Okay, maes, hablemos de la vara política porque el fin de semana nos dejó material para rato. Mientras muchos estábamos pensando en el aguacero o en el partido de la Sele, el Frente Amplio (FA) movió sus fichas en el ajedrez electoral de cara al 2026. El diputado y ahora candidato presidencial, Ariel Robles, sacó de la manga a la gente que lo va a acompañar en la papeleta, y la verdad, el combo está para sentarse a analizarlo con calma. Se trata de Margarita Salas, una cara muy conocida en el activismo de derechos humanos, y de Guillermo Arroyo, un mae con un currículum que a más de uno en el partido le debe haber causado un cortocircuito. Pero diay, vamos por partes para entender este rompecabezas.
Primero, hablemos de Margarita Salas, quien va por la primera vicepresidencia. La señora no es ninguna pintada en la pared. Con una maestría de Harvard y otra de la UCR, Salas tiene un historial que calza perfecto con el ADN del Frente Amplio. Fue la primera Comisionada Presidencial para Asuntos LGBTIQA+ en el gobierno de Carlos Alvarado y fundadora del Partido VAMOS. Su discurso es claro: darle durísimo a la crisis en educación, a las listas de espera de la Caja y a la violencia contra las mujeres. Su fichaje es, a todas luces, un mensaje para la base más fiel del partido y para ese voto progresista, académico y urbano que ve con horror el rumbo que ha tomado el país en temas sociales. Es la carta segura, la que le habla al corazón del frenteamplista promedio.
Y aquí es donde la vara se pone interesante, porque para la segunda vicepresidencia, Robles presentó a Guillermo Arroyo. Y si el nombre no le suena, le refresco la memoria: fue viceministro de Justicia en el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez (sí, del PUSC, leyó bien) y director del Sistema Penitenciario. O sea, un mae con un perfil de seguridad y con experiencia en una administración de derecha tradicional. ¡Qué jugada! Es evidente que el FA está cansado de que le tiren el San Benito de ser “suaves” con la delincuencia. Poner a un máster en Criminología que ya tuvo el brete de manejar las cárceles del país es un guiño clarísimo a ese sector del electorado que, aunque simpatiza con las causas sociales, vive con un miedo real al hampa y siente que la izquierda tradicional no le ofrece respuestas.
Entonces, ¿cuál es la estrategia de fondo? Ariel Robles está armando una yunta que intenta ser el ying y el yang de la política tica actual. Con Salas, le pone un candado al voto pro-derechos humanos, feminista y ecologista. Con Arroyo, intenta abrir una puerta que casi siempre ha tenido cerrada: la del votante preocupado por la seguridad ciudadana, que usualmente se va con opciones de mano más dura. Robles dice que busca un balance y que su campaña se basará en la “oposición responsable” que ha hecho en Cuesta de Moras. En el papel, la idea es presentar una papeleta que grita “queremos gobernar en serio” y no solo ser la conciencia moral de la Asamblea Legislativa, un partido capaz de atender tanto la agenda social como el orden público.
La movida es audaz, no hay duda. Es un intento calculado por romper el techo de vidrio electoral que el Frente Amplio ha tenido históricamente. Quieren dejar de ser un partido de nicho para convertirse en una opción real de poder. Pero este tipo de matrimonios ideológicos son un arma de doble filo. Pueden ser vistos como una muestra de madurez y pragmatismo, o como una traición a los principios fundamentales del partido que podría espantar a su militancia más pura. Al final, el éxito de esta fórmula dependerá de qué tan bien logren vender esta historia de equilibrio y de si los votantes se creen el cuento.
Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Les cuadra esta mezcla? ¿Es un "dream team" que balancea lo social con la seguridad, o es un despiche ideológico que al final no va a convencer ni a los de un lado ni a los del otro? ¿Creen que con esta yunta el Frente Amplio por fin puede dar el salto y ser un contendiente serio en 2026? ¡Abro el micrófono, maes!
Primero, hablemos de Margarita Salas, quien va por la primera vicepresidencia. La señora no es ninguna pintada en la pared. Con una maestría de Harvard y otra de la UCR, Salas tiene un historial que calza perfecto con el ADN del Frente Amplio. Fue la primera Comisionada Presidencial para Asuntos LGBTIQA+ en el gobierno de Carlos Alvarado y fundadora del Partido VAMOS. Su discurso es claro: darle durísimo a la crisis en educación, a las listas de espera de la Caja y a la violencia contra las mujeres. Su fichaje es, a todas luces, un mensaje para la base más fiel del partido y para ese voto progresista, académico y urbano que ve con horror el rumbo que ha tomado el país en temas sociales. Es la carta segura, la que le habla al corazón del frenteamplista promedio.
Y aquí es donde la vara se pone interesante, porque para la segunda vicepresidencia, Robles presentó a Guillermo Arroyo. Y si el nombre no le suena, le refresco la memoria: fue viceministro de Justicia en el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez (sí, del PUSC, leyó bien) y director del Sistema Penitenciario. O sea, un mae con un perfil de seguridad y con experiencia en una administración de derecha tradicional. ¡Qué jugada! Es evidente que el FA está cansado de que le tiren el San Benito de ser “suaves” con la delincuencia. Poner a un máster en Criminología que ya tuvo el brete de manejar las cárceles del país es un guiño clarísimo a ese sector del electorado que, aunque simpatiza con las causas sociales, vive con un miedo real al hampa y siente que la izquierda tradicional no le ofrece respuestas.
Entonces, ¿cuál es la estrategia de fondo? Ariel Robles está armando una yunta que intenta ser el ying y el yang de la política tica actual. Con Salas, le pone un candado al voto pro-derechos humanos, feminista y ecologista. Con Arroyo, intenta abrir una puerta que casi siempre ha tenido cerrada: la del votante preocupado por la seguridad ciudadana, que usualmente se va con opciones de mano más dura. Robles dice que busca un balance y que su campaña se basará en la “oposición responsable” que ha hecho en Cuesta de Moras. En el papel, la idea es presentar una papeleta que grita “queremos gobernar en serio” y no solo ser la conciencia moral de la Asamblea Legislativa, un partido capaz de atender tanto la agenda social como el orden público.
La movida es audaz, no hay duda. Es un intento calculado por romper el techo de vidrio electoral que el Frente Amplio ha tenido históricamente. Quieren dejar de ser un partido de nicho para convertirse en una opción real de poder. Pero este tipo de matrimonios ideológicos son un arma de doble filo. Pueden ser vistos como una muestra de madurez y pragmatismo, o como una traición a los principios fundamentales del partido que podría espantar a su militancia más pura. Al final, el éxito de esta fórmula dependerá de qué tan bien logren vender esta historia de equilibrio y de si los votantes se creen el cuento.
Ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Les cuadra esta mezcla? ¿Es un "dream team" que balancea lo social con la seguridad, o es un despiche ideológico que al final no va a convencer ni a los de un lado ni a los del otro? ¿Creen que con esta yunta el Frente Amplio por fin puede dar el salto y ser un contendiente serio en 2026? ¡Abro el micrófono, maes!