Mae, seamos honestos. Entre el corre-corre del brete, las presas y las noticias que a veces nos agüevan, es fácil que el orgullo patrio se nos vaya diluyendo en el café de la mañana. Pero cada 14 de setiembre, pasa algo. Hay una energía distinta en el aire, y este año en el Parque Central de San José, esa vara se sintió con todo. Ver a ese gentío esperando la Antorcha de la Independencia es un recordatorio potente de que, por debajo de todo el despiche diario, todavía hay un fuego que nos une. Y la verdad, ¡qué chiva se siente!
El acto protocolario, que a veces puede ser un poco tieso, esta vez tuvo un sabor diferente. Claro, ahí estaban las figuras de siempre: la vicepresidenta Mary Munive, el nuevo alcalde Diego Miranda, viceministros y toda la plana mayor. Pero los que de verdad se robaron el show fueron los güilas. Ver a los estudiantes del Liceo de Costa Rica, del Colegio de Señoritas y del República de México, con esa mezcla de nervios y solemnidad, custodiando la llama, le da un significado real a todo el asunto. No es solo un chunche que se pasa de mano en mano; es una responsabilidad que las nuevas generaciones asumen, aunque sea por unos minutos. El momento en que Guadalupe Alfaro, del México, encendió el pebetero, fue de esos que te ponen la piel de gallina y te hacen cantar el himno con más ganas.
Y es que entre discursos y formalidades, a veces se nos olvida el mensaje de fondo. Por eso, cuando un estudiante como Néstor Hurtado, del Liceo, toma el micrófono y la pega del techo, hay que poner atención. El mae no se anduvo por las ramas y soltó una frase que me dejó pensando: "la patria no es solo un territorio. Es también un propósito, una esperanza y una acción constante”. ¡Qué carga escuchar a un chamaco hablar así de claro! Nos recuerda que ser tico no es solo haber nacido aquí, sino construir activamente un país más justo e inclusivo. No es un tema de historia pasada, es un brete de todos los días. Y ese mensaje, viniendo de un estudiante, tiene el doble de peso.
Además, esta celebración ya no se queda solo en el centro de Chepe. La vara se ha modernizado y expandido de una forma tuanis. Me enteré de que el MEP hasta montó una página web para seguir el recorrido de la antorcha en tiempo real. ¡Diay, hasta en eso nos estamos poniendo tecnológicos! Y la llama no solo ilumina la capital; hace un recorrido épico por todo el país. Llega a La Cruz de Guanacaste para honrar a héroes como Marcelino García Flamenco y hasta sube al Chirripó a manos de cinco valientes del Liceo Canaán. Esa es la verdadera magia: que la misma llama que enciende el pebetero en San José es la que une a un liberiano orgulloso, a un estudiante en Pavas y a una familia en Cartago esperando el acto final.
Al final, cuando las luces de los celulares se apagan y el himno deja de sonar, lo que queda es una sensación de pertenencia que nos hacía falta. Más allá del acto cívico, la Antorcha es un catalizador. Es la excusa perfecta para recordar el farol que hicimos en la escuela, para contarle a los más pequeños la historia de Dolores Bedoya y, sobre todo, para sentir que formamos parte de algo más grande. Fue una noche que quedó a cachete, un recordatorio de que, a pesar de los problemas, este pequeño pedazo de tierra tiene un corazón que sigue latiendo fuerte.
Y para ustedes, maes del foro, ¿cuál es ese recuerdo o tradición de fiestas patrias que los hace sentir más ticos que el gallo pinto? ¿Qué es lo que les enciende ese fervor cívico cada setiembre?
El acto protocolario, que a veces puede ser un poco tieso, esta vez tuvo un sabor diferente. Claro, ahí estaban las figuras de siempre: la vicepresidenta Mary Munive, el nuevo alcalde Diego Miranda, viceministros y toda la plana mayor. Pero los que de verdad se robaron el show fueron los güilas. Ver a los estudiantes del Liceo de Costa Rica, del Colegio de Señoritas y del República de México, con esa mezcla de nervios y solemnidad, custodiando la llama, le da un significado real a todo el asunto. No es solo un chunche que se pasa de mano en mano; es una responsabilidad que las nuevas generaciones asumen, aunque sea por unos minutos. El momento en que Guadalupe Alfaro, del México, encendió el pebetero, fue de esos que te ponen la piel de gallina y te hacen cantar el himno con más ganas.
Y es que entre discursos y formalidades, a veces se nos olvida el mensaje de fondo. Por eso, cuando un estudiante como Néstor Hurtado, del Liceo, toma el micrófono y la pega del techo, hay que poner atención. El mae no se anduvo por las ramas y soltó una frase que me dejó pensando: "la patria no es solo un territorio. Es también un propósito, una esperanza y una acción constante”. ¡Qué carga escuchar a un chamaco hablar así de claro! Nos recuerda que ser tico no es solo haber nacido aquí, sino construir activamente un país más justo e inclusivo. No es un tema de historia pasada, es un brete de todos los días. Y ese mensaje, viniendo de un estudiante, tiene el doble de peso.
Además, esta celebración ya no se queda solo en el centro de Chepe. La vara se ha modernizado y expandido de una forma tuanis. Me enteré de que el MEP hasta montó una página web para seguir el recorrido de la antorcha en tiempo real. ¡Diay, hasta en eso nos estamos poniendo tecnológicos! Y la llama no solo ilumina la capital; hace un recorrido épico por todo el país. Llega a La Cruz de Guanacaste para honrar a héroes como Marcelino García Flamenco y hasta sube al Chirripó a manos de cinco valientes del Liceo Canaán. Esa es la verdadera magia: que la misma llama que enciende el pebetero en San José es la que une a un liberiano orgulloso, a un estudiante en Pavas y a una familia en Cartago esperando el acto final.
Al final, cuando las luces de los celulares se apagan y el himno deja de sonar, lo que queda es una sensación de pertenencia que nos hacía falta. Más allá del acto cívico, la Antorcha es un catalizador. Es la excusa perfecta para recordar el farol que hicimos en la escuela, para contarle a los más pequeños la historia de Dolores Bedoya y, sobre todo, para sentir que formamos parte de algo más grande. Fue una noche que quedó a cachete, un recordatorio de que, a pesar de los problemas, este pequeño pedazo de tierra tiene un corazón que sigue latiendo fuerte.
Y para ustedes, maes del foro, ¿cuál es ese recuerdo o tradición de fiestas patrias que los hace sentir más ticos que el gallo pinto? ¿Qué es lo que les enciende ese fervor cívico cada setiembre?
