcla de sedimentos naturales le sumamos la cantidad industrial de ceniza que ha caído últimamente, el problema se acelera. El embalse se "enoja", como dicen en el campo, y pierde eficiencia a pasos agigantados.
Entonces, el ICE tiene que entrar a hacer el brete sucio, literalmente. Del 4 al 7 de septiembre van a realizar lo que ellos llaman "maniobras de mantenimiento", que en buen tico significa: abrir las compuertas de forma controlada para que el agua misma se lleve toda esa cochinada acumulada. Es como un desfogue, una limpieza profunda para que el embalse vuelva a respirar. Este no es un despiche improvisado; es un procedimiento que se hace todos los años, pero esta vez tiene un carácter de urgencia por el factor Poás. La ceniza es un ingrediente extra que nadie pidió en la receta y que obliga a actuar para evitar un problema mayor a futuro.
Aquí es donde la cosa nos importa a los que vivimos cerca o a los aventureros. Durante estos días, el río Toro va a cambiar de look. El caudal va a variar y el agua se va a poner de un color café chocolate bastante intenso, desde Marsella de San Carlos hasta Pangola de Sarapiquí. Por eso el ICE está con la hablada de "extremar precauciones". Ojo al Cristo, maes. No es momento para irse a meter al río a jugar de Tarzán o a buscar la foto perfecta para Instagram. Un cambio de caudal repentino es peligrosísimo y, con tanto sedimento, la visibilidad es nula. Mejor ver los toros desde la barrera, y en este caso, el Toro desde la orilla.
Al final, esta vara es un recordatorio de lo conectados que estamos todos en este pequeño país. El volcán estornuda, el río se ensucia, el ICE tiene que limpiar, y nosotros tenemos que tener cuidado para que todo el sistema siga funcionando y no nos quedemos a oscuras. Es un mal necesario, un mantenimiento que aunque sea un poco aparatoso, garantiza que la infraestructura que nos da luz siga operando como se debe. Es la pura prueba de que vivir a la par de un coloso activo tiene sus consecuencias, incluso en las cosas más cotidianas.
Más allá del simple aviso, ¿no les parece increíble cómo una cosa (el volcán echando humo) termina afectando algo tan del día a día como el interruptor de la luz? ¿Ustedes se habían puesto a pensar en toda esa cadena de eventos que se necesita para que la electricidad llegue al enchufe? Los leo en los comentarios.