Maes, a veces entre tanto despiche de noticias y presas, sale una que de verdad le alegra a uno el día y le infla el pecho de orgullo. Y esta es una de esas. Resulta que Costa Rica acaba de recuperar 11 chunches precolombinos que andaban turisteando por décadas en los Países Bajos. Y lo más tuanis de la historia no es solo que volvieron, sino cómo volvieron: por la pura buena voluntad de la familia que los tenía. ¡Qué chiva empezar la semana así, en serio!
Para entender cómo pasó la vara, hay que hablar de un señor llamado Hans Feriz, un médico austro-neerlandés que vivió entre 1895 y 1970. El doctor era un mae que a todas luces era un carga en lo suyo, un apasionado total por las culturas precolombinas. En sus viajes por Centro y Sudamérica, se metió en excavaciones y armó una colección personal impresionante. El punto es que, con el tiempo, su hija, ya fallecida, dejó una instrucción clarísima en su testamento: que todas esas piezas debían regresar a sus países de origen. Ahora, su nieto se está encargando de que esa voluntad se cumpla. Esto no fue un pleito legal ni una pelea diplomática; fue un acto de decencia y respeto por la historia que nos define.
Claro, una movida así no se hace sola. Detrás de este final feliz hay un brete increíble de un montón de gente. La Embajada de Costa Rica en Países Bajos, la Cancillería y, por supuesto, los expertos del Museo Nacional se pusieron las pilas para coordinar todo. Primero, unos especialistas de las universidades de Kansas y Leiden le echaron el ojo a los objetos, y luego el Museo Nacional aquí confirmó: "Sí, maes, estos chunches son de aquí". El acto oficial fue en Wassenaar, y no solo Tiquicia estaba de fiesta; también se devolvieron piezas a Perú y Panamá de la misma colección. ¡Qué nivel de gesto el de esa familia!
Durante la ceremonia, nuestro embajador, Arnoldo Brenes Castro, se mandó un discurso a cachete. Y con toda la razón del mundo, dijo algo que es clave: estos objetos no son solo vasijas o figuras de piedra. Son, en sus palabras, "testimonios vivos de nuestras raíces". Cada pieza de estas es un eco, un mensaje directo de la gente que caminó por esta misma tierra hace cientos de años. Su regreso, más que un acto diplomático, es una forma de fortalecer quiénes somos. Por su parte, la directora del Museo Nacional, Grettel Monge, lo definió como "un acto de justicia histórica y cultural", porque cada chereque recuperado es como abrir una ventana para asomarse a nuestro propio pasado.
Al final del día, esto va más allá de los 11 objetos. Es un recordatorio poderoso de que nuestro patrimonio cultural no tiene precio y su lugar es aquí. Es un aplauso para la diplomacia que funciona y para las familias que, como los Feriz, entienden que la historia no se posee, se honra y se comparte. Es, en resumen, una noticia que nos permite decir con la frente en alto que estamos recuperando, pieza por pieza, el rompecabezas de nuestra identidad. Un triunfo cultural que se siente tuanis, se siente nuestro. Y eso, maes, es algo que vale la pena celebrar.
Ahora que estas piezas están de vuelta, ¿qué creen que deberíamos hacer como país para que no solo se queden en una vitrina del museo, sino que de verdad nos conecten más con nuestra historia? ¿Más educación en las escuelas, tours virtuales, qué se les ocurre?
Para entender cómo pasó la vara, hay que hablar de un señor llamado Hans Feriz, un médico austro-neerlandés que vivió entre 1895 y 1970. El doctor era un mae que a todas luces era un carga en lo suyo, un apasionado total por las culturas precolombinas. En sus viajes por Centro y Sudamérica, se metió en excavaciones y armó una colección personal impresionante. El punto es que, con el tiempo, su hija, ya fallecida, dejó una instrucción clarísima en su testamento: que todas esas piezas debían regresar a sus países de origen. Ahora, su nieto se está encargando de que esa voluntad se cumpla. Esto no fue un pleito legal ni una pelea diplomática; fue un acto de decencia y respeto por la historia que nos define.
Claro, una movida así no se hace sola. Detrás de este final feliz hay un brete increíble de un montón de gente. La Embajada de Costa Rica en Países Bajos, la Cancillería y, por supuesto, los expertos del Museo Nacional se pusieron las pilas para coordinar todo. Primero, unos especialistas de las universidades de Kansas y Leiden le echaron el ojo a los objetos, y luego el Museo Nacional aquí confirmó: "Sí, maes, estos chunches son de aquí". El acto oficial fue en Wassenaar, y no solo Tiquicia estaba de fiesta; también se devolvieron piezas a Perú y Panamá de la misma colección. ¡Qué nivel de gesto el de esa familia!
Durante la ceremonia, nuestro embajador, Arnoldo Brenes Castro, se mandó un discurso a cachete. Y con toda la razón del mundo, dijo algo que es clave: estos objetos no son solo vasijas o figuras de piedra. Son, en sus palabras, "testimonios vivos de nuestras raíces". Cada pieza de estas es un eco, un mensaje directo de la gente que caminó por esta misma tierra hace cientos de años. Su regreso, más que un acto diplomático, es una forma de fortalecer quiénes somos. Por su parte, la directora del Museo Nacional, Grettel Monge, lo definió como "un acto de justicia histórica y cultural", porque cada chereque recuperado es como abrir una ventana para asomarse a nuestro propio pasado.
Al final del día, esto va más allá de los 11 objetos. Es un recordatorio poderoso de que nuestro patrimonio cultural no tiene precio y su lugar es aquí. Es un aplauso para la diplomacia que funciona y para las familias que, como los Feriz, entienden que la historia no se posee, se honra y se comparte. Es, en resumen, una noticia que nos permite decir con la frente en alto que estamos recuperando, pieza por pieza, el rompecabezas de nuestra identidad. Un triunfo cultural que se siente tuanis, se siente nuestro. Y eso, maes, es algo que vale la pena celebrar.
Ahora que estas piezas están de vuelta, ¿qué creen que deberíamos hacer como país para que no solo se queden en una vitrina del museo, sino que de verdad nos conecten más con nuestra historia? ¿Más educación en las escuelas, tours virtuales, qué se les ocurre?