¡Dígame usté!, ¿se acuerdan del revuelo que hubo con la paridad horizontal? Pues, parece que estamos entrando en una nueva etapa, donde la teoría y la práctica se tocan... pero no exactamente como esperábamos. Después de tanta batalla legal, cambios de reglamento y debates encarnizados, las elecciones municipales ya quedaron atrás, y ahora toca analizar los resultados y ver si realmente hemos logrado romper techos de cristal o simplemente seguimos moviéndolos un poquito.
Como muchos recuerdan, la Sala Constitucional nos puso las cosas bien claras: la paridad no podía ser solo una fachada; tenía que traducirse en un acceso real y equitativo a posiciones de poder dentro de los cantones. Eso implicó, claro, que las mujeres no solo estuvieran en las listas, sino que ocuparan lugares visibles, encabezando las candidaturas y teniendo la oportunidad de asumir roles de liderazgo en los consejos edilicios. Pero, ¿cómo se traduce eso en la vida real?
Analizando los resultados, podemos decir que, sí, se dio cumplimiento formal a la ley. La mayoría de los cantones cumplieron con la paridad horizontal, teniendo mujeres en puestos clave como síndicas presidenciales, vice-síndicas y encargadas de comisiones importantes. ¡Pero qué carga!, la cosa no acaba ahí. En algunos casos, las mujeres que llegaron a esos puestos parecían ser ‘decoraciones’, marionetas manejadas por los machitos de siempre, sin real capacidad de influencia ni protagonismo en la toma de decisiones.
Vimos ejemplos claros en algunas municipalidades, donde las síndicas, aunque legalmente investidas, eran relegadas a tareas secundarias, excluidas de reuniones importantes, o encontraban obstáculos constantes para impulsar sus ideas y proyectos. ¡Qué sal! Parece que, a pesar de los avances legales, todavía existe una resistencia cultural arraigada que dificulta la plena participación de las mujeres en la política local. Algunas incluso comentan que se sienten 'presas' en puestos que parecen pensados más para mostrar conformidad que para generar cambios reales.
Y no podemos olvidar la importancia de la formación y el empoderamiento político. Muchas mujeres llegan a cargos de elección popular sin preparación previa, sin experiencia en gestión pública, o sin acceso a herramientas y recursos que les permitan desempeñar sus funciones de manera eficaz. Es como ponerle un chunche a alguien y esperar que haga magia: necesita las herramientas adecuadas para el brete.
La pregunta que debemos hacernos ahora no es si cumplimos con la letra de la ley, sino si logramos construir un sistema político más justo, equitativo e inclusivo, donde las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres para participar en la vida pública y tomar decisiones que impacten positivamente en sus comunidades. Necesitamos ir más allá de la paridad numérica y trabajar en cambiar las actitudes, los valores y las prácticas que perpetúan la desigualdad.
Ahora, dígame usté: ¿Cree que la implementación de la paridad horizontal en las elecciones municipales ha generado un verdadero cambio en la participación política de las mujeres, o simplemente hemos maquillado la realidad sin abordar las raíces profundas del problema? ¿Qué medidas concretas cree que deberían tomarse para garantizar que las mujeres tengan un acceso real y equitativo al poder en Costa Rica?
Quizás necesitamos más mentoría para nuevas líderes, más espacios de capacitación y networking, o quizás una revisión más profunda de nuestras leyes y normas para evitar que se interpreten de manera restrictiva. ¡Qué vara tenemos para mejorar esto!
Como muchos recuerdan, la Sala Constitucional nos puso las cosas bien claras: la paridad no podía ser solo una fachada; tenía que traducirse en un acceso real y equitativo a posiciones de poder dentro de los cantones. Eso implicó, claro, que las mujeres no solo estuvieran en las listas, sino que ocuparan lugares visibles, encabezando las candidaturas y teniendo la oportunidad de asumir roles de liderazgo en los consejos edilicios. Pero, ¿cómo se traduce eso en la vida real?
Analizando los resultados, podemos decir que, sí, se dio cumplimiento formal a la ley. La mayoría de los cantones cumplieron con la paridad horizontal, teniendo mujeres en puestos clave como síndicas presidenciales, vice-síndicas y encargadas de comisiones importantes. ¡Pero qué carga!, la cosa no acaba ahí. En algunos casos, las mujeres que llegaron a esos puestos parecían ser ‘decoraciones’, marionetas manejadas por los machitos de siempre, sin real capacidad de influencia ni protagonismo en la toma de decisiones.
Vimos ejemplos claros en algunas municipalidades, donde las síndicas, aunque legalmente investidas, eran relegadas a tareas secundarias, excluidas de reuniones importantes, o encontraban obstáculos constantes para impulsar sus ideas y proyectos. ¡Qué sal! Parece que, a pesar de los avances legales, todavía existe una resistencia cultural arraigada que dificulta la plena participación de las mujeres en la política local. Algunas incluso comentan que se sienten 'presas' en puestos que parecen pensados más para mostrar conformidad que para generar cambios reales.
Y no podemos olvidar la importancia de la formación y el empoderamiento político. Muchas mujeres llegan a cargos de elección popular sin preparación previa, sin experiencia en gestión pública, o sin acceso a herramientas y recursos que les permitan desempeñar sus funciones de manera eficaz. Es como ponerle un chunche a alguien y esperar que haga magia: necesita las herramientas adecuadas para el brete.
La pregunta que debemos hacernos ahora no es si cumplimos con la letra de la ley, sino si logramos construir un sistema político más justo, equitativo e inclusivo, donde las mujeres tengan las mismas oportunidades que los hombres para participar en la vida pública y tomar decisiones que impacten positivamente en sus comunidades. Necesitamos ir más allá de la paridad numérica y trabajar en cambiar las actitudes, los valores y las prácticas que perpetúan la desigualdad.
Ahora, dígame usté: ¿Cree que la implementación de la paridad horizontal en las elecciones municipales ha generado un verdadero cambio en la participación política de las mujeres, o simplemente hemos maquillado la realidad sin abordar las raíces profundas del problema? ¿Qué medidas concretas cree que deberían tomarse para garantizar que las mujeres tengan un acceso real y equitativo al poder en Costa Rica?
Quizás necesitamos más mentoría para nuevas líderes, más espacios de capacitación y networking, o quizás una revisión más profunda de nuestras leyes y normas para evitar que se interpreten de manera restrictiva. ¡Qué vara tenemos para mejorar esto!