Maes, acabo de leer la nueva encuesta del CIEP y diay… ¡qué despiche! En serio, si las elecciones fueran hoy, el ganador absoluto sería el “no sabe, no responde”. Resulta que un 57% de la gente no tiene la más remota idea de por quién votar. No es una mayoría silenciosa, es un grito ensordecedor de que algo no está funcionando. A menos de cinco meses para la fiesta electoral, el verdadero partido mayoritario de este país, el que tiene el poder de decidir todo, es el Partido de los Indecisos. Y honestamente, viendo las opciones, casi que dan ganas de afiliarse.
Vamos a los números, que son para sentarse a llorar (o a reír, depende del humor). La candidata oficialista, Laura Fernández, “lidera” con un famélico 12%. Mae, con ese porcentaje apenas le alcanza para llenar media gradería del Saprissa en un partido de media semana. Lo más curioso es que el segundo en la lista es el propio presidente Chaves con un 7%, y el señor ni siquiera puede reelegirse. Es como si la gente siguiera votando por el fantasma de Zapote. Más abajo, la cosa se pone aún más triste: Álvaro Ramos del PLN con un 6%, Ariel Robles del FA con un 5% y hasta el voto nulo empata con ellos. Es un escenario donde nadie despega y todos parecen estar corriendo en una pista de jabón.
Pero aquí es donde la vara se pone interesante, y el CIEP nos da un bañito de humildad histórica. Nos recuerdan que en las últimas tres elecciones (2014, 2018 y 2022), los que iban de primeros en la encuesta a estas alturas del partido terminaron viendo la premiación desde la banca. O sea, ese 12% de Fernández es más frágil que una galleta Soda en un aguacero. Esto confirma lo que ya se sentía en la calle: la campaña va a ser una montaña rusa de último minuto, de pura volatilidad, donde cualquiera que logre conectar con ese gentío de indecisos puede dar la sorpresa. El problema es que, hasta ahora, nadie parece tener el mapa para encontrar a esa gente.
Y si pensaban que el panorama presidencial era un enredo, esperen a ver el de los diputados. ¡La cereza en el queque del desorden! Un 70% de los encuestados no sabe a qué partido darle el voto para la Asamblea Legislativa. ¡Setenta por ciento! Eso no solo anticipa una fragmentación de espanto, sino una Asamblea todavía más ingobernable que la que tenemos ahora, que ya de por sí es un brete titánico lograr que se pongan de acuerdo en algo. Quien sea que llegue a la presidencia se va a encontrar con un rompecabezas legislativo imposible de armar, y al final, los que pagamos los platos rotos somos siempre los mismos.
Al final, lo que esta encuesta nos grita en la cara es el reflejo de un país cansado. Hay una mezcla peligrosa de apatía, desconfianza y un profundo escepticismo hacia toda la clase política. Ya no nos creemos cuentos tan fácil. La gente está esperando algo más, un discurso diferente, una cara nueva o, tal vez, simplemente está tan harta que prefiere ignorar el circo hasta que sea absolutamente inevitable. Así que les pregunto a ustedes, maes del foro, en serio: ¿qué es lo que está pasando? ¿Es pura apatía, es que de verdad ningún candidato convence, o es que estamos esperando un milagro de última hora que nos saque de este enredo?
Vamos a los números, que son para sentarse a llorar (o a reír, depende del humor). La candidata oficialista, Laura Fernández, “lidera” con un famélico 12%. Mae, con ese porcentaje apenas le alcanza para llenar media gradería del Saprissa en un partido de media semana. Lo más curioso es que el segundo en la lista es el propio presidente Chaves con un 7%, y el señor ni siquiera puede reelegirse. Es como si la gente siguiera votando por el fantasma de Zapote. Más abajo, la cosa se pone aún más triste: Álvaro Ramos del PLN con un 6%, Ariel Robles del FA con un 5% y hasta el voto nulo empata con ellos. Es un escenario donde nadie despega y todos parecen estar corriendo en una pista de jabón.
Pero aquí es donde la vara se pone interesante, y el CIEP nos da un bañito de humildad histórica. Nos recuerdan que en las últimas tres elecciones (2014, 2018 y 2022), los que iban de primeros en la encuesta a estas alturas del partido terminaron viendo la premiación desde la banca. O sea, ese 12% de Fernández es más frágil que una galleta Soda en un aguacero. Esto confirma lo que ya se sentía en la calle: la campaña va a ser una montaña rusa de último minuto, de pura volatilidad, donde cualquiera que logre conectar con ese gentío de indecisos puede dar la sorpresa. El problema es que, hasta ahora, nadie parece tener el mapa para encontrar a esa gente.
Y si pensaban que el panorama presidencial era un enredo, esperen a ver el de los diputados. ¡La cereza en el queque del desorden! Un 70% de los encuestados no sabe a qué partido darle el voto para la Asamblea Legislativa. ¡Setenta por ciento! Eso no solo anticipa una fragmentación de espanto, sino una Asamblea todavía más ingobernable que la que tenemos ahora, que ya de por sí es un brete titánico lograr que se pongan de acuerdo en algo. Quien sea que llegue a la presidencia se va a encontrar con un rompecabezas legislativo imposible de armar, y al final, los que pagamos los platos rotos somos siempre los mismos.
Al final, lo que esta encuesta nos grita en la cara es el reflejo de un país cansado. Hay una mezcla peligrosa de apatía, desconfianza y un profundo escepticismo hacia toda la clase política. Ya no nos creemos cuentos tan fácil. La gente está esperando algo más, un discurso diferente, una cara nueva o, tal vez, simplemente está tan harta que prefiere ignorar el circo hasta que sea absolutamente inevitable. Así que les pregunto a ustedes, maes del foro, en serio: ¿qué es lo que está pasando? ¿Es pura apatía, es que de verdad ningún candidato convence, o es que estamos esperando un milagro de última hora que nos saque de este enredo?