Maes, ¡viernes y el ambiente político no descansa! Hoy la vara viene desde la acera de Liberación Nacional. Resulta que el precandidato Álvaro Ramos ya sacó la bola de cristal (o más bien, la calculadora electoral) y tiró un número sobre la mesa: proyecta que el PLN va a clavar 22 diputados en las elecciones del 2026. Así como lo oyen. Y lo más interesante es que el mae califica esa cifra como “conservadora”. Diay, para un partido que viene de 19 curules y de una campaña presidencial que, seamos honestos, no terminó como esperaban, sumar tres más y recuperar la presidencia suena a un brete monumental. ¿Optimismo puro y duro o un cálculo frío con bases que no estamos viendo?
Para justificar su número mágico, Ramos echó mano del baúl de los recuerdos y nos transportó al 2010. Aquella fue la última vez que el PLN se sentó en la silla de Zapote con Laura Chinchilla. En ese entonces, lograron la nada despreciable suma de 25 curules. Ramos hace un punto válido: para ese momento el bipartidismo ya estaba más que herido de muerte. Ya existían el PAC, el Movimiento Libertario y otros chunches políticos que le ponían picante al asunto. O sea, no está comparando peras con manzanas de la época de Figueres Ferrer. Sin embargo, aquí es donde uno, con el cafecito en mano, se pone a pensar: ¿el escenario del 2010 se parece en algo al que tendremos en 2026? El desgaste, la fragmentación y el desencanto ciudadano de hoy son radicalmente distintos. Aquel PLN de 25 diputados venía de un gobierno de Arias que, con sus más y sus menos, mantenía una base sólida. El PLN de hoy tiene el reto de reconectar con un electorado que ya le pasó la factura varias veces.
Ahora, analicemos la jugada de tildar la meta de “conservadora”. Esto, en el ajedrez político, es una movida de manual y bastante astuta. Al poner una cifra alta pero no imposible y llamarla “modesta”, Ramos está manejando las expectativas de una forma brillante. Si al final logran 20 diputados, no se ve como un fracaso garrafal, sino como que “casi se llega”. Pero si, por un milagro político, logran 23, el titular será “Ramos supera hasta sus propias proyecciones conservadoras”. Es una forma de construir un relato de victoria desde ahora, estableciendo un piso psicológico para sus seguidores y un número a vencer para sus adversarios. Es el clásico “apuntar a la luna para, si fallas, al menos caer entre las estrellas”. Una vara bien pensada, la verdad.
Pero la matemática electoral no fue lo único que soltó. Ramos también habló de la inevitable vara de las alianzas. Y aquí, de nuevo, sacó el manual del político profesional. Dijo que cualquier pacto debe basarse en coincidencias programáticas y soltó la que, según él, es la línea roja innegociable: la defensa de la institucionalidad y la democracia. Diay, mae, con todo respeto, eso es como decir que una condición para ser chef es que te guste la comida. Es una declaración tan universalmente aceptable que, en la práctica, no dice nada. No cierra ninguna puerta. Es una afirmación “a cachete” para el discurso, pero que en el fondo deja el abanico de posibles socios tan abierto como la Ruta 27 en un domingo de regreso. No es una crítica, es simplemente señalar la naturaleza del juego: mantener todas las opciones viables hasta que los números hablen en las urnas.
Al final del día, el número de Ramos es más que una simple proyección; es una declaración de intenciones y el primer ladrillo en la construcción de su narrativa de campaña. Es un mensaje para adentro y para afuera del partido: “Creemos que podemos, y este es nuestro objetivo”. La pregunta del millón no es si su cálculo es bueno o malo, sino si el PLN como maquinaria tiene el combustible y el mapa para llegar a ese destino. El camino es largo y lleno de baches, y los otros partidos tampoco están jugando de arrimados. Pero bueno, maes, más allá de la estrategia y el cálculo matemático… ¿Ustedes se comen el cuento? ¿Ven al PLN con la fuerza para jalar 22 curules o es puro humo para empezar a calentar motores? ¡Abro debate!
Para justificar su número mágico, Ramos echó mano del baúl de los recuerdos y nos transportó al 2010. Aquella fue la última vez que el PLN se sentó en la silla de Zapote con Laura Chinchilla. En ese entonces, lograron la nada despreciable suma de 25 curules. Ramos hace un punto válido: para ese momento el bipartidismo ya estaba más que herido de muerte. Ya existían el PAC, el Movimiento Libertario y otros chunches políticos que le ponían picante al asunto. O sea, no está comparando peras con manzanas de la época de Figueres Ferrer. Sin embargo, aquí es donde uno, con el cafecito en mano, se pone a pensar: ¿el escenario del 2010 se parece en algo al que tendremos en 2026? El desgaste, la fragmentación y el desencanto ciudadano de hoy son radicalmente distintos. Aquel PLN de 25 diputados venía de un gobierno de Arias que, con sus más y sus menos, mantenía una base sólida. El PLN de hoy tiene el reto de reconectar con un electorado que ya le pasó la factura varias veces.
Ahora, analicemos la jugada de tildar la meta de “conservadora”. Esto, en el ajedrez político, es una movida de manual y bastante astuta. Al poner una cifra alta pero no imposible y llamarla “modesta”, Ramos está manejando las expectativas de una forma brillante. Si al final logran 20 diputados, no se ve como un fracaso garrafal, sino como que “casi se llega”. Pero si, por un milagro político, logran 23, el titular será “Ramos supera hasta sus propias proyecciones conservadoras”. Es una forma de construir un relato de victoria desde ahora, estableciendo un piso psicológico para sus seguidores y un número a vencer para sus adversarios. Es el clásico “apuntar a la luna para, si fallas, al menos caer entre las estrellas”. Una vara bien pensada, la verdad.
Pero la matemática electoral no fue lo único que soltó. Ramos también habló de la inevitable vara de las alianzas. Y aquí, de nuevo, sacó el manual del político profesional. Dijo que cualquier pacto debe basarse en coincidencias programáticas y soltó la que, según él, es la línea roja innegociable: la defensa de la institucionalidad y la democracia. Diay, mae, con todo respeto, eso es como decir que una condición para ser chef es que te guste la comida. Es una declaración tan universalmente aceptable que, en la práctica, no dice nada. No cierra ninguna puerta. Es una afirmación “a cachete” para el discurso, pero que en el fondo deja el abanico de posibles socios tan abierto como la Ruta 27 en un domingo de regreso. No es una crítica, es simplemente señalar la naturaleza del juego: mantener todas las opciones viables hasta que los números hablen en las urnas.
Al final del día, el número de Ramos es más que una simple proyección; es una declaración de intenciones y el primer ladrillo en la construcción de su narrativa de campaña. Es un mensaje para adentro y para afuera del partido: “Creemos que podemos, y este es nuestro objetivo”. La pregunta del millón no es si su cálculo es bueno o malo, sino si el PLN como maquinaria tiene el combustible y el mapa para llegar a ese destino. El camino es largo y lleno de baches, y los otros partidos tampoco están jugando de arrimados. Pero bueno, maes, más allá de la estrategia y el cálculo matemático… ¿Ustedes se comen el cuento? ¿Ven al PLN con la fuerza para jalar 22 curules o es puro humo para empezar a calentar motores? ¡Abro debate!