Diay, maes. A veces uno se queja de que se le quema el arroz o que se le va el bus, pero hay que leer historias como esta para poner las varas en perspectiva. Imagínense este escenario: es sábado por la mañana, usted está tranquilo, y en cuestión de 72 horas su vida se convierte en un completo despiche. Pues eso fue exactamente lo que le pasó a un compa de Cartago, cuya historia es el ejemplo perfecto de lo que significa estar verdaderamente salado.
La torta empezó con un correo, de esos que a todos nos llegan. Una supuesta oferta de brete que sonaba demasiado buena para ser verdad. Y, ¡sorpresa!, no lo era. El mae, con la ilusión de encontrar algo mejor, le dio clic y, sin saberlo, le abrió la puerta a unos hackers para que le clonaran el token del banco. Para cuando se dio cuenta, una hora después, su cuenta estaba más limpia que conciencia de político. Le barrieron con ₡380.000 de la tarjeta de débito y, como si fuera poco, se mandaron a traspasar un millón de la de crédito. Así, de un plumazo, se quedó sin los ahorros y con una bronca gigante.
Pero aquí es donde la historia pasa de mala a increíblemente salada. Mientras el pobre mae iba en el carro, de copiloto, pegado al teléfono tratando de resolver el chanchullo con el banco, ¡PUM! Les pegaron un choque. Él no iba manejando y por dicha no fue nada grave, pero súmenle a la angustia de la estafa el susto y el estrés de un accidente. El funcionario del banco al otro lado de la línea, ajeno al caos, solo le decía que tenía que ir a poner la denuncia al OIJ de inmediato. ¡Qué desesperación! En cuestión de un par de horas, la vida se le había ido completamente al traste.
Uno pensaría que después de semejante fin de semana, la gente en su trabajo tendría un mínimo de empatía, ¿verdad? Pues no. El lunes, el afectado tuvo que tomarse el día para andar en vueltas de la denuncia. Lo lógico sería un: "Mae, tranquilo, resuelva esa vara y nos vemos mañana". Pero la realidad fue otra. El martes, cuando llegó a su trabajo en una cuadrilla de mantenimiento, lo recibieron con la carta de despido. Sin explicación, solo un "prescindimos de sus servicios". Él asegura que ni la firmó, indignado porque, además, le dijeron que de qué se quejaba si le estaban pagando "todas las de la ley". ¡Como si la plata lo arreglara todo en ese momento!
Ahora el panorama es este: el compa está esperando una audiencia en el Ministerio de Trabajo para ver qué resuelve con el despido y, por otro lado, sigue pulseando que el banco le devuelva la plata de la cuenta de débito, porque lo del seguro de la tarjeta de crédito por lo menos sí se solucionó. El banco, por su parte, dio la respuesta más corporativa y predecible del mundo: que no pueden hablar del caso por "secreto bancario" y que recordemos nunca dar nuestras claves. Gracias por el tip, genios. En fin, una historia que demuestra que a veces, cuando parece que algo va mal, en realidad puede ir mucho, mucho peor.
Ahora les pregunto a ustedes, maes del foro: Más allá de la sal del compa, ¿qué opinan de la reacción de la empresa? ¿Se justifica un despido así, aunque sea "legal", después de una emergencia personal tan evidente? ¿Les ha pasado algo parecido?
La torta empezó con un correo, de esos que a todos nos llegan. Una supuesta oferta de brete que sonaba demasiado buena para ser verdad. Y, ¡sorpresa!, no lo era. El mae, con la ilusión de encontrar algo mejor, le dio clic y, sin saberlo, le abrió la puerta a unos hackers para que le clonaran el token del banco. Para cuando se dio cuenta, una hora después, su cuenta estaba más limpia que conciencia de político. Le barrieron con ₡380.000 de la tarjeta de débito y, como si fuera poco, se mandaron a traspasar un millón de la de crédito. Así, de un plumazo, se quedó sin los ahorros y con una bronca gigante.
Pero aquí es donde la historia pasa de mala a increíblemente salada. Mientras el pobre mae iba en el carro, de copiloto, pegado al teléfono tratando de resolver el chanchullo con el banco, ¡PUM! Les pegaron un choque. Él no iba manejando y por dicha no fue nada grave, pero súmenle a la angustia de la estafa el susto y el estrés de un accidente. El funcionario del banco al otro lado de la línea, ajeno al caos, solo le decía que tenía que ir a poner la denuncia al OIJ de inmediato. ¡Qué desesperación! En cuestión de un par de horas, la vida se le había ido completamente al traste.
Uno pensaría que después de semejante fin de semana, la gente en su trabajo tendría un mínimo de empatía, ¿verdad? Pues no. El lunes, el afectado tuvo que tomarse el día para andar en vueltas de la denuncia. Lo lógico sería un: "Mae, tranquilo, resuelva esa vara y nos vemos mañana". Pero la realidad fue otra. El martes, cuando llegó a su trabajo en una cuadrilla de mantenimiento, lo recibieron con la carta de despido. Sin explicación, solo un "prescindimos de sus servicios". Él asegura que ni la firmó, indignado porque, además, le dijeron que de qué se quejaba si le estaban pagando "todas las de la ley". ¡Como si la plata lo arreglara todo en ese momento!
Ahora el panorama es este: el compa está esperando una audiencia en el Ministerio de Trabajo para ver qué resuelve con el despido y, por otro lado, sigue pulseando que el banco le devuelva la plata de la cuenta de débito, porque lo del seguro de la tarjeta de crédito por lo menos sí se solucionó. El banco, por su parte, dio la respuesta más corporativa y predecible del mundo: que no pueden hablar del caso por "secreto bancario" y que recordemos nunca dar nuestras claves. Gracias por el tip, genios. En fin, una historia que demuestra que a veces, cuando parece que algo va mal, en realidad puede ir mucho, mucho peor.
Ahora les pregunto a ustedes, maes del foro: Más allá de la sal del compa, ¿qué opinan de la reacción de la empresa? ¿Se justifica un despido así, aunque sea "legal", después de una emergencia personal tan evidente? ¿Les ha pasado algo parecido?